Manuel Marín - ANÁLISIS

Ya nada será igual

Manuel Marín

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Ya nada será igual en el día después del PSOE. Pedro Sánchez ha arrojado una sombra de sospecha sobre la neutralidad de la gestora, lo que es tanto como acusar a sus responsables de viciar el proceso desde su origen, contaminar su ejecución y buscar un resultado fraudulento con el triunfo de Susana Díaz gracias al árbitro comprado. Sánchez ha decidido presentarse como víctima del «aparato», insinuando que los antiguos secretarios generales del partido, los responsables y presidentes autonómicos, los alcaldes, concejales y cuadros medios del partido que abiertamente postulen a Díaz serán cómplices de un engaño masivo a la militancia.

A priori, la actitud de Sánchez adquiere perfiles de un mal perder preventivo e innecesario que revela su desconfianza real en sus propias posibilidades. Solo si él tuviese toda la autonomía para dirigir el proceso de sucesión en el PSOE al margen de la dirección provisional de su propio partido, el resultado sería inequívocamente válido. Por eso duda del censo de militantes que llegue a dar por válido la gestora, duda de que el partido deba controlar las cuentas y gastos de cada candidato, y duda de que la gestora no esté humillada a las órdenes e instrucciones de la presidenta andaluza. Sánchez está en su derecho de forzar más aún la maquinaria de odios y rencores en las calderas del PSOE, pero lo cierto es que su táctica basada en el «calumnia, que algo queda…» es inteligente y desgasta a Díaz.

Por eso en junio será imposible reeditar aquellas reconciliaciones fingidas de antaño, en las que los perdedores de los congresos abrazaban al vencedor en busca de clemencia como el boxeador noqueado busca refugio en el cuerpo de su propio agresor… y todos en paz. Ya no habrá paz porque la convivencia entre Sánchez y Díaz será imposible. Todos los sondeos pronostican un lento pero paulatino aumento del PP en intención de voto. De repetirse las elecciones, Rajoy sería ganador con un puñado más de escaños. Si Sánchez ganase de nuevo la secretaría general del PSOE y provocase comicios en otoño -son análisis que conviene ir manejando porque son plausibles-, y obtuviese los peores resultados de la historia del PSOE por tercera vez, ¿de qué habría servido la guerra civil?

Si Sánchez se postula es por esa mezcla de rencor, ánimo de venganza, pulsión de poder y ansias de aliarse con Podemos que destila en cada una de sus apariciones. No tiene más horizonte que la extrema radicalidad. Ese es el error definitivo que Podemos pretende que cometa el PSOE.

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