Pedro Sánchez, junto con Carmen Calvo y Josep Borrel en el Congreso de los Diputados EP
Luis Herrero

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Era una posibilidad tan disparatada que casi nadie la tomó en serio. Antes o después —pronosticaba la mayoría de los expertos—, uno de los dos bravucones que están enfrascados en el duelo suicida del choque frontal dará un volantazo y evitará la colisión de las nuevas elecciones antes de que alguno de ellos salga del desafío con los pies por delante. Ahora apenas hay margen para la maniobra evasiva, pero la hipótesis de la galleta sigue siendo tan absurda que aún se escuchan voces que vaticinan una investidura in artículo mortis . El rey ha querido darles la oportunidad de alcanzarla.

Si en la audiencia del martes le escucha decir a Iglesias que está dispuesto apoyar a Sánchez gratis total, Felipe VI aún podría encargarle al jefe de filas del PSOE la formación del gobierno. El calendario lo permite: martes, convocatoria del pleno. Miércoles, debate. Jueves, primera votación. Sábado —casi sobre la bocina del 23—, segunda vuelta. Aún más: si el martes uno y otro se van de Zarzuela sin haber puesto el huevo y luego se arrepienten, aún tendrán 48 horas para rectificar. Debate el viernes, primera votación el sábado y segunda votación el mismo lunes día 23, antes de las 12 de la noche.

Pero ninguna de las dos conjeturas parece realista. El gobierno se ha hartado de decir que Sánchez no está dispuesto a fracasar por segunda vez consecutiva y lo normal, en esas circunstancias, es que el rey que no se lo pida, por mucho que Iglesias haya implorado su mediación en un gesto sin precedentes. Si el monarca le hiciera caso y tratara de presionar al presidente en funciones para evitar a toda costa la repetición electoral, se arriesgaría a sufrir un nuevo desaire. Sería lo razonable. Sin haber suscrito previamente un pacto formal que acredite la rendición podemita, aceptar el encargo regio carecería de sentido. ¿Para qué? Una nueva investidura fallida no solo dejaría a Sánchez a los pies de los caballos, también al rey.

El trabajo del jefe del Estado, en este momento procesal, consiste en consultar a los líderes políticos para saber si alguno de ellos tiene los apoyos necesarios para convertirse en presidente del gobierno . Si hubiera votación y fracasara, significaría que no había sabido desempeñar el papel que le encomienda la ley. En el otro supuesto —el de una investidura sin pacto previo—, Sánchez se vería obligado a renunciar a algo a lo que tiene pleno derecho: presidir un gobierno estable. La búsqueda de la estabilidad ha sido el argumento que ha esgrimido una y otra vez para rechazar los requiebros de iglesias.

No se trata de tener un gobierno a cualquier precio. Es preferible esperar a que las urnas vuelvan a tirar los dados que embarcarse en una legislatura condenada a naufragar estrepitosamente . ¿Qué sentido tiene obligar a Sánchez a encarar un mandato presidencial haciendo frente a la hostilidad de 227 de los 350 diputados que se sientan en el Congreso? ¿Cuánto tiempo tardarían las cañas de sus socios en el experimento Frankenstein en volverse lanzas? Ni Podemos le va a perdonar fácilmente la humillación que ha sufrido estos meses, ni los independentistas tardarán en tirarse al monte una vez que se haga pública la sentencia del procés.

Así las cosas, ¿quién podría reprocharle a Sánchez que declinara el eventual encargo del rey? Su renuncia no tendría nada que ver con la que protagonizó Rajoy en 2015. En aquella ocasión se trataba de poner en marcha lo que hemos dado en llamar el reloj de la democracia . Si nadie hubiera querido ir a una votación fallida, cuatro años después aún seguiríamos a la espera de sortear el agujero legal que convierte en indefinida la duración de una legislatura sin presidente electo. Rajoy se negó a sacarnos de ese agujero, a pesar de haber ganado las elecciones, porque la idea de perder le molestaba más que la de dejar empantanada la situación política del país entero. En esta ocasión, en cambio, Sánchez sí se ha prestado a la derrota para que los plazos empiecen a correr.

Pincho de tortilla y caña a que el martes a mediodía esta legislatura se entrega a una muerte dulce.

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