El parricida de Úbeda se pidió hoy el día para mudarse la familia a su nueva casa

Los compañeros de trabajo del autor, que acuchilló a su mujer y sus dos hijos, lo notaron deprimido tras dos meses de confinamiento y ERTE

Agentes de Policía custodian el lugar donde se produjo el triple crimen y suicidio Alberto Román/ Atlas

Cruz Morcillo y Javier López

«Anímate, Paco, que ya es que ni te afeitas» . La semana pasada un compañero de trabajo bromeaba con esas palabras con Francisco Javier A. G., de 52 años, sin imaginar la tragedia que estaba a la vuelta de la esquina. Paco, como le llamaban, mató ayer a cuchilladas a su mujer Belén S. R., de 46 años, y a sus dos hijos Iván, de 12, y Adrián, de 17, antes de arrojarse desde el cuarto piso en el que vivía la familia en Úbeda (Jaén) y del que estaban a punto de trasladarse a la casa que se habían comprado en la misma ciudad.

A las 8.20 de la mañana entró la primera llamada en el 112 cuando un testigo vio el cuerpo de Francisco Javier tirado sobre el asfalto. En paralelo se recibió otra llamada. Era un vecino del rellano de la finca en la plaza Palma de Burgos. Adrián, el hijo mayor, intentó escapar de la casa. Su padre lo persiguió y lo apuñaló por la espalda sin que el vecino pudiera hacer nada más que acogerlo en su vivienda y alertar. El menor, malherido, murió al llegar al hospital San Juan de la Cruz.

Los agentes y sanitarios encontraron la escena de horror: Belén estaba muerta a cuchilladas en el salón; Iván, en un dormitorio. El secreto de sumario impide confirmar si, como asegura un vecino, Francisco Javier los mató mientras dormían. Mientras el mayor pedía auxilio en el rellano, su padre se lanzaba al vacío desde una ventana.

Los restos de una gran mancha de sangre en la calzada de la plaza Palma de Burgos revelan el lugar exacto en el que, tal vez empujado por la culpa, cayó Francisco Javier. El estupor se llevó por delante la paz de domingo de la ciudad renacentista. Al menos en el lugar de los hechos, repleto de curiosos atónitos. Apostado frente al rótulo de un centro médico y psicológico próximo al edificio en que se produjo el parricidio, un joven, Manuel, emitió un diagnóstico compartido por los amigos que le acompañaban: «Ese hombre ha perdido la olla. Eso está claro. Nadie hace algo así si está en sus cabales».

Juntos descargando la compra horas antes

Manuel conocía de vista al presunto asesino. «Hace muy poco que vivían aquí, en Úbeda, creo que vienen de Villacarrillo». Otros vecinos consultados por este periódico tampoco han mantenido una relación estrecha ni con Francisco Javier ni con sus víctimas, dado que residían en Úbeda en un piso de alquiler desde poco antes de septiembre. Él procede del municipio jiennense de Villacarrillo y Belén de Las Escuelas, una pedanía de Baeza. «El sábado los vieron descargar juntos la compra del Mercadona», resaltó un vecino. «Era una familia normalizada, estructurada, aparentemente sin problemas de convivencia», remachó la alcaldesa de Úbeda, Antonia Olivares, quien confirmó que no existen denuncias por malos tratos ni consultas a los servicios sociales que hicieran presuponer que se iba a producir no ya un triple crimen, sino siquiera una agresión machista. «Esto es increíble. Estoy consternada y horrorizada. ¿Qué pasa por la mente de alguien para que asesine presuntamente a las personas a las tiene que proteger, para que mate a las personas a quienes tiene que querer?», se preguntó la regidora.

El parricida trabajaba desde hace 25 años en la envasadora de una conocida almazara de Castellar, a 50 kilómetros de Úbeda. Sus compañeros ayer estaban abatidos y atónitos. El matrimonio decidió dejar Villacarillo donde vivían y trasladarse a Úbeda donde reside una hermana de Belén. Querían que los niños fueran a un instituto mejor. El mayor cursaba el Bachillerato de Artes y el pequeño estaba encantado con sus nuevos amigos.

Hablaba maravillas de su mujer y sus hijos

«Paco se pidió el lunes (libre) para hacer la mudanza a la casa que se habían comprado. Es verdad que las dos últimas semanas estaba raro, parecía deprimido, él que era un tío jovial, pacífico . Parece que no había llevado bien el confinamiento», explica Manuel, que ha pasado ocho horas diarias a su lado los últimos diez años. Paco se reincorporó a la envasadora el pasado 1 de junio, después de dos meses de ERTE como la mayoría de los trabajadores. «No estaba muy convencido de vivir en Úbeda, pero habían dado el paso. Hablaba maravillas de su mujer y de sus niños». Todos niegan también problemas económicos. Había vendido un olivar herencia de sus padres y tenía un trabajo estable.

«En vez de dos meses parece que has pasado cinco años, le dije la semana pasada. Tú lo que necesitas es tomarte unas copas con los amigos», sigue Manuel. «Cuando nos han llamado creíamos que se habían equivocado». Pero no, él era el parricida. Úbeda ha decretado tres días de luto oficial por las víctimas.

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