La mujer de Villarejo: «Cualquiera que conozca a mi marido sabe que yo no decidía»
Alcalá asegura ante el tribunal que acabó de administradora de las empresas porque el comisario tenía miedo a morir
Un inspector jefe carga la responsabilidad sobre García Castaño, que declara el jueves: «Me pidió un completo»
La mujer del comisario José Manuel Villarejo, Gemma Alcalá, ha asegurado este miércoles desde el banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional que «cualquiera que conozca» a su marido «sabe» que ella no tenía ni podía tener capacidad de decisión en el grupo empresarial donde figuraba como administradora de varias sociedades. Esto, por cierto, lo achaca al miedo de su esposo a «no volver» de uno de sus viajes a destinos «de alto riesgo».
La declaración de Alcalá, que sólo se ha prestado a responder a su abogado, ponía final este miércoles a la sexta sesión del juicio que sienta en el banquillo a una veintena de personas por tres piezas separadas de la macrocausa sobre las actividades de Villarejo que se investiga en la Audiencia Nacional.
Tras una mascarilla negra, con las manos sobre la mesa y dirigiéndose al tribunal, Alcalá ha insistido en defender que era «administradora de hecho, que no de derecho». «Yo no ejercía labores en sí. Las labores mías en mi trabajo, que yo tenía mi nómina y era una empleada más, eran otras», ha asegurado.
En este sentido, ha asegurado que «bajo ningún concepto» tomaba ella «ningún tipo de decisión» sobre las empresas. «Cualquiera que conozca a mi marido sabe perfectamente que eso no puede ser así. Las empresas tenían cada una su equipo directivo. Y el equipo directivo toma sus decisiones. Y cuando eran decisiones más complejas, él, como presidente, tenía la última palabra », ha zanjado.
La explicación, que acabó en esa posición por Villarejo. «En aquella época mi marido viajaba muchísimo a países de alto riesgo y siempre tenía esa obsesión de que nunca iba a volver . Y entonces me pidió que me quedara, porque esto no deja de ser una empresa familiar, y él se quedaba mucho más tranquilo si la administración quedaba en manos de la familia. Me lo pidió y por supuesto, sin ningún complejo, accedí», ha detallado.
«Todo con luz y taquígrafos»
Con esa premisa, ha negado saber nada de los proyectos Iron -espionaje a un bufete de abogados- ni Land -espionaje entre miembros de una familia- por los que se sienta en el banquillo. Ha llamado la atención sobre el hecho de que durante la instrucción, se le imputaba un delito de suplantación de identidad en el primero de ellos - una llamada al despacho espiado haciéndose pasar por cazatalentos -, que después ha desaparecido del escrito de acusación de la Fiscalía. De igual modo, ha destacado que ahora y no entonces, se le atribuye participar en la recopilación de datos de tres de los supuestos espiados y no sabe por qué. «Es sorpresivo».
Se ha borrado así de los proyectos y de haber conocido si quiera de vista a los clientes que pagaron por ellos. Su rúbrica en los cheques, por cierto, aparecía porque el banco «exigía firma y sello» para poder hacer el ingreso. Un correo en el que está en copia con los antecedentes penales de otro espiado dice que no lo recuerda, pero que quizá se lo habían rebotado para que ella lo mandase a traducir porque procedía de Estados Unidos. «Esa sí era una de mis funciones».
En cuanto a las facturas cuyos conceptos se le acusa de falsear, mismo argumento. Ni era su papel la facturación ni es su firma la que visa los documentos porque la responsabilidad de los pagos la tenía Rafael Redondo (abogado del entramado empresarial) al margen de «decisiones más arriba» que tomaba el propio Villarejo.
«Rafael Redondo era una persona muy exigente y lo sigue siendo y todo lo quería con luz y taquígrafos y muchas broncas en la empresa era cuando a él se le saltaba algo, quería tenerlo todo muy bien estructurado en fiscal y todo. Nunca se ha hecho ningún pago que no estuviera o hecho por transferencia.. o incluso el dinero que llamábamos de caja, con recibo hasta el mínimo taxi. Todo con luz y taquígrafos», ha defendido.
«Me pidió un completo de Balder»
Su testimonio sucedía al del funcionario de Hacienda, Antonio Chaparro y el Inspector Jefe de Información Constancio Riaño, acusados ambos de proporcionar datos privados para negocios del clan; y el abogado de Stuart & Mckenzie David Macías, que ha argumentado que su papel era estrictamente jurídico, desde recopilar información del Registro Mercantil hasta preparar testigos para unas declaraciones. Nada que ver con el fondo de los encargos de Villarejo.
Chaparro, como durante la instrucción, ha contestado a todo el que ha querido preguntar que «nadie nunca» le pidió que accediese al modelo 347 de Hacienda del despacho al que que Villarejo estaba investigando y que él no lo hizo porque ni siquiera ha sabido qué empresa era hasta que le llamaron como imputado. Ahora está acusado.
El funcionario dice que su contraseña era personal e intransferible y sólo podía utilizarse en su propio ordenador. Sin embargo, mientras por un lado no descarta que alguien situado detrás de él le viese introducirla y la memorizase, reconoce también que trabajaba en un despacho individual situado «casi al final del pasillo» . Lo que ha reiterado con fruición es que a la hora a la que se hicieron las consultas no podía estar allí porque dedicaba ese rato a otros quehaceres.
No ha señalado a nadie en concreto, como sí ha hecho Constancio Riaño, que en tiempos estaba bajo mando del comisario Enrique García Castaño en la Unidad Central de Apoyo Operativo de la Policía Nacional. Él que declarará mañana, es el blanco de sus iras. Ha dejado claro que no se fiaba -«anarquía absoluta y enredo continuado»- y le ha acusado de reclamarle la información de bases policiales que ahora está plasmada en el sumario. Lo suyo, según su tesis, sería orden debida.
«Me pidió un completo de Balder», ha dicho, en relación al despacho espiado. «Que había que mirar todo…. todas las fuentes de información, de consulta, todas las instituciones que nos ayudaban en la lucha antiterrorista.. todo, un completo, también compañías de teléfonía», ha asegurado. No se ha dejado preguntar por el abogado de García Castaño, que iba preparado para llevarle la contraria, como sí ha permitido que le interrogase el letrado del comisario Villarejo.
Sobre él, por cierto, ha comentado que le vio una vez salir del despacho de García Castaño en la UCAO pero lo que se comentaba es que iba con asiduidad, tal vez «subrepticiamente, a través del parking». Causaba, ha dicho, «muy buena impresión en general toda la unidad» . «Era un señor que estaba autorizado por los altos cargos políticos del país para tener empresas y teníamos una consideración fantástica de él. Y yo la sigo teniendo », ha zanjado.
Las sesiones se reanudan este jueves con la declaración de García Castaño.