Mas se infiltra en la CUP

Nadie quiere dar la cara de un modo oficial sobre qué pasó en el recuento de la asamblea de la CUP, pero muchas son las filtraciones que llegan desde la organización diciendo que el empate fue mentira, que ganó por la mínima el «no» investir a Mas, y que la argucia de las tablas se pactó por la amenaza de romper el partido de los partidarios del presidente en funciones.

En cualquier caso, y en cualquier trampa, según fuentes de Esquerra, de Convergència y de la propia CUP, el fraude asambleario habría sido total, para evitar de una parte el «no» a Mas, y de la otra, que los partidarios del «president» rompieran el partido. ¡Viva la democracia!

Los reductos asamblearios no significan mayor libertad, sino un modo más fácil de manipularla. Nunca en la vida, desde la recuperación de la democracia, se había puesto en duda, en el sistema político español, la veracidad de un resultado. Sólo los que se quieren saltar las leyes discutieron la nítida derrota del soberanismo el 27-S; y sólo los que creen que la democracia es cuando ellos ganan, se atrevieron a no explicar la verdad de la asamblea del domingo, con los resultados de una votación ajustada, pero clara.

Mas ha convertido la independencia de Cataluña en un problema personal, pero el pueblo no sólo no le sigue sino que le pide que se aparte, y sus intentos por aferrarse al poder rozan lo patético. Su agonía puede alargarse, y su incertidumbre. Pero Mas no encarna la épica de la minoría que dice querer «liberarse» de España, por mucho que esta minoría haya sido graciosamente, militarmente, burda y brutalmente infiltrada, y Convergència vaya a hacer de ella lo que le dé la gana.

Si la CUP acaba invistiendo a Mas, será porque no tiene más remedio y procurándole a continuación un Vietnam del que nunca va a recuperarse.