Manuel Marín

Podemos envejecerá rápido

La campaña interna de desprestigio entre líderes de Podemos comenzó hace meses, pero es ahora cuando se demuestra que no se soportan

Manuel Marín

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Podemos ha envejecido prematuramente. No existe un debate ideológico como tal, sino una vulgar lucha de poder a la usanza clásica en la que el número dos cree llegada su hora de desalojar al líder. Hoy, Podemos apenas tiene recursos dialécticos para sobrevivir a su atocinamiento en el Congreso. Les aburre la tramitación de leyes, les supera la rutina de los escaños y las comisiones, y el PSOE les ha tomado la medida. Los socialistas sacan rédito a cada pacto con el PP, mientras Podemos exhibe sus berrinches de forma impostada y sobreactuada, sin liderar ningún proyecto como oposición y ofreciendo la imagen de un partido vociferante, teatral y tuitero, pero vacío y experimental. Todo en Podemos es artificial salvo ese poso de aulario caduco hacia una revolución virtual que se va quedando a medias entre el hastío y la desconfianza.

Ahora, Errejón ha plantado cara a Pablo Iglesias con más éxito del previsible. Errejón concita más simpatías y respaldo mediático porque ofrece una imagen menos radicalizada y autoritaria. Pero el férreo control operativo de las bases seguía en manos de Iglesias. El partido era él... hasta ahora. Hoy, una determinada corriente social ha empezado a identificar a Errejón con la falsa imagen de un socialdemócrata constructivo y dialogante, un tipo pragmático con capacidad para rescatar a la izquierda su atolladero. En febrero quiso que Iglesias cediera ante Pedro Sánchez para gobernar juntos, sin lograrlo. Hoy, Sánchez está forzosamente destituido, e Iglesias discutido por sus modos autoritarios, sus purgas internas y su responsabilidad en el desmembramiento de Podemos. Por eso, Errejón emerge como una solución resignada, como un superviviente astuto con galones de supuesto estadista. Pero ni es Churchill ni conviene prefabricar una falsa imagen política de Errejón porque la incógnita no es si Iglesias lo depurará, sino cuánto tardará en hacerlo. La izquierda no hace prisioneros.

La campaña interna de desprestigio entre líderes de Podemos inmersos en una pugna encarnizada comenzó hace muchos meses, pero es ahora cuando se demuestra que no se soportan entre sí. Iglesias y Errejón se odian cordialmente. Monedero acosa a dirigentes y diputados díscolos. Echenique amenaza a la vez que besa. Los anticapitalistas son una minoría condicionante y tendrán la última palabra sobre el liderazgo en el partido. En el grupo parlamentario no hay orden ni concierto. Mayoral insulta al PSOE, mientras los errejonistas lo cortejan. Son vapuleados en cada pleno del Congreso y las alcaldías de Podemos empiezan a estar en el punto de mira de la gestora socialista. Romperán antes de las elecciones de 2019, aunque ahora nadie hable de ello. No es previsible que Iglesias pierda el control del partido en Vistalegre, pero saldrá de él con rejones y un primer aviso. En adelante, Twitter ya no será suficiente.

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