La otra batalla de Belchite

Sobrevivir. Esa es la batalla demográfica que Belchite afronta día a día, mientras clama ante las urnas para salvar las ruinas de su Pueblo Viejo, el caserío que quedó herido de muerte en la Guerra Civil

Elecciones generales 2019: última hora de la campaña electoral del 28A

Restos del Pueblo Viejo de Belchite Fabián Simón
Roberto Pérez

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En el corazón de la provincia de Zaragoza, las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite piden paso cada vez que hay una cita con las urnas. Ese imponente pueblo fantasma al que la Guerra Civil hirió sin remedio —y la postguerra remató— se ha convertido en un próspero reclamo para atraer turistas. Pero cada vez hay más escombros y menos ruinas en pie; cada vez queda menos y hay más memoria borrada.

Belchite, 80 años después de acabada la Guerra Civil, sigue en su particular batalla por la supervivencia, la demográfica y la monumental: luchar por que no se pierda el Pueblo Viejo, por consolidar sus ruinas y que sigan siendo un creciente foco de atracción de visitantes y de riqueza para un municipio —y una comarca— azotado por la despoblación y por el envejecimiento demográfico.

Por eso, sobrevivir es el reto al que se enfrenta Belchite y su entorno, convertido en uno de los mayores desiertos demográficos de Aragón. «Realmente, el gran problema y contra lo que más se enfrenta Belchite actualmente es la despoblación», explica su alcalde, Carmelo Pérez. «Falta empleo, faltan inversiones tanto del Gobierno autonómico como del central… pero, sobre todo, falta gente con ganas de quedarse a vivir en los pueblos», se lamenta. Del desierto demográfico que es esta comarca da idea que, de los 15 municipios que la forman, el más poblado sea Belchite y apenas ronda los 1.500 vecinos.

«Hay que apostar por implantar servicios públicos que ayuden a fijar población», afirma el alcalde, que insiste en reclamar un urgente plan de consolidación para asegurar lo que queda en pie del Pueblo Viejo. «La situación es muy preocupante», se queja Carmelo Pérez, del PP , que insiste en este asunto como también lo hizo en su día su antecesora, que era del PSOE. En esto hay coincidencia generalizada a pie de calle y al margen del colores políticos: en Belchite son conscientes de que el Pueblo Viejo no solo es un símbolo histórico a conservar sino, también, un excepcional recurso de presente y de futuro para una tierra que necesita de la economía para asegurar la población.

El Pueblo Viejo de Belchite era, lisa y llanamente, Belchite. Lo fue hasta que la Guerra Civil machacó buena parte de él. Fue escenario de una de las batallas más duras de la contienda. Cuando pasó la guerra, una parte sustancial del casco urbano había quedado fatalmente herida. La destrucción se asentó a sangre y fuego. Pese a ello, la gente siguió viviendo en el pueblo, pero acabó por vaciarse unos años después porque Franco prefirió construir un pueblo nuevo al lado, y eso condenó al histórico Belchite a quedar arruinado sin remedio, convertido en una perenne y amarga postal de la Guerra Civil. Los últimos vecinos del Pueblo Viejo lo abandonaron en 1964.

Foco turístico

El tiempo fue convirtiendo aquel enclave en un foco creciente de atracción turística. Hoy en día es de los puntos más visitados del medio rural zaragozano, que eventualmente también sirve de escenario para rodajes. «En cuatro años hemos pasado de recibir entre ocho y diez mil visitantes al año, a rondar los 40.000» , afirma el alcalde. Pero si no llegan las inversiones para consolidar las ruinas, éstas pueden quedar borradas del mapa. Hace años que lo vienen advirtiendo los sucesivos alcaldes de Belchite, pero las inversiones no llegan. No, al menos, con el ritmo y el volumen que necesita este histórico enclave.

Carmelo Pérez, alcalde de Belchite Fabián Simón

A Belchite, la Ley de la Memoria Histórica le ha servido de poco para asegurar sus ruinas, que son su mayor pulmón turístico e histórico. Hay más desmemoria que realidades prácticas. Por eso, ante las urnas, Belchite pide paso y reclama su turno en la agenda política nacional, para que se afronte de una vez por todas aquel plan director de consolidación que se elaboró hace más de diez años y que sigue sin hacerse realidad.

«Hace tanto que se hizo aquel plan director que ya está muy desfasado», indica el alcalde de Belchite. Por eso, seguramente una de las primeras acciones que habría que acometer es poner al día aquel plan, en el que se detallaron las obras que hacían y el dinero que necesitaban. Sobre todo, hace falta voluntad política y un programa estable de inversiones en el que Madrid tome cartas en el asunto de forma coordinada con la Administración regional. Es algo que en Belchite se lleva esperando desde hace años y -explica el alcalde- se seguirá reivindicando tras estas elecciones. El objetivo, consolidar el Pueblo Viejo para «convertirlo en un gran símbolo de paz, que recuerde esa amarga parte de la historia que nunca debe volver a repetirse».

«Se habla mucho de despoblación, pero luego no se invierte para frenarla», lamenta el alcalde de Belchite, una localidad que en los años 30 del siglo pasado superaba los 3.600 habitantes y que ahora lucha por no hundirse por debajo de los 1.500 empadronados . De ellos, unos 1.200 están llamados a las urnas el próximo 28 de abril. Es el censo electoral que tiene actualmente esta población zaragozana que ha ido adelgazándose a la par que lo ha hecho la demografía de la localidad -en los comicios de 1977 el censo electoral superaba las 1.400 personas-.

La comarca de Belchite es el mayor desierto demográfico de la provincia de Zaragoza. El promedio no llega ni a cinco habitantes por kilómetro cuadrado y, además, abundan los ancianos. De hecho, junto con la comarca de Daroca, también es la más envejecida de esta provincia en la que su próspera capital -una de las cinco mayores urbes de España- es el centro de un territorio en el que uno de cada cuatro municipios están en riesgo extremo de extinción demográfica.

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