Manuel Marín

Pesimismo existencial en Génova

MANUEL MARÍN

A punto de cumplirse dos meses desde la celebración de las elecciones generales, las negociaciones para pactar una investidura entran en la fase definitiva. Es muy probable que en los próximos siete días, lo que hoy se vislumbra como muy posible –el pacto del PSOE con Podemos y los independentistas de PNV y ERC-, se convierta en una certeza, y el relevo del PP de Moncloa sea en breve un mal sueño para siete millones y medio de españoles. En el PP ha anidado ese pesimismo existencial que invade a todo capaz de ser consciente del maleficio de su destino cuando asume que está en el ojo de la tormenta perfecta, o en la corriente más violenta del tusnami. Nada le sale bien al PP.

La segunda fase de la «operación Púnica» en Madrid, y la oportuna explosión de la «operación Taula» en el PP valenciano, están siendo demoledoras anímicamente. La ultraprotección a Rita Barberá en el Senado, y la espera eterna para relevos, voluntarios o forzados, en el PP de Madrid, suenan a excusas de mal pagador para alimentar la «sonrisa del destino» que Pablo Iglesias ha regalado a Pedro Sánchez.

Podemos ha renunciado a la soberbia de tomar el cielo por asalto y ha optado por pisar las moquetas del poder mendigando ministerios que, por otro lado, el PSOE está deseando ofrecerle. El «pacto oscuro» que se fraguó en enero, con febrero como margen para escenificar falsos dimes y diretes, y maquillar desencuentros ficticios diseñados a la luz de la ansiedad de poder, se cerrará en los próximos días si nada cambia drásticamente. Los barones del PSOE aún están en el entierro de la sardina, con la borrachera que separa el carnaval electoral de la cuaresma realista.

Han decidido aplazar sine die el proceso de búsqueda de una identidad propia para el PSOE de los próximos quince años, a cambio de ensayar en toda España los pactos «a la carmena». Por el motivo que sea, la incertidumbre empresarial y el tobogán de la prima de riesgo jugueteando entre los dientes de la Bolsa no asustan lo suficiente. Es posible que en seis meses haya quien se alarme, pero hoy nadie consiente, perdona, entiende ni absuelve al PP. Su mancha de corrupción le condena incluso sin el escudo de la presunción de inocencia. Da igual lo que sentencien jurídicamente los jueces. La sociedad ha dictaminado ya con su fallo. Y al beneficio de la duda, el ciudadano añade el castigo preventivo. El PP ha quedado «sonado».

Solo un cambio profundo que hoy casi nadie intuye en el tablero, o un imprevisible puñetazo de Iglesias encima la mesa para borrar esa «sonrisa del destino» del PSOE, podrá dar la vuelta a la partida. El veto de Ciudadanos a Podemos, y por tanto al PSOE, ya no será suficiente. Sánchez atisba su investidura a dos o tres semanas vista y, en efecto, Iglesias se contenta con ser vicepresidente. ¿Se contenta? Más bien, da palmas con las orejas…

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación