De Sol a La Moncloa: un 15-M lejos del espíritu de «renovación»

El partido de Iglesias nació criticando a la «casta» por la gestión de la crisis de 2008, ahora controlan otra desde el Gobierno

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El candidato a la investidura, Pedro Sánchez (d), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias (i), estrechan sus manos tras el acto de firma del acuerdo programático con las principales medidas que tomará el futuro Gobierno de coalición EFE | Vídeo: PP acusa a Iglesias de sacar la suite de Ayuso para "desviar el debate" (EP)

Gregoria Caro

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Pese a cumplirse nueve años del 15-M, la Puerta del Sol, en Madrid, epicentro de las protestas y acampadas de los «indignados» de mayo de 2011, estuvo ayer más vacía que nunca. Consecuencia de la crisis sanitaria del coronavirus. No obstante, en los últimos años los aniversarios no habían sido una gran fiesta. El movimiento se ha desinflado , aunque siguen convocándose actos en el kilómetro 0. Allí fue donde se gestó Podemos, canalizando el voto del descontento con los partidos tradicionales, con altas dosis de populismo e imponiéndose a otras iniciativas políticas.

«Si la mayor expresión social de la crisis orgánica fue el movimiento 15-M, la mayor expresión política ha sido Podemos», escribió Pablo Iglesias en «Entender Podemos», un artículo para la revista «New Left Review» (mayo, 2015). La trayectoria, sintetizada al máximo, es un viaje desde las plazas del país a La Moncloa. Pero Podemos no es el 15-M , aunque lo cierto es que no hubiese existido el partido sin aquel movimiento. En 2010, el malestar se multiplicó entre el electorado más joven, que se sentía huérfano tras la gestión de la crisis de 2008.

El chalet de Galapagar

El 15-M estalló poco antes de las elecciones municipales y autonómicas de 2011. «PP y PSOE no nos representan», fue el eslogan icónico. En aquellas urnas se reflejó el descontento y esa pérdida de confianza en el bipartidismo anunciaba el fin de su hegemonía. Unos años después, Podemos se presentó como la «nueva política», hoy ya no tan fresca, fruto de un progresivo desgaste en su suelo de votantes . Las dudas sobre la financiación del partido, las crisis territoriales y las guerras internas les erosionaron. Pero la compra del chalé en Galapagar fue un punto de inflexión que desestabilizó al partido y obligó a Iglesias a repensar su estrategia.

«El 15-M sirvió de válvula de escape a esas frustraciones» tras las crisis, explica Iglesias en el artículo citado. También señala que « puso a la izquierda contra el espejo , revelando sus carencias». Podemos nació tres años después, en 2014, para ocupar ese espacio de ruptura, utilizando como revulsivo la «indignación» del 15-M. El PSOE y la vieja guardia de Izquierda Unida ni supieron leer el hueco ni apoyaron el 15-M. Fue impulsado por una amalgama de colectivos.

Entre ellos, Juventud Sin Futuro , donde estaba Íñigo Errejón , y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), de donde salió Irene Montero , hoy ministra de Igualdad. Con el tiempo, el éxito de Podemos absorbió al movimiento. El partido se apropió de gran parte de las reivindicaciones de los «indignados» e hizo suyos sus espacios . Por ejemplo, el pacto de Iglesias y Alberto Garzón para ir juntos a la elecciones se selló en Sol.

La esencia del 15-M, sin embargo, se fue marchitando en el partido. La rápida subida de Podemos, tercera fuerza parlamentaria en sus primeros comicios, hizo que el partido joven pronto «envejeciera». La formación que nació de criticar al «régimen del 78», los modelos orgánicos tradicionales, la opacidaz, los liderazgos autoritarios, la corrupción... Al poco tiempo de alumbrar tuvo que hacer frente a críticas por hiperliderazgo , verticalismo, incongruencias en su discurso, purgas y a una ejecutiva nacional reducida al núcleo de confianza del secretario general.

Cofundadores del partido, como Errejón o Carolina Bescansa , que abandonaron el barco tras ser apartados por desconfianza; dirigentes Anticapitalistas, hoy fuera, y críticos como Fernando Barredo , el único rival de Iglesias en la Tercera Asamblea que empezó ayer, han denunciado en diferentes ocasiones que Podemos se ha alejado del espíritu de «renovación» del 15-M y ha terminado por parecerse más a los partidos tradicionales que criticaba.

La coalición con el PSOE

Pactar la coalición con el PSOE significó renunciar a propuestas moradas más ambiciosas y a más influencia en el Gobierno. Podemos pasó de tener 71 diputados en 2016 a 35 el pasado 10-N. Aunque esos números no evitaron que Iglesias se convirtiera en vicepresidente del Gobierno, aprovechándose de la fragilidad del PSOE. Era, además, la forma de garantizar la supervivencia de las siglas. Aunque esa alianza con el PSOE rompiese con alguno de sus principios fundacionales. De hecho, Anticapitalistas abandonó en febrero el partido por ello. «Podemos no es hoy la organización que aspirábamos a construir en un principio», denunciaron ayer.

Acelerar medidas moradas

No obstante, durante la crisis sanitaria, Iglesias ha conseguido introducir y acelerar algunas de las medidas más ideológicas de Podemos. El Gobierno aprobará el ingreso mínimo vital en las próximas semanas y el grupo parlamentario llevará al Congreso una «tasa de reconstrucción» a las grandes fortunas . Dos medidas que defienden desde que levantaron el campamento de Sol y que el PSOE aún no contemplaba.

En el último Comité Ciudadano Estatal, Iglesias apeló al 15-M y reivindico su gestión: «Nacimos de las consecuencias de la crisis de 2008 y años después podemos afirmar que nuestro papel en esta crisis contribuye a que se afronte de otra manera».

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