Los presos soplones y sus delaciones envenenadas

Células terroristas, cuerpos desaparecidos, crímenes sin resolver, operaciones antidroga... el origen puede ser un chota en prisión que busca dinero, fama, venganza, beneficios penitenciarios o eliminar competidores

Operación de la Policía contra el yihadismo en una prisión ABC

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Un soplón es alguien que acusa en secreto y cautelosamente, dice la RAE. Y casi nadie tiene más razones para abonarse a ese sigilo que quien está preso . El que acusa suele querer algo a cambio y en esa ecuación lo que más sobra es la palabra justicia . «Dinero, cargarse a un competidor, desviar la atención de su propio negocio dentro o fuera de la cárcel, vengarse... Las motivaciones son muy variadas. Hacer justicia, pocas veces». Son palabras de un mando policial que ha tratado con muchos soplones. Él prefiere llamarlos fuentes. «Los medios tecnológicos cada vez nos sirven para menos y tienes que volver a las fuentes de toda la vida», asegura. Al informador. Esté en la calle, entre rejas o en el infierno.

El delito que se esté investigando –o la sospecha de que exista– condiciona tanto el acercamiento al chota –denominación frecuente entre los investigadores–, como el objetivo que se traiga entre manos el informador. Perseguir a una organización de narcos en nada se parece a buscar el cuerpo de una víctima, detalles de un asesinato o confidencias entre terroristas , nacionales o importados. De todas esas tipologías hay huella aunque a la mayoría las cubre el secreto.

En septiembre del año pasado el juez reabrió la desaparición de Yéremi Vargas , al que raptaron en Vecindario (Gran Canaria) en 2007. La familia del niño de siete años pidió que testificaran dos presos que compartieron celda en distintos momentos con Antonio Ojeda 'el Rubio' , mientras este cumplía condena por abuso sexual a otro menor muy cerca de Vecindario. Eran un interno malagueño y otro canario. El primero se ganó la confianza del Rubio y este le contó que estuvo presente en la muerte de Yéremi, que el pequeño «se puso azul» (tenía una patología solo conocida por la familia que le provocaba cianosis ) y que lo quemaron con unos colchones.

El recluso, a través de Instituciones Penitenciarias , contactó con la UCO , encargada del caso. Dijo que lo hacía porque él también era padre (en esa fecha tenía dos hijos de 15 y 18 años que vivían en Málaga). No fue el único: otro interno de la prisión de Juan Grande también dio detalles que le había revelado el Rubio. Este se puso al habla con la familia de Yéremi cuando se insinuó que había colaborado en el caso para obtener beneficios penitenciarios.

El tercer grado

«A veces lo que buscan es que los cambien de cárcel para acercarse a su casa, algún destino mejor dentro del centro penitenciario, que les concedan permisos o cuando creen que la información que manejan es buena quieren obtener el tercer grado», explica un agente de Homicidios que trata habitualmente con chotas. Admite que a algunos se los marcan desde la propia cárcel , sobre todo en esos casos que se enredan y apuntan a su casi imposible resolución.

Instituciones Penitenciarias cuenta, según varios agentes, con un departamento de coordinación penitenciaria que tras recibir información captada en las cárceles, que puede ser valiosa para una investigación, la pone a disposición de los Cuerpos encargados. También esa otra que se recoge gracias a las intervenciones de las comunicaciones. «Pero el preso tiene que aceptar la entrevista. Luego, si se va a utilizar lo que cuenta, se comunica al juez de vigilancia penitenciaria».

Gracias a estos delatores se ha logrado poner en pie importantes operaciones contra yihadistas , etarras , mafias de todo pelaje y, por supuesto, servicios antidroga . Las fuentes consultadas son reacias a ponerles nombre. «A algunos hay que darles protección, se la juegan. Si te está entregando una célula yihadista, por ejemplo, su integridad física está en juego y sí o sí tienes que hablar en su favor con el juez, pero no significa que nuestra opinión sea definitiva».

