Manuel Ventero

La mejor España

Con sobreentendidos, cierto es, Felipe VI se hizo entender

MANUEL VENTERO

Desde 1975, año de la «reinstauración» de la Monarquía, el palacio de la Zarzuela siempre ofreció el ambiente familiar adecuado para el Mensaje de Navidad. La tradición sólo fue interrumpida en 2015, cuando Don Felipe, enfrentado a una compleja situación política, con un Ejecutivo en funciones, un presidente por investir y una amenaza secesionista en Cataluña, decidió utilizar el Salón de Tronos del Palacio Real. Felipe VI buscó entonces una «mayor solemnidad» y concedió intencionadamente al discurso de Navidad un rango de «acto de Estado», reuniendo para ello todos los símbolos propios del poder.

En este año 2016, con parte de estos asuntos resueltos, el Rey regresa a Zarzuela para dirigirse a los españoles en el discurso más libre y personal de cuantos pronuncia el jefe del Estado a lo largo del año: el Mensaje de Navidad. Y aborda, en este caso, hasta cinco grandes asuntos: la crisis económica, la situación política, la «leal» convivencia entre españoles y las nuevas formas de comunicar imperantes, además de la necesidad de pensar en la España que siente y cree: «la mejor España».

En su repaso a la situación económica y social, Don Felipe subraya la «esperanza» de una recuperación «que ya hemos iniciado», pero no olvida el sufrimiento aún presente entre muchos españoles y la necesidad de crear más puestos de trabajo «y de calidad», como también de «corregir las desigualdades derivadas de una crisis tan profunda». Recuerda el Rey las obligadas «oportunidades de futuro» que hemos de ofrecer a nuestros jóvenes y compromete con los más desfavorecidos «la certeza de que no se quedarán en la soledad del camino que España tiene que recorrer en el siglo XXI».

Situación política

Sobre la situación política, el Monarca da por «superada» su «complejidad», pero insta a los partidos a un diálogo «que permita preservar e impulsar los consensos básicos» necesarios para orientar oportunamente el país, para templar el ánimo de una nación que recupera el pulso institucional tras una serie de acontecimientos inéditos que requirieron la intervención discreta pero eficaz de la Corona, en un escenario incierto, caracterizado por la ausencia de Gobierno y de mayorías suficientes para conformarlo.

Don Felipe insiste en la necesidad de cuidar nuestra «convivencia», de observar un profundo respeto a los demás, en todos los ámbitos, y asevera que «la intolerancia y la exclusión, la negación del otro o el desprecio al valor de la opinión ajena» no caben en «la España de hoy».

Con sobreentendidos, cierto es, Don Felipe se hizo entender

También alude el Rey al desafío sistemático de los secesionistas catalanes, advirtiendo de las consecuencias de transgredir las leyes que «garantizan nuestra democracia y libertad». Lo hizo sin citarlo, bien es cierto, aunque conviene tener presente que la Constitución otorga al Rey un papel moderador caracterizado por la discreción, una función que opera en el ámbito de la «auctoritas» y no de la «potestas»; que su tarea como rey democrático le aleja de la lucha partidaria, de la toma de posición; que su política es de Estado, que no de gobierno; y que cualquier extralimitación en este sentido pondría en riesgo el complejo sistema de equilibrios propio de una monarquía parlamentaria, la única monarquía compatible con un régimen constitucional, la misma que en su día diseñó el poder constituyente y refrendó el pueblo español un 6 de diciembre 1978. Con sobreentendidos, cierto es, Felipe VI se hizo entender, y así, horas después de que el presidente de la Generalidad invitara a las fuerzas sociales y políticas catalanas a reivindicar una consulta popular que legitime su anhelada proclamación de una Cataluña independiente, el Rey aclaraba que la vulneración de la Constitución no puede acarrear otra cosa que «tensiones y enfrentamientos estériles», además de un «empobrecimiento moral» imperdonable. El Rey recuerda que el progreso de una sociedad democrática precisa del «respeto a la Ley» y apela en su discurso a una leal voluntad de construir entre todos «la España que queremos para las próximas décadas».

Don Felipe también se detiene en las nuevas formas de comunicar, de informar y generar opinión, aclarando que estamos ante un nuevo paradigma, propio de un «mundo que traspasa fronteras, sociedades, generaciones y creencias», y señala la educación como la «clave esencial» para afrontar los nuevos desafíos, si bien «preservando los valores humanos que nos identifican y nos definen».

Y por último, Felipe VI presenta «la España en la que creo», como también su convicción respecto de «una España consciente, solidaria, firme en sus valores, alejada del pesimismo, de la desilusión o el desencanto», su creencia firme y decidida en «una España decidida a superar las dificultades». En suma, «la mejor España».

Manuel Ventero es director de Comunicación de RTVE y autor del libro «Los Mensajes de Navidad del Rey».

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