«Pedro el Guapo» y los «Tres de la Cruz Roja»
Desde las historias heroicas que se inventaba Tony Leblanc en la famosa película no se escuchaba en España un concierto de autobombo como el de Sánchez en su libro
«Y le hice la respiración artificial porque estaba muerto, Lolo, estaba muerto y no había tiempo que perder. Le di unos cuantos masajes en el corazón, primero despacio, luego más fuertes. Todos miraban asustados y yo seguía dale que te pego, dale que te pego... Hasta que de pronto su corazón empezó a hacer bum-bum. ¡Que resucitó, Lolo, que resucitó! Y cuando abrió los ojos me miró y se echó a llorar». (...)
«Esto me recuerda al banquete que me dieron cuando salvé a aquellas familias en el desbordamiento del Pisuerga. Qué noche, Lolo, qué noche tan horrible, a oscuras, con el agua al cuello. Muertos de frío y la unidad venga a avanzar y yo tiritando... Pero los salvé a todos». (...)
«Imagínate, Lolo, imagínate lo que es donar cuatro litros de sangre. Pero no me arrepiento, hubiera dado hasta la última gota de mis venas por esas criaturas». (...)
«Doble fractura de tibia, peroné y ligamentos. Salté al campo con la camilla y ya ví que a Puskas le cambiaba la cara. Y yo le dije, Pancho -porque yo le llamo Pancho de tanto que lo conozco- que ya está aquí Pepe y te va a salvar de quedarte cojo». (...)
«Y rodeado por las llamas cogí uno a uno a los veinticinco niños del asilo y los saqué a la calle, salvándoles de una muerte segura en el incendio». (...)
Los que anteceden son pasajes de la película «Tres de la Cruz Roja», protagonizada en 1961 por Tony Leblanc, José Luis López Vázquez y Manolo Gómez Bur y el autor de las comillas es el propio Leblanc, que trata de alardear de sus gestas ante su sobrino Lolo y su novia, cuyo padre tiene un bar con terraza en la Castellana donde Pepe (Leblanc) utiliza el uniforme de la Cruz Roja para ir al fútbol gratis, cenar de gorra una de calamares y un ponche con yema y ligarse a la chavala inventado historias heroicas, de benéfico superhombre. Pues desde «Tres de la Cruz Roja» no se escuchaba en España una catarata de autoelogios como la que se ha despachado a sí mismo Pedro Sánchez en su «Manual de Resistencia», un volumen que sin duda cambiará la política mundial, que ha presentado esta misma semana con la ayuda de Calleja, el aventurero que un día le subió a Sánchez a un aerogenerador para entrevistarle, y de Mercedes Milá, que es un género en sí misma. El Manual supone un descacharrante monumento al autobombo, un solo de fanfarria tan aparatoso que hasta el protagonista se hace llamar «Pedro el Guapo». Escuchémosle, intentado evitar el arrebol en la cara, la vergüenza ajena que puede despertar Sánchez «Narciso»:
«Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles. Convertí aquel lodazal en una enorme oportunidad». (...)
«El Rey y yo nos reconocimos mutuamente como las personas que íbamos a sacar al país del riesgo de bloqueo». (...)
«A mí, personalmente, el haber salvado la vida a 630 personas hace que piense que vale la pena dedicarse a la política». (...)
¿Presuntuoso, dice? No, qué va... Con «Pedro, el Guapo, ya son cuatro aquellos «Tres de la Cruz Roja».
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