Javier Rupérez - Análisis

Una pistola Browning FN

El diplomático y exdiputado de UCD Javier Rupérez recuerda su secuestro a manos del comando de ETA del que formaba parte Arnaldo Otegui

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, comparece ante los medios en San Sebastián EFE

Javier Rupérez

Estos días vengo en recordar, es un decir, que hace 41 años los terroristas que me habían secuestrado el 11 de noviembre, era 1979, pusieron fin a mi ilegal cautiverio de 31 días -siempre me ha parecido que utilizar para ello la palabra «liberación» es un involuntario e indebido agradecimiento a los delincuentes de turno- depositándome en el kilómetro 233 de la carretera nacional que une Burgos con Madrid. En el secuestro había participado una ciudadana francesa, llamada Francoise Marhuenda, detenida por la Policía Nacional, procesada mas tarde por ello y durante un tiempo cumpliendo condena en prisión por su acción criminal.

Marhuenda, en su declaracion ante la Policía, realizada en Madrid el 24 de marzo de 1980, relata minuciosamente los detalles de la preparación y ejecución del secuestro y sus contactos con los demás integrantes del comando que lo llevaría a cabo. Explica la francesa que los terroristas en cuestión «habían realizado la acción del señor Cisneros» -el intento frustrado de secuestro llevado a cabo unos meses antes del mío en contra de Gabriel Cisneros, como yo en aquellos momentos diputado por UCD, que intentó escapar y fue gravemente herido por los tiros de los criminales al ver que se escapaba- «se habían bautizado con el nombre de «Comando Kalimotxo» y se llamaban «Luis María Alcorta Maguregui («Bigotes»), José María Ostolaza Pagoaga («Barbas»), y Arnaldo Otegui Mondragón («el Gordo»)». Explica asimismo cómo los terroristas, entre los cuales se encontraba ella misma, habían comenzado a «elaborar el plan» de mi secuestro, «sopesando todas las posibilidades que pudieran surgir, concretándose que en el caso de presentarse algún inconveniente por parte del objeto del secuestro, procederían a ajusticiarlo». El habitual tiro en la nuca que me reservaban en el caso de que no me portara bien. Y para eventualmente realizar tan piadosa tarea, Marhuenda «toma una pistola Browning FN nueve milímetros parabellum, Alcorta Maguregui «Bigotes» un revólver marca Taurus calibre treinta y ocho, Otegui Mondragón «Gordo» y Ostolaza Pagoaga «Barbas» sendas pistolas Browning FN nueve milímetros parabellum».

He vivido para recordarlo y contarlo, y siempre he tenido como obligación el evocar la memoria de los que fueron asesinados en parecidas circunstancias, o la de aquellos que la han perdido como consecuencia de la violencia que sobre ellos los terroristas ejercieron, o en general la de prestar testimonio de la barbarie que sobre la ciudadanía española ejercieron durante cincuenta años los alevines de las huestes racistas y tribales que pretendieron hacer del Pais Vasco una tierra independiente a cargo de la sangre de decenas de miles de vidas inocentes. Eso que llamaban la «socialización del sufrimiento». Y entre ellos, como en 1980 testificó Francoise Marhuenda, ya se encontraba Arnaldo Otegui Mondragón, que con el mote de «Gordo» militaba en la asociación terrorista vasca ETA y que hoy, convicto y confeso de parte de sus crímenes, lidera una formación política apellidaba Bildu, dirigida a albergar los etarras que como él son y a los filoeterras que con él ahora se reúnen, ya sin pistolas, las que les quitaron las fuerzas de seguridad de la democracia, pero con las mismas intenciones delictivas de entonces: acabar con España y con la libertad de los españoles.

Ese es el mismo Otegui con el que Sánchez pacta los Presupuestos Generales del Estado, el mismo Otegui con el que Iglesias cuenta para formar parte del Consejo General del Poder Judicial o al que quiere incluir en la «dirección del Estado», el mismo Otegui con el que la socialista vasca Idoia Mendía suele celebrar los fastos navideños o a quien Ábalos incluye como factor imprescindible para una nueva transición hacia la democracia. El mismo Otegui al que lacayunamente entrevista TVE mientras me niega la posibilidad de replicar a sus infectas baladronadas de terrorista nunca arrepentido. El mismo Otegui al que los podemitas aplauden, los separatistas catalanes albergan y frente al que los neo socialistas tipo Lastra y Simancas dócilmente callan. Estos son los tiempos. 41 años después.

* Javier Rupérez es diplomático y exdiputado de UCD.

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