Un millón de afectados por el trauma de las desapariciones

Un estudio concluye que los familiares de desaparecidos sufren graves secuelas como depresión, alteraciones cognitivas y trastornos

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No duermen, no comen, no descansan, no viven. Son las víctimas secundarias de las desapariciones, los familiares a los que se les acaba la vida a partir de una llamada o de una ausencia que se prolonga en el tiempo o para siempre. Hoy el Congreso de los Diputados acoge a muchas de estas familias para conmemorar el Día de las personas desaparecidas sin causa aparente . Según los últimos datos, las Fuerzas de Seguridad buscan a 5.529 desaparecidos de los que la mitad son menores. Niños y adolescentes a los que alguien se llevó a la fuerza en algunos casos.

Ayer se presentó un estudio pionero que evalúa la sintomatología postraumática en familiares de personas desaparecidas y que contiene datos demoledores sobre las consecuencias psicológicas de la ausencia de un ser querido. Elaborado por los profesores universitarios Aida de Vicente Colomina y Pablo Santamaría Fernández explican que desde el año 2012 más de un millón de personas han podido sufrir esas consecuencias y anticipan que otras 134.106 pueden verse afectadas cada año por ese estrés en España. Incertidumbre, alto nivel de preocupación y rumiación (volver de manera repetitiva a pensamientos referidos al acontecimiento traumático), ansiedad, depresión e interferencia en la vida diaria son algunos de los síntomas.

En la muestra se han tomado dos grupos de referencia: 36 familiares de desaparecidos a través de la Fundación Europea por las personas desaparecidas (QSDglobal), y población en general. De los familiares, 26 son mujeres, y proceden mayoritariamente de Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana. Un tercio son padres de desaparecidos. Casi la mitad llevan padeciendo esa tortura entre 4 y 10 años.

Los autores del estudio utilizaron un cuestionario de impacto del trauma con 239 ítems que evalúan la frecuencia en el último mes de síntomas y conductas y proporcionan puntuación para 29 indicadores de salud psicológica e impacto social del trauma. Los familiares que se sometieron a este cuestionario presentan puntuaciones muy elevadas en 26 de esos marcadores: deterioro en el funcionamiento, intrusión (revivir el acontecimiento una y otra vez), depresión, disociación, trastornos del sueño, alteración cognitiva y del estado de ánimo y un largo etcétera que incluye ideas suicidas. El dolor en estado puro.

Según explicaron ellos mismos, ese dolor y esos síntomas se agravan porque sienten que la respuesta y los recursos por parte de quienes tienen que buscar a sus seres queridos son insuficiente y que el trato no es el más adecuado a veces. Se sienten cuestionados, desamparados e indefensos. Son víctimas secundarias. Hoy muchos de ellos, ya viejos amigos unidos por la misma tragedia e idéntico vacío, volverán a abrazarse y a pedir que sus hijos, padres, hermanos... regresen a casa algún día.

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