La primera reconstrucción de crimen, en vídeo
Miguel Carcaño: «Yo cogí el cenicero y le pegué aquí»
No hacía ni un mes desde la desaparición de Marta del Castillo cuando el autor confeso daba una primera versión del asesinato
17 de febrero de 2009. No hacía ni un mes que había desaparecido la menor sevillana Marta del Castillo . La Policía ya había detenido a tres amigos suyos: Miguel Carcaño, Samuel Benítez y un menor de solo quince años al que apodaban «El Cuco». Carcaño había confesado ser el autor del crimen y que los otros dos le habían ayudado a deshacerse del cadáver en el río Guadalquivir. El juez instructor Francisco de Asís ordenó una reconstrucción de los hechos en el piso de la calle León XIII donde habían sucedido.
Era la casa que compartían Carcaño y su hermano mayor. «Ella estaba aquí... Estábamos discutiendo. Y una de las veces yo cogí el cenicero y le pegué aquí...».
En esa primera versión (ha llegado a dar hasta siete distintas ) cuenta cómo discutió con Marta, la golpeó en la cabeza con un cenicero y luego llamó a sus amigos para que le ayudaran. «Después de propinar el golpe y que Marta quedara en el suelo ¿cuáles fueron sus movimientos dentro de la casa?», quiso saber el instructor. «Solté el cenicero en la cama, me agaché. Estuve con ella un rato. Me levanté. Fui al salón. Cogí el móvil y dinero que había de Marta allí en el salón y salí para la Mina».
La búsqueda en el río Guadalquivir del cadáver de la menor comenzó en cuanto Carcaño y su amigo contaron durante sus declaraciones que la arrojaron al agua . «Le cogí la mano, le seguí hablando... no me contestaba. Me quedé aquí hasta que llamó al porterillo Samuel. Llegó Samuel y me empezó a recriminar lo que había hecho». El juez tenía grandes dudas sobre esa versión. Tenía razón porque a medida que pasó el tiempo los implicados fueron cambiando sus palabras. Ninguna de las declaraciones ni de las reconstrucciones ha logrado arrojar luz para que se encuentre el cuerpo de Marta. Carcaño fue condenado a 20 años de prisión por el asesinato y posteriormente el Tribunal Supremo elevó la condena un año y tres meses por un delito contra la integridad moral por el sufrimiento causado a su familia al no dar razón del paradero del cadáver.
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