Un año del 'murcianazo', el aleteo que revolucionó la política española

La iniciativa de PSOE y Cs fracasó y ahondó la crisis del partido naranja, que perdió su primer gobierno

Un año después, varios de los protagonistas de aquella operación ya no están en la vida política

Un año después del 'Murcianazo' varios son los protagonistas de esta operación que no siguen primera línea de la política ABC

Mariano Alonso

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Las publicaciones científicas discuten desde hace décadas qué hay de verdad y qué de mito en la teoría del caos o efecto mariposa. Si el aleteo de ese insecto puede desatar una tormenta o un huracán en el otro confín del mundo. Apelar a ello para referirse a lo ocurrido en la política española hace ahora un año, el conocido como ‘murcianazo’ del 10 de marzo de 2021, se ha convertido ya en un lugar común. Pero lo cierto es que todo lo ocurrido desde entonces, incluida la reciente crisis interna sin precedentes en el Partido Popular (PP) y el final de la era de Pablo Casado al frente del primer partido de la oposición, remiten en última instancia a ese a priori modesto aleteo político. Una moción de censura en un gobierno autonómico, que además ni siquiera prosperó.

Además de Pablo Casado, que en menos de un mes dejará de ser presidente del PP, hay varios actores políticos muy importantes entonces que hoy están fuera de la circulación o de la primera línea política. Por orden de retirada: el ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado ; su compañero en Ciudadanos y entonces número dos del partido naranja, Carlos Cuadrado ; el ex vicepresidente segundo y ex líder de Podemos, Pablo Iglesias ; el ex ministro y ex número tres del PSOE, José Luis Ábalos, y por último, pero obviamente no menos importante en esta historia, el ex secretario general del PP, Teodoro García Egea , murciano de pro y hombre que hasta el momento de su reciente dimisión ha defendido como uno de sus grandes logros su gestión para mantener en la presidencia de la Región de Murcia a su amigo Fernando López Miras , el objetivo a batir en la moción de censura que hace justo un año presentaron el PSOE y Ciudadanos. Desde el primer momento se empleó a fondo para salvar al Gobierno regional.

Y lo hizo acudiendo a la raíz del problema, que estaba en los diputados de Ciudadanos en la Asamblea de Cartagena. Para ganarse su voluntad recurrió a alguien que conocía bien el partido naranja por dentro, su ex secretario de organización, Fran Hervías , quien poco después de la moción anunció su baja como militante del partido naranja, del que era senador, y su alta en el PP. Entre el 10 y el 18 de marzo, día en el que la moción salió derrotada, Hervías comentó a un parlamentario del PSOE con el que tenía trato: «Esto no va a salir» . No era una fanfarronada.

Otros actores de aquella operación sobreviven, e incluso han ascendido. Singularmente el entonces secretario general de la Presidencia y hoy ministro, Félix Bolaños , una de las personas de mayor confianza de Pedro Sánchez, que negoció con Cuadrado aquella fallida operación. Fallida a medias, en realidad, dado que sí prosperó la moción que a la par se presentó en el Ayuntamiento de Murcia, igualmente por socialistas y Ciudadanos contra el alcalde del PP, José Ballesta, quien tuvo que ceder el bastón de mando municipal al socialista José Antonio Serrano. Santos Cerdán, hoy secretario de organización del PSOE, y Bolaños saldrían vivos y reforzados pese a su protagonismo en este lance. La depuración que Pedro Sánchez hizo en su Gobierno el 10 de julio de 2021 tampoco se entiende en toda su magnitud sin ese chispazo murciano y el primer incendio que provocó.

Ayuso activa la bomba

La gran consecuencia se produjo apenas unas horas después. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, reunió a su consejo de Gobierno, del que formaban parte Aguado y el resto de consejeros de Ciudadanos. Fuentes presentes en aquel encuentro relatan una situación surrealista. Los consejeros del PP rellenaban minutos de la reunión hablando de asuntos ordinarios y poco relevantes de la acción del Gobierno regional mientras la propia Ayuso no paraba de consultar el móvil. Pocos sabían que estaba ultimando, en contacto con su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez , y con Pablo Casado, la decisión que iba a convulsionar más todavía aquella mañana. Hasta que soltó la bomba, y les anunció que destituía a los consejeros de Ciudadanos, disolvía la Asamblea de Madrid y convocaba elecciones para el 4 de mayo . Los ecos de la moción, y del adelanto en Madrid, se extendieron por toda España. El mismo 10 de marzo había pleno en el Parlamento de Andalucía y el diputado de Ciudadanos por Córdoba y portavoz adjunto de su partido, Fran Carillo, pronunció una sonada intervención desde la tribuna que enseguida se hizo viral. Parafraseando al presidente de la I República, Estanislao Figueras, Carrillo sentenció: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros».

