Manuel Marín - ANÁLISIS

Las nueces de la izquierda

Manuel Marín

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El salto de Unidos Podemos por encima del PSOE como segunda fuerza política en España ya es oficialmente la principal incógnita de las elecciones , más por deméritos del socialismo que por méritos de la extrema izquierda. Los sondeos demuestran hoy que había mucho de artificial en el diagnóstico que apuntaba a Pedro Sánchez y a Albert Rivera como los grandes beneficiados de la legislatura fallida solo porque fueron «valientes» a la hora de diseñar una investidura fracasada que nunca debió producirse. El órdago planteado en febrero a Iglesias —debía elegir entre Sánchez y Rajoy— fue un error que ha llevado al límite la credibilidad del PSOE y ha aumentado hasta el punto de ebullición la presión y el temor interno. Hoy, el principal riesgo que asume el PSOE es hacerle la campaña gratis a Podemos. Pero en eso está, con propuestas tan atávicas como ofrecer un «pacto político» para el reconocimiento de la «singularidad» de Cataluña, porque que en esa comunidad se entiende como el enésimo remedo dialéctico irrelevante, y en buena parte del socialismo español como una cesión al independentismo maquillada en una confusa concepción del federalismo. En esto, Iglesias también le ha tomado la delantera.

Por eso es otro error rebajar el tono contra Iglesias en la denuncia de las consecuencias que tendría para España un Gobierno chantajeado por el populismo más rancio y demagógico. Sánchez sigue confiando en una investidura sostenida en torno a un cordón sanitario de Iglesias y Rivera contra Rajoy apoyada en el nacionalismo separatista. Un imposible. Felipe González ya sabe que cada palabra contra Podemos le supone al PSOE perder 20.000 votos, y por eso entona sus críticas a Iglesias en un tono más dulce que antes del 20-D. Más allá de que a Sánchez le convendría que Jordi Sevilla y Josep Borrell consensuaran puntos de vista similares antes de hablar para evitar contradicciones en su oculta voluntad de entrega a Podemos, resuenan como un eco racional las palabras del presidente extremeño: si el PP necesita un geriatra y Podemos un pediatra, el PSOE clama por un psiquiatra.

El PSOE está en una profunda crisis de credibilidad porque no es el PSOE. El tacticismo y su inadaptación a las exigencias del segmento progresista de España hasta los 40 años le han conducido a una arriesgada renuncia de los postulados propios de un partido con vocación nacional e identidad socialdemócrata. Se ha alejado voluntariamente de una clase media de centro-izquierda que siempre confió en el PSOE como el partido de referencia en nuestra democracia, y que ahora encuentra en el discurso fácil del populismo indignado la horma de su zapato. Por eso Sánchez lo tiene tan difícil. La unidad de criterio en el PSOE no existe y, mientras no lo corrija, a Podemos le bastará con engordar recogiendo las nueces del suelo.

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