Un paso adelante para las madres
El apellido del padre ya no tiene preferencia sobre el de la madre
El poeta libanés Jalil Gibrán dijo una vez que la palabra «madre» es la más bonita que puede pronunciar el ser humano. También se pronunció Lincoln sobre su progenitora agradeciendo su dedicación y solicitud, por las que se había convertido en un gran político. Y muchas más han sido las personas que han loado a sus madres . Y con razón. Tanto tiempo dedicado, tanto esfuerzo, tanto tiempo... todo por los hijos. Y es momento de agradecer. Ahora, las madres pueden dejar una impronta todavía mayor en sus hijos: su primer apellido.
Once días han pasado ya desde la entrada en vigor de la nueva Ley del Registro Civil por el cual el primer apellido del hijo ha de ser consensuado por las dos partes del matrimonio. Son los padres los que han de acordar qué apellido figurará primero , sin ninguna preferencia salvo la que ellos mismos decidan. Una ley que busca romper la tradición impositiva del apellido paterno como el primero del hijo, buscando una situación más igualitaria entre las figuras dentro del seno familiar.
Aunque hay quien la tilda de ridícula, la ciudadanía ha acogido esta nueva ley de forma muy positiva en términos generales. Así lo muestra Javier del Castillo, de 37 años: «Es una medida que persigue la igualdad. Este cambio es cultural, ayuda a darse cuenta de que las cosas pueden ser de otra forma distinta ». Aunque le haya puesto su primer apellido a su hijo, ha sido algo acordado con su esposa. «Me hace ilusión que lleve mis apellidos, pero no me importaría que llevase los de ella», nos dice refiriéndose a su mujer. No sería posible, en el caso de que tuvieran un nuevo hijo, ponerle el primer apellido de la madre . Así o dicta la ley. «Si pudiésemos dar marcha atrás, quizás nos lo podríamos plantear de nuevo», bromea Javier.
Un punto de vista compartido por el matrimonio, que se adapta en pensamiento al por qué de la entrada en vigor de la nueva Ley de Registro Civil. Otros por su parte prefieren acogerse a la tradición y no participar de nuevas costumbres. «Yo le pondría el apellido del padre a mi hija», cuenta Regina. Lleva 14 años viviendo y trabajando en Madrid, aunque es de procedencia guatemalteca. A pesar de acogerse a la costumbre de poner como primer apellido el paterno, entiende que otros matrimonios quieran dar el paso de tener como preferente el materno . «Creo que tanto el padre como la madre tienen el mismo derecho de poner el apellido que prefieran a su hijo. El que quiera, que pueda hacerlo», aclara.
O participar de la novedad, o acogerse a la tradición. Las dos posiciones imperantes. Sin embargo, hay quien muestra su indiferencia absoluta. Es el caso de Fran, de 40 años, a quien la preferencia de los apellidos no le suscita ninguna preocupación como padre. «A mi eso me da igual», afirma con contundencia. Según él, el hecho de proponer como primer apellido el de la madre o el del padre no es algo que sea importante. «Que mi hijo tenga mi apellido o el de su madre es algo que no me va a cambiar nada. Todo depende del punto de vista», dice.
Los datos también hablan por sí solos. Un total de 17.643 niños ya están registrados con el apellido materno antes que el paterno. Desde 2011 hasta el año pasado el crecimiento ha sido de un 91,01% en esta nueva práctica, habiéndose prácticamente duplicado el número de hijos registrados con el apellido materno como preferente en ese transcurso de tiempo. De 1.546 se ha pasado a un total de 2.953. Aunque la nueva Ley del Registro Civil entrase en vigor el pasado 30 de junio con nuevas reformas, lo cierto es que en el año 2011 se podía poner el apellido materno primero, aunque el paterno fuese preferente.
¿Por qué ha sido preferente el apellido paterno?
En la Edad Media se tuvo por costumbre que los hijos adoptaran un apellido según el cargo, trabajo o procedencia del padre. O incluso su propio nombre precedido por un «de». De esta forma, era posible identificar a las personas con más facilidad , ya que podrían conectar la referencia de su apellido con su padre, cabeza visible de la familia. Así, se sabía que alguien era «el hijo del herrero» o «el hijo de Guzmán», por ejemplo. Este método fue adoptándose como costumbre en las sucesivas edades. En la Edad Moderna concretamente ya se comenzó a registrar formalmente a las personas nacidas y fallecidas.
La práctica se hizo cada vez más frecuente hasta que se asentó como lo común para derivar posteriormente en una tradición irrompible. El apellido paterno se convertirá en hereditario en el siglo XIX, coincidiendo también en época con el nacimiento del Registro Civil , en donde se tendrá constancia de las actividades que actualmente desempeña la institución. Con el paso del tiempo y después de varias reformas de la Ley del Registro Civil, llegamos a la vigente que permite que el apellido de la madre no sea de ninguna forma discriminado por el del padre.
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