Manuel Marín
Ya nadie cose en el PSOE
El PSOE ya no es un barrizal de discrepantes en busca de líder para regenerar el socialismo. Sus costuras reventaron en otoño, y hoy nadie cose para recomponerlas. Lo han dejado por imposible. Han germinado tal odio interno, tal rencor personal y tal rechazo visceral, que la corriente de Pedro Sánchez respeta más a Pablo Iglesias como compañero de un futurible viaje hacia una moción de censura que a otros muchos militantes socialistas, con quienes están en una guerra civil con principio pero sin fin.
El intento de grotesca ridiculización de Susana Díaz en boca de un anónimo «pedrista» del Ayuntamiento madrileño -«queremo un PZOE ganadó», ha dicho imitándola para mofarse de ella- es indiciario del mal que realmente aqueja a los socialistas: de la discrepancia razonable sobre cómo edificar la socialdemocracia de futuro, se ha pasado a reírse a la cara de quien representa a uno de cada cuatro militantes del partido. El nuevo PSOE es despectivo consigo mismo, neutralizador de aspirantes a base de puñetazos, evocador de rencores y aversión, y generador de una inquina inédita o de fobias internas irreversibles. Resulta que la obra emprendida por Pablo Iglesias desde Podemos contra el PSOE no estaba concluida, y que el fervor cainita de los socialistas por su propia autodestrucción no era solo una moda pasajera. Caminan directos hacia el cisma porque, venza quien venza, no podrá reconducir el odio del oponente.
Pedro Sánchez era un cadáver sin autopsia que ha despertado de un enterramiento en vida con un soplo de internet. Patxi López solo se afana en demostrar que no será muleta más que de sí mismo, pero las buenas palabras no bastan para construir un liderazgo solvente y alternativo; como mucho, un hilo musical de acompañamiento. Y Susana Díaz tarda. Tarda demasiado generando una desasosegante inquietud entre sus propios partidarios, contagiados de su inseguridad, o convertidos en víctimas de una estrategia ciudadosamente planificada contra el desgaste de la andaluza, sin ser consciente de que paradójicamente puede llegar a la fiesta cuando estén apagando las luces y los músicos hayan enfundado sus instrumentos.
A todos se les ha olvidado coser. Usan las agujas para clavárselas en el cuerpo a cuerpo, en una absurda práctica sadomasoquista de deleitación en el daño propio para satisfacción ajena, de la que solo puede obtener réditos Podemos. Si gana Pedro Sánchez, la alianza con Podemos estará asegurada. Y si ganan López o Díaz, habrá un éxodo aún no cuantificable hacia Podemos de militantes, simpatizantes y votantes. Mala costura tiene el enganchón.