Miriam González Durántez: «Hacen falta partidos moderados en España»

Esta especialista en comercio internacional y reglamentación europea acaba de presentar «Devuélveme el poder», un alegato a favor de una reforma liberal en nuestro país

Adrián Marina Bralo

Adrián Marina Bralo

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Ha pasado por países como Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos, donde vive ahora. En todos ellos, la abogada especialista en comercio internacional y legislación europea Miriam González Durántez (Olmedo, Valladolid, 1968) ha engrosado su currículum hasta niveles sublimes. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico o la fundación Inspiring Girls (fundada por ella misma) son solo algunos de los lugares por los que ha pasado. Pero España siempre ha estado ahí . Cuando su marido, Nick Clegg, fue vice primer ministro del Reino Unido, la acusaban de ser «muy española», dice a este diario cuando presenta «Devuélveme el poder» (Península), un libro en el que argumenta por qué urge una reforma liberal en nuestro país.

Usted afirma que en España se hace política tribal. ¿Por qué?

Como consecuencia de la dictadura, en la que no echamos al dictador sino que murió en la cama, la Transición estructuró el régimen político de forma cerrada sobre dos columnas muy férreas de poder para que no descarrilara nada, el bipartidismo. Los nuevos partidos se siguen integrando en estas dos columnas, que dan lugar a una política muy tribal. Las discusiones constructivas entre personas que piensan de manera distinta son más difíciles en nuestro país que en otros. Ahora se empieza a ver en otros países, como en el Reino Unido o en Estados Unidos, pero la diferencia es que nosotros lo tenemos desde hace décadas.

También asegura que los partidos políticos «lo pueden, lo manejan y lo controlan todo, nada se les escapa».

«Los políticos se sienten responsables ante el líder, no ante el votante. No vuelven a sus circunscripciones electorales»

Son omnipotentes. Se encontraron con un sistema, aprobado por todos, que concentra mucho el poder en sus manos. La partitocracia tenía sentido en un momento muy complejo, pero el sistema no se ha modernizado con el paso del tiempo y ese gran poder lo han ido extendiendo. Controlan la contratación pública, los procesos legislativos y la reglamentación económica sobre las empresas, interfieren en encuestas, universidades y Justicia como no se hace en otros países. También en la Administración, que debería estar para controlar a los políticos.

¿Por qué cree que las listas abiertas ayudarían a combatirlo?

No tiene ningún sentido que no pueda votar a la persona que yo quiero. ¿Por qué no puedo? ¿Porque el líder decide quiénes son las personas que van en una lista? Ponen a los candidatos a dedo, no lo esconden. ¿Por qué he tenido que cederles ese poder? De ahí surgen muchos males, porque esos políticos se sienten responsables ante el líder, no ante el votante. No vuelven a sus circunscripciones electorales.

En su libro habla de «la dimensión del político aislado». ¿Qué es lo que provoca?

Lo que le acaba de pasar a Albert Rivera, por ejemplo. Cuando todo el país sabía lo que le iba a ocurrir, él no se daba cuenta y no reaccionaba. Ha estado seis meses empecinado cuando la mayoría de las personas, tanto de su cuerda como de otra, le podían haber contado lo que le iba a suceder. Estás rodeado de asesores que te cuentan que todo va bien y te convences. Pasa en todos los sitios. Tony Blair tenía a toda Europa en la calle diciéndole que se estaba equivocando y siguió.

«Cuando estaban más o menos en el ámbito liberal, Ciudadanos seguía creciendo, pero giraron a la derecha. En ese momento, el votante se planteó por qué votar a la copia»

Varios partidos liberales han acabado fracasando en España. ¿Puede que no hayan sido capaces de diferenciarse de los conservadores?

Creo que ha habido personas que se han definido como liberales cuando no lo eran. Tenían una versión parcial del liberalismo en la parte de la política económica, pero no en toda, y desde luego no en lo social. Al revés: han sido políticos de ordeno y mando, de controlar todo lo demás salvo a ellos. Lo que yo no acepto es que Ciudadanos haya colapsado como opción liberal. Un partido tan nuevo tarda tiempo en ubicarse. Cuando estaban más o menos en el ámbito liberal seguían creciendo, pero giraron a la derecha. En ese momento, el votante se planteó por qué votar a la copia cuando podía votar no a uno, sino a dos originales. No es un fracaso del proyecto liberal de Ciudadanos, sino que el partido se mueve por el líder y sus personas cercanas. Se crea una disensión, hay una actuación de «quien no quiera que se vaya», que es lo menos liberal que te puedas imaginar, y cae el partido. Es una pena porque yo creo que es un partido que hace falta. Hacen falta partidos moderados en España.

Antes hablaba de las personas que tenían ideas liberales económicas pero no sociales. ¿Es compatible el liberalismo con el Estado del Bienestar?

Por supuesto. Y yo he visto un liberalismo en el Reino Unido que estaba centrado en mantenerlo en un momento muy muy difícil económicamente, en un país en el que hay poco estado de bienestar. Yo creo claramente en todos los conceptos de progresividad en los impuestos. Pero hubo gente muy descontenta porque había políticas de austeridad. Eso es una cosa distinta. Se centraron en la franja más baja, y no se dieron cuenta de que la siguiente también sufría. Y la mitad de la siguiente también. Es el choque del 2008, que ha sido como un paro cardiaco en todo el mundo.

¿Cuál es la diferencia entre el liberalismo y el capitalismo extremo?

El liberalismo va hacia la reglamentación porque tiende hacia la igualdad de oportunidades. El liberalismo es poner el valor en el individuo, independientemente de en qué familia naces, de qué manera, en qué sitio... Necesitas igualdad de oportunidades, equilibrando a los unos con los otros. Por eso, desde el siglo XIX, todas las opciones liberales de verdad van en ese sentido, pero sobre todo destacando el valor de la reglamentación. Un capitalismo extemo quieren que no les regulen nada. El liberalismo dice «no, lo que tengo que hacer es entrar aquí a regular y a controlar, limitar el poder».

«¿Cuanto más liberalismo, menor protección al trabajador? No estoy de acuerdo»

En su libro, habla de los cambios en el mercado de trabajo, que ya no debería regirse tanto por horas trabajadas sino por consecución de objetivos para lograr una mayor conciliación. Sin embargo, ¿esa flexibilidad no podría dar lugar al efecto contrario?

Claro, todo es buscar un equilibrio. ¿Dónde pones el límite? Ningún país lo ha encontrado todavía. Por un lado es fantástico porque pone el poder en ti, te creas tu modelo de trabajo personal y te da muchísima libertad, pero pierdes muchísimos derechos porque no estás sindicalizado. ¿Cómo lo reequilibras? Pues vuelta a la reglamentación. En la Unión Europea (UE), a nivel de sentencias del Tribunal de Justicia de la UE. Cada uno lo está intentando hacer. ¿Cuanto más liberalismo, menor protección al trabajador? No estoy nada de acuerdo.

¿Cuál es la imagen de España en el exterior?

En Estados Unidos, España ni lo ven. No es específico de España, le ocurre en general a casi toda Europa, salvo un poquito de Francia o Alemania. En toda Europa yo creo que todavía se nos ve como un país serio, no solo folclórico. Me parece que de ahí es de donde se podía tirar más en la UE, porque es muy importante demostrar en ese equilibrio de países que hay Estados en el sur que son serios de verdad, que no solo están haciendo reformas cosméticas. Es cierto que se percibe más orgullo que ambición y hay poca contribución real a la política europea.

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