Otros agentes rebajan la importancia de esos soplones por sus motivaciones espurias. «Suelen tener buena información, pero están en el cubo de la basura. Todo es muy resbaladizo», explica un experto en crimen organizado . «Lo más difícil es distinguir si se trata de una maniobra».

De las prisiones salen soplos y se gestan crímenes. El narcoabogado Pablo Vioque (ya fallecido) contrató a un preso de su confianza al que conoció en Soto del Real. Cuando este quedó en libertad buscó a un sicario. El complot para matar al entonces fiscal antidroga Javier Zaragoza se urdió en la cárcel. Nunca se supo si el interno amigo se equivocó de persona, pero el matón no era tal y al saber quién era el objetivo acudió a contarlo a la Guardia Civil de Tres Cantos, que abortó el crimen . «Colaboró con nosotros y se le dio protección», recuerda uno de los mandos que participó en el caso.

Hace solo unas semanas, la juez que instruye el crimen de Meco (el asesinato de la joven Miriam Vallejo ocurrido en 2019) archivó provisionalmente el caso ante la falta de autor conocido. Hasta entonces estaba imputado el compañero de piso de la mujer Sergio S., pero el año pasado, en otro giro de guion, un preso toxicómano que conoció al sospechoso en la cárcel se autoinculpó del crimen. La Guardia Civil se mostró incrédula y las pruebas practicadas les han dado la razón.

Funcionario espías

Si buscaba fama o dinero ha quedado en el aire. Quien sí perseguía ese minuto de gloria era Antonio G. B., un interno de Badajoz que el año pasado mandó una carta al juez que investiga el crimen de Manuela Chavero . Su cadáver se halló en Monesterio tras cuatro años desaparecida. Este reo comparte módulo con el presunto autor del crimen, Eugenio Delgado , que le habría contado todos los pormenores. Su motivación, según explicó, era únicamente que se hiciera justicia porque tiene cinco hermanas y esto le salía «del corazón». Su declaración no aportó nada.

Junto a estos casos en los que la motivación es casi inocua, se han llevado a cabo importantísimas detenciones de yihadistas (tanto encarcelados como en libertad) cuyo origen está entre los muros de alguna prisión. Esas operaciones antiterroristas , muy delicadas, figuran entre las más secretas. Los comunicados oficiales se refieren a la actividad de control y seguimiento de Instituciones Penitenciarias, pero lo cierto es que dentro de cada prisión hay 'espías' .

En el ámbito penitenciario se les conoce como 'los pata negra' . Son funcionarios (uno o varios) que en apariencia en nada se distinguen de sus compañeros, pero cuya misión exclusiva es captar información relevante en las cárceles. Nadie habla de ellos y casi nadie dentro sabe quiénes son puesto que actúan como uno más. «Su seña de identidad es la discreción y su función, poner la oreja. Luego esa información recogida hay que canalizarla y fundamentarla», detalla a ABC un funcionario. Según su experiencia, recogen cualquier dato susceptible de ser utilizado luego por los investigadores. Aclara que además de las comunicaciones intervenidas por orden judicial , se producen otras tanto orales como escritas que se notifican al juez de vigilancia. Abundan los motivos de seguridad. Un ejemplo antiguo y elocuente. Francisco García Escalero, 'el Matamendigos' , ya fallecido, las tuvo intervenidas. La razón es que se escribía con su padre, pero este estaba muerto. Gracias a esa interceptación se supo que se carteaba con su hermano y que este se hacía pasar por el progenitor.

La mayoría de informaciones no valen nada, aseguran los agentes consultados, pero otras proporcionan un hilo que seguir, una pista , un teléfono. Luego hay que blanquear esa información, otra tarea nada fácil. «No hay grandes chollos en el mercado. Ojalá los hubiera porque la investigación se complica cada día más y los malos nos llevan ventaja». El mercado es la cárcel y el chollo, el soplón.

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