Rescatados en Malasia

«El mar es implacable, pero con nosotros fue generoso»

Los dos españoles rescatados en aguas de Malasia se encuentran bien y con ganas de volver a ver a sus familias

David Hernández toca tierra firme tras pasar 10 díaz a la deriva en aguas de Malasia EFE

ESTHER BLANCO

Como si de una película se tratase. Así han vivido Marta Miguel y David Hernández , los dos españoles desaparecidos en aguas de Malasia los últimos diez días . Una agonía a la deriva tanto para ellos como para sus familias. Tras una semana en el mar, ambos sobrevivieron gracias a su ingenio y paciencia.

Hoy están «alegres» y «contentos». En perfecto estado en un hospital de Kuala Lumpur y a la espera de poder viajar a España para ver a sus familias . Eso sí, ni siquiera naufragar les quita las ganas de volver a Malasia. «Somos aventureros y no nos gusta atarnos a nada», confesó David Hernández en una entrevista para Cope.

El pasado 2 de mayo pusieron rumbo al norte de Borneo en un trayecto que ya habían hecho otras veces. Su barca navegaba desde la isla de Balambangan hacia Kota Kinabulu . Una ruta de no más de dos horas que cruza el mar de China, y en la que la corriente y el fuerte oleaje son habituales. Tras ser declarados como desaparecidos, en un primer momento, todo apuntaba a una avería en la embarcación . Sin embargo, fue el temporal lo que hizo que naufragaran. «Estábamos cerca de la costa. Es una confluencia de dos mares, el mar de China y el mar de Sulú , y a esa hora el mar suele ponerse tontorrón, hay oleaje… y ese día vino una ola grande, caímos todos al agua y la barca dio varias vueltas en marcha y se dio la vuelta», explicó.

Ahí empezó su odisea a la deriva y hasta que llegó la noche lucharon contra el cansancio y el frío sin ser conscientes de lo que tenían a su alrededor. «Realmente no nos dimos cuenta de que estábamos tan cerca de la costa. Incluso podíamos ir a nado que a lo mejor son veinte o treinta minutos... pero en esos momentos lo único que ves es que tienes que dar la vuelta al barco y que tienes que salir del agua», relató Hernández. Una aventura en la que, a medida que los días pasaban, más lejos quedaba la tierra firme, pero no la esperanza. «Hemos sido siempre un apoyo el uno del otro. No ha habido en ningún momento pánico, ni miedo colectivo. Siempre había esperanza», confesó.

Salvados por el ingenio

A 300 kilómetros de la costa encontrar comida o agua parece imposible, pero la propia naturaleza les dio una oportunidad. Estuvieron sin comer tres noches hasta que consiguieron un par de peces; y hasta el sexto o séptimo día no se les ocurrió que podían comerse los moluscos que crecen debajo de los barcos. « El mar es implacable, pero fue generoso con nosotros », reconocía Hernández. Incluso, con un palo a la deriva Tommy Lam -otro de los viajeros del bote- ideó una improvisada caña de pescar con la que poder conseguir algo de alimento, por pequeño que fuera.

A esto se le unió una forma primitiva de conseguir algo que beber: destilar agua salada para convertirla en dulce ; una idea que Marta sacó de una película. «En una bolsa pequeña, impermeable, cogíamos agua del mar y la metíamos dentro de otra de plástico. Y con el sol, el pequeño vapor que se va generando sí se puede beber porque no tiene sal. No era gran cosa … cuando hacía mucho calor cada diez o quince minutos podíamos chuparla uno», narró en antena Hernández. Con el paso de las horas, David y Marta veían pasar aviones o embarcaciones que nunca les llegaron a divisar. «El segundo día un avión de la Marina estuvo muy cerca pero no nos llegó a localizar. Vimos a tantos barcos realmente que nos preguntábamos que cómo no nos podían ver porque nosotros gritábamos, silbábamos...», explicó.

Un rescate tardío

Así, su naufragio se alargó hasta que el pasado 9 de mayo un barco pesquero de Vietnam les encontró en alta mar, un día después de que se hallase el primer rastro de su barca. «Cuando llegó el barco de pescadores vietnamitas, que vimos que realmente se estaba acercando a nosotros yo ya no sabía si llorar o reír . Me dio un bajón de tensión que se me quedó una mano agarrotada, nos subieron al barco nos ducharon, nos lavaron, a mí me dieron un masaje, nos dieron de comer de beber… lo de esa gente era algo constante», explicó el joven. Ahora, aguardan su vuelta a casa, sobre todo por su familia. «Ha habido momentos difíciles, de impotencia. Nos acostábamos todos los días con el miedo de nuestras familias , de que no supieran nada de nosotros. Teníamos más miedo de eso que de nosotros mismos», confesó. «Queremos volver a España para ver a la familia y que vean por sus propios ojos, y no por una televisión, que realmente estamos bien, pero es problable que volvamos a Malasia», reconoció Hernández.

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