Salvador Sostres
Mas con su folio en el bolsillo
El error más garrafal fue el de Mas, suicidándose en favor del pacto de legislatura con la CUP. El expresidente de la Generalitat es hoy un muerto en vida que va por el mundo con un folio doblado en el bolsillo en el que está impreso y firmado su acuerdo con la CUP: lo saca y lo agita compulsivamente, clamando por todo lo que los antisistema se comprometieron a hacer a cambio de su cabeza, y están incumpliendo. El error fundamental de Mas fue confundir una manifestación con un pueblo, y en lugar de admitir que se había equivocado, y dimitir como hacen los hombres honrados, inició una delirante carrera hacia ninguna parte, hasta que la CUP fue el espejo de su mentira y le engañó tal como él había engañado a todos los catalanes.
Mas es hoy un hombre destruido y enloquecido, arrepentido de haber renunciado a la presidencia, enfadado con todos como si le debiéramos algo, y él y los suyos le hacen la vida imposible a Puigdemont lanzando mensajes contradictorios, intentando patéticamente aparecer en todas las fotografías, y organizando grotescos actos con grotescos debates que sólo sirven para demostrar que el hombre ha perdido el norte, y que es el único que todavía no se ha enterado de su irrelevancia de cadáver conservado en el frigorífico.
El vicepresidente económico de la Generalitat y presidente de Esquerra, Oriol Junqueras, tuvo ayer que llamarle al orden, porque Mas va por los medios de comunicación vaticinando que la CUP no votará los presupuestos y que ello significará el final de la legislatura.
Bajo su batuta caótica e histérica, Convergència trata de refundarse sin saber ni cómo tiene que llamarse; arrinconada en una izquierda que no es su espacio natural y donde siempre ERC va a derrotarla; y con el delirio de decir unos días que ya ganaron las elecciones y que sólo queda redactar una Constitución y aprobarla, y los otros que el independentismo no tiene suficientes apoyos y que hay que ensanchar su base.
Mas, que es el mayor gafe que ha dado España desde la recuperación de la democracia, ha destruido Convergència diezmándole los votos y dejándola arrinconarla y sin espacio político; y se ha destruido también él mismo, y hoy vaga por Barcelona con su absurdo enfado y su folio en el bolsillo, todavía más absurdo.
Ni él ha sabido comprender a su país, equivocándose en todos los diagnósticos, en todas las estrategias, y en todas las alianzas, que peor no podían haberle salido; ni su país le ha querido nunca, demostrándole un seco desprecio en las urnas que él nunca ha asumido, escondiéndose tras Oriol Junqueras para disimular sus naufragios. Su mujer y sus hijos, con todo el cariño, tendrían que llevárselo a casa, planear viajes juntos, y ahorrarle este inmenso ridículo.