Poco después dejaría de ser portavoz adjunto y sus discrepancias con la dirección del partido no han hecho sino acrecentarse. En declaraciones a ABC, Carillo señala la moción de Murcia como una decisión que Cs no supo ni siquiera explicar, a su juicio con vagas apelaciones a la corrupción en esa comunidad e incluso al escándalo de la vacunación preferente que había hecho dimitir al consejero de Sanidad del Gobierno, Manuel Villegas , tras haber recibido su dosis junto a centenares de cargos de su consejería pese a no estar en aquel momento entre los grupos preferentes. «En ese momento el ciudadano ve que quien altera la estabilidad institucional es Ciudadanos» concluye Carrillo un año después. «El partido estaba vivo antes de la moción. Un desastre así tendría que haber provocado la dimisión de toda la Ejecutiva y no solo de algunas personas», señala en referencia al cese de Carlos Cuadrado y del por entonces también vicesecretario, José María Espejo, dos hombres que estuvieron en la formación desde sus orígenes en 2006 en Cataluña ya que Arrimadas los eligió como escudos.

El día siguiente del anuncio de la moción y del adelanto electoral de Ayuso era el decimoséptimo aniversario de los atentados del 11-M. El acto anual en el Bosque del Recuerdo de Madrid se convirtió en un ir y venir de corrillos, conversaciones bilaterales e imágenes que captaron los fotógrafos de prensa entre varios de los principales dirigentes del país. «Nos habéis jodido» , le dijo la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, a Casado, tal y como recogió un micrófono indiscreto. A escasos metros, otra conversación Ciudadanos/PP entre la líder del partido naranja, Inés Arrimadas, y el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco , cuyo vicepresidente era entonces el dirigente naranja Francisco Igea . Unos metros más allá Pablo Iglesias y Alberto Garzón tenían un intenso aparte en el que el vicepresidente segundo parecía meditar una importante decisión… Por aquellos días se cumplía el primer aniversario del confinamiento, pero el tablero político había implosionado de tal manera que no parecía haber tiempo para efemérides.

El lunes 15 de marzo llegaba una primera réplica de consideración. El equipo de prensa de Podemos mandaba un vídeo de Iglesias a los periodistas con un escueto enunciado: «Ahí tenéis una noticia». Y vaya si la tenían. Pablo Iglesias anunciaba su abandono del Gobierno para encabezar la candidatura de Podemos a las ya convocadas elecciones madrileñas. Y no solo eso, decidía ungir a Yolanda Díaz , hasta entonces simplemente ministra de Trabajo como su sucesora en la vicepresidencia segunda y futura candidata de Podemos a la presidencia del Gobierno, mientras que Ione Belarra asumiría el Ministerio de Derechos Sociales.

La audaz maniobra («un militante debe estar allí donde es más útil en cada momento», afirmó Iglesias en ese vídeo) precipitaba la sucesión dirigida en Podemos y, por otro lado, intentaba salvar de la desaparición al partido en Madrid, allí donde la escisión liderada por Íñigo Errejón con el apoyo de la exalcaldesa Manuela Carmena le había comido casi todo su espacio electoral.

Iglesias dimite

Después de que Iglesias dimitiese tras la noche electoral del 4-M, el objetivo de la sucesión sigue un año después empantanado, dada la división cada vez más grande entre la nueva cúpula de Podemos, liderada por Ione Belarra y con Iglesias susurrando permanentemente al oído desde sus tribunas mediáticas, y Yolanda Díaz. Pero si el 4-M supuso el adiós de Iglesias, y también la desaparición de Ciudadanos de la Asamblea de Madrid, esa noche fue la consagración de Isabel Díaz Ayuso y todo lo que eso ha conllevado. A la presidenta madrileña le salió a la perfección su apuesta: demostró que existía una vía en el centroderecha para aplacar el ascenso de Vox. Lo que pocos esperaban es que aquella noche empezaría a truncarse la carrera política de Pablo Casado. Y es que lo que por fuera relucía por dentro había empezado a pudrirse. Y de manera irreversible. Aquella misma noche triunfal, los casadistas y los ayusistas se enzarzaron en una muy tensa discusión sobre cómo y de qué manera había que celebrar ese triunfo electoral. Ayuso quería que además de salir al tradicional balcón de Génova pudiese acercarse a los centenares de simpatizantes del PP en la misma acera de la sede. Personas del equipo del PP de Madrid se lo negaron. La tensión fue máxima aunque no trascendió entre la borrachera de la victoria en las urnas. Finalmente Ayuso y Casado aparecieron juntos, sonrientes. Jamás volverían a compartir una noche como esa.

Nada de lo que ha sucedido desde entonces en ninguno de los principales actores puede explicarse sin el ‘murcianazo’. Clave para entender una legislatura sin piedad, tras la que solo Pedro Sánchez y Santiago Abascal repetirán como candidatos.

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