Manuel Marín - Análisis

«¿Nos meterán en la cárcel?»

Manuel Marín

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La clave más realista de lo que está ocurriendo en Cataluña ya no es tanto la espuma del desafío independentista, sino la agitada marejada de fondo que empieza a dar síntomas de ruptura entre ERC y el PDeCAT. Los dos socios causantes del estropicio catalán ya no se fían el uno del otro, y la unidad fingida durante dos años empieza a resquebrajarse porque intuyen el final de un ciclo y el olor a urnas… Y no precisamente para un referéndum o un plebiscito.

La negociación de los presupuestos catalanes puso de manifiesto las irreconciliables disensiones ideológicas entre los dos partidos y, a su vez, la de ambos con la CUP. Solo la decisión del Tribunal Constitucional de anular la partida presupuestaria destinada a una consulta expresamente prohibida les mantiene virtualmente juntos colgados de la brocha del victimismo y la supervivencia. La gran duda que se cierne sobre el PDeCAT y ERC es si llegarán a revalidar la candidatura conjunta de Junts Pel Sí, ahora que los republicanos parecen haber fagocitado a una antigua CiU en riesgo cierto de descalabro e incapaz de sostener ya los principios de una derecha liberal clásica. Cuando Artur Mas decidió equipararse a ERC, sepultó la credibilidad de su partido. Y así, hasta hoy.

La insumisión a las decisiones judiciales que tumban una y otra vez los abusos del separatismo no es una opción, salvo para la CUP. Las soflamas y arengas por la independencia están bien como parte del gran negocio político y emocional del secesionismo. Forman parte del paisaje. Pero la desobediencia no cabe como alternativa, y tanto Oriol Junqueras como Carles Puigdemont son conscientes de ello.

Según sus cálculos iniciales, hace ya unos días debió declararse unilateralmente la independencia. Aquel día, Puigdemont preparaba las maletas para acudir a unos bolos residuales en Estados Unidos a vender su monserga y justificar cómo en un Estado de derecho procede burlar la ley basándose en una historia falseada. No ocurrió nada. Aún no hay secesión. Por eso es un ejercicio de simple retórica ese «¿Qué harán? ¿Nos meterán en la cárcel?» que ayer invocó Junqueras con perfiles de histrionismo para anunciar por enésima vez que desobedecerán al TC y convocarán un referéndum. La respuesta a una hipotética rebelión, o a la sedición, no está en la política, sino en el Código Penal mientras esté vigente. Y del mismo modo que Junqueras se pregunta eso, llegado el caso habrá cientos de miles de españoles preguntándose justo lo contrario: «¿Qué harán? ¿No los van a meter en la cárcel?».

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