Muere Julio Araújo, único sospechoso de la desaparición de su pareja Sonia Iglesias en 2010
Estuvo dos veces imputado y el caso tuvo que sobreseerse; se lleva a la tumba el secreto de lo que hizo con la madre de su hijo
Julio Araújo, pareja de Sonia Iglesias y único sospechoso de su desaparición hace diez años en Pontevedra , ha muerto en su casa llevándose con él el secreto y la esperanza de la familia Iglesias. Padecía cáncer hace varios años. Salvo sorpresa se lleva con él a la tumba el secreto de lo que pasó aquel 18 de agosto de 2010, una posibilidad que temían los investigadores. Araújo, padre del único hijo de Sonia, ha estado dos veces imputado y en ambas el caso tuvo que sobreseerse ante la falta de pruebas. Los investigadores de Homicidios le definían como el «tipo más frío y rocoso» con el que se habían topado. Su mujer iba a dejarlo y así se lo había dicho, según el entorno de la víctima. Le había dado de plazo cinco días. Esperó hasta que celebraran la comunión de su hijo. Sonia estaba harta de sus juergas, de sus salidas nocturnas, de que viviera a su costa...
Aquella mañana del 18 de agosto de 2010, miércoles, Julio llevó a Sonia al centro de Pontevedra para que ella dejara un calzado en el zapatero. En teoría, ya no la volvió a ver. Ella salió del local pasadas las 10.15 de la mañana y nunca más se supo. La versión de Araújo es que él regresó a la casa que compartían a poner la lavadora y planchar. Los investigadores sostienen que la mujer volvió a subir al coche.
A las 11.40 de la mañana, Julio llamó desde el teléfono fijo a su primo José y le invitó a tomar un café. Días después, este hombre declaró a la Policía que le pareció extraño que lo llamara porque no era habitual y además lo notó raro. Los investigadores no creyeron que esa comunicación fuera hecha de modo casual por Araújo, sino para que apareciera en el listado de llamadas cuando los agentes lo solicitaran.
A las 13.30 le llamaron desde la tienda de Massimo Dutti de la que Sonia era encargada preocupados por su inexplicable ausencia y porque no contestaba a su móvil. Según él, a partir de ese momento salió a buscarla. A las 15.15 de la tarde, el teléfono móvil de Araújo saltó en el repetidor del Monte Castrove, un lugar inexplicable para buscarla. No se pudo precisar en aquel momento qué distancia concreta abarcaba ese repetidor y si era posible que el teléfono hubiera saltado ahí por la saturación de otras antenas. Esa distorsión no ayudó en absoluto al avance de las pesquisas. Pero todavía había más sorpresas, preparadas a conciencia por el sospechoso, según creen los investigadores.
En el registro de la vivienda que la pareja compartía con su hijo (tenía entonces nueve años), en concreto en una papelera del baño se halló un preservativo usado. Araújo argumentó que era falso que Sonia fuera a dejarlo porque habían mantenido relaciones las horas anteriores. Los análisis de ADN confirmaron que había mentido: no había ni rastro de material genético de la mujer.
En esos primeros días se examinaron una a una todas las cámaras que podían arrojar luz, con especial atención a las de tráfico de la ciudad. Los investigadores aportaron hace dos años un informe, que recoge el recorrido de un Daewoo Kalos, el coche que tenía Araújo, desde la plaza del Mercado (el inicio del recorrido a la hora en que Sonia habría salido del zapatero) hasta el final de la avenida Juan Carlos I, a menos de 300 metros de la casa de San Mauro, registrada en 2018.
El informe de las cámaras de tráfico y el recorrido de ese vehículo (no se ve matrícula ni se distingue a quienes circulan) se puso en relación con la declaración de una testigo que aseguró ver a Julio Araújo -le conocía- en un punto determinado de ese recorrido, al volante del coche. La última cámara que graba el Daewoo está a unos metros de la zona última zona que fue inspeccionada con todos los medios técnicos disponibles.
A Araújo le interrogaron hasta cinco veces los agentes de Homicidios de Madrid. Nunca ha reconocido nada. «Tendrán que demostrarlo», solía decirles. El último contacto de Sonia fue con Julio Araújo. La cartera de ella apareció en un poblado chabolista, al pie de un monte de Pontevedra que se peinó sin resultado. Meses después se encontró su DNI junto a un coche. Lo habían dejado ahí poco antes porque no estaba deteriorado. Su móvil se apagó aquel 18 de agosto de hace diez años. La Policía y su familia saben que también se apagó su vida.
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