Los marroquíes, primer puesto en la inmigración ilegal

Son el grupo más numeroso, como en 2017, y se cree que el paro y el descontento están en el origen de este éxodo

Salvamento indica que la mitad de los magrebíes que rescata, algunos de ellos argelinos, son menores

Por país de origen, el grupo más numeroso de inmigrantes que entra a España de forma ilegal no pertenece por segundo año consecutivo a ningún enclave subsahariano, sino a Marruecos. Según datos del Ministerio del Interior, un 17% de las 19.997 personas detectadas a mediados de julio eran marroquíes. La misión de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) de la ONU en Madrid sugiere que ese primer puesto no es real, habida cuenta de que son muchos los africanos que llegan indocumentados y se niegan a identificarse para evitar así posibles repatriaciones. No obstante, desde Salvamento Marítimo certifican que a fecha 15 del pasado mes de los 16.500 rescatados que llevaban contabilizados a lo largo del año, la cuarta parte (3.950) procedía del Magreb – «algún argelino, pero sobre todos marroquíes», precisaban– y que ellos, la mitad eran menores: 2.159, esto es, más de un 54%.

Sin ir más lejos en junio, la Policía Nacional desarticuló en coordinación con Europol una compleja trama de tráfico de niños no acompañados marroquíes que había logrado ingresar en España a más de un centenar, eso sí, previo pago de cantidades de 1.500 a 8.000 euros si el viaje se hacía en patera o de 6.000 si a la víctima se le proporcionaba un pasaporte para que pudiera cruzar el Estrecho en ferry. Se neutralizó conjuntamente una segunda organización que se dedicaba a su vez a raptar a esos niños y adolescentes marroquíes una vez que alcanzaban de forma clandestina nuestro país para pedir rescate a sus familias. Hubo 22 detenidos, varios eran también naturales de Marruecos y algunos incluso trabajaban en centros públicos de acogida de menores en Asturias.

Con todo, en las instancias oficiales es sabido que ninguna estadística de ingreso irregular de marroquíes en España es cierta y que las cifras verdaderas son bastante mayores, puesto que hay entradas que no se detectan. El sábado tocó tierra por sus propios medios en Málaga una embarcación con 11 varones a bordo, todos marroquíes y 8 de ellos menores, que de no haber sido interceptados por la Policía Nacional no figurarían en ningún registro y podrían haberse confundido entre el resto de la población.

La patera que llega a la playa no es la única vía para pasar inadvertidos ya que, a diferencia de los subsaharianos, los marroquíes se enfrentan a una muy probable expulsión –algunos en 72 horas– cuando son identificados. Por eso, también se recurre a los dobles fondos de vehículos para traspasar las fronteras por Ceuta y Melilla, a motos de agua para cruzar de forma exprés el Mediterráneo o a documentación falsa que les permita subir al barco que atraca en Algeciras.

La «bomba» del descontento

Al término de 2017, la agencia europea interfronteras, Frontex, ya subrayó que el 40% de los localizados ese año en la ruta por mar a España eran magrebíes. Según datos de Interior, exactamente el 19% de Marruecos y el otro 19% de Argelia, una inmigración esta última que protagonizó una avalancha hacia nuestras costas más adentrado el verano, a partir de septiembre, que duró hasta noviembre.

En cuanto a Marruecos, la represión en el Rif, reavivada en 2016 y desde entonces agitada por jóvenes en paro, se cita reiteradamente como principal razón del éxodo migratorio. Pero hay causas más profundas. El Alto Comisionado de Planificación, institución encargada de las estadísticas oficiales de ese país, explicó el pasado febrero que 2017 se había cerrado con una tasa de desempleo en la franja de 15 a 24 años del 26,5% que se elevaba hasta el 42,8% en áreas urbanas.

En el Reino vecino, casi la mitad de la población tiene de 15 a 29 años, y los datos del Banco Mundial correspondientes a 2015 indicaban que un 28,8% de ellos obedece a un perfil NEET (siglas en ingles que denominan a personas sin estudios, trabajo ni formación ), lo que dificulta su inserción en un mercado laboral donde no encuentran cabida. Pero tampoco los licenciados, porque se calcula que el volumen de jóvenes que se incorpora cada año a la búsqueda de empleo es de unos 500.000 y lo consigue uno de cada cuatro. Es lo que la prensa local denomina regularmente una «bomba de relojería» que alimenta «el descontento y la frustración».

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