Los padres de una víctima: «Nos hemos muerto con ella. No tenemos razón para vivir»

Familiares de las fallecidas intentan asimilar en Tortosa la tragedia de Freginals

Miembros de Protección Civil consuelan a la madre de Serena Saracino INÉS BAUCELLS

ANNA CABEZA

Rotos, destrozados; intentando hacerse la idea de unos hechos que nunca, nunca hubieran soñado ni en sus peores pesadillas. Los familiares de las trece jóvenes universitarias que fallecieron anteayer en el accidente de autocar en Freginals intentan asimilar cómo les ha cambiado la vida en un entorno que no es el suyo. En Tortosa, lejos de sus casas y sin explicaciones que valgan. «Nos hemos muerto con ella. No tenemos razón para vivir» , sollozaba ayer Antonietta, la madre de Serena Saracino, una de las jóvenes italianas fallecidas.

Estudiante de Torino que cursaba cuarto de Farmacia, «era felicísima y ahora no la podemos ni reconocer» , lamentaba desesperada. Su marido, Alessandro, algo más sereno que su mujer, se mostró también crítico con los hechos que precedieron el trágico accidente. « Era demasiado tarde para conducir », denunció. «Un país como este no tendría que haber transportado a estos jóvenes sin la seguridad adecuada a las cuatro de la mañana -explicó-. La envié tranquilo a estudiar a este país amigo y me la llevo a casa muerta ».

Si anteayer el protagonismo se desplazó al Hotel Corona de Tortosa, adonde acudían los heridos recién dados de alta, y donde estaba, si es que se puede decir así, la mejor cara de la tragedia, ayer el escenario protagonista fue el Hotel Parador de Tortosa, donde se concentran las familias de las fallecidas recién aterrizadas en España. Allegados de al menos diez de las trece fallecidas durmieron allí.

Como Alessandro y Antonietta, muchos de los padres y hermanos desolados eran italianos. De hecho, de allí procedían siete de las trece víctimas. El país amaneció ayer consternado e incluso el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se desplazó hasta Tortosa para dar, con la máxima discreción, su más sentido pésame a los familiares de las víctimas. Acompañado de su esposa y de una comitiva institucional liderada por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, intentó mostrar todo su cariño a los afectados. Después visitó a los heridos ingresados en los hospitales de Tortosa, Tarragona y en uno de Barcelona.

Protegidos por los Mossos

Decenas de agentes de los Mossos d’Esquadra custodian y protegen a las víctimas allí donde van. El Parador, ubicado en una colina elevada en Tortosa, es habitualmente un remanso de paz. Su mirador quedó restringido ayer y los numerosos turistas que subían allí con ganas de disfrutar de las vistas de la ciudad se quedaban con las ganas. Decenas de periodistas, muchos de ellos italianos, acamparon en los jardines a la espera de alguna noticia y durante toda la jornada los Mossos protegieron con mamparas y lonas a los familiares de las víctimas para preservar al máximo su intimidad en estos dolorosos momentos.

Atendidos en todo momento por miembros de la Cruz Roja, el Servicio de Emergencias Médicas y los Mossos, las familias intentan asimilar la tragedia. «Igual que nos pasaría a nosotros , son momentos muy complicados en un idioma que no dominan y en un entorno que no es el suyo», cuenta Jordi Suriñach, uno de los miembros de la Cruz Roja. La tristeza, con diferencia, es el primer sentimiento que sufren los afectados, explican.

Duelo de hasta dos años

«Nosotros solo les podemos dar un primer apoyo: el duelo puede durar hasta dos años», apuntan los especialistas que están atendiéndoles. Suriñach incide en que «les salen muchas preguntas y muchas no tienen respuesta . Ahora la prioridad es acompañarlos en estos momentos y estar a su lado, si es que tienen que ir a reconocer a sus seres queridos».

Las muestras de cariño y solidaridad con las víctimas de la tragedia se dieron en muchos sitios, con concentraciones silenciosas. En Barcelona, el acto más sentido se dio en la Universidad de Barcelona, donde estudiaban todas las fallecidas. Compañeros y amigos de las universitarias acudieron a un acto institucional encabezado por Puigdemont y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Hasta el edificio histórico de la UB se desplazaron también algunos de los supervivientes del accidente y estudiantes que viajaban en los otro cuatro autobuses. Hans, un joven peruano que sufrió un traumatismo en un brazo, quiso agradecer el trato que habían recibido en Tarragona, aunque reconoció que sería «muy difícil de superar» una tragedia de esta magnitud. Otro joven londinense explicó que él tuvo suerte porque, a la hora de regresar de Valencia, el autobús siniestrado ya estaba lleno y se subió a otro . Lo mismo les ocurrió a su amigo George y a la polaca Agata Kolomanska, quienes llegaron a Barcelona sin saber nada del accidente.

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