Análisis
El «parlamentito» paralelo
La «mesa» se va a configurar contra la derecha constitucional
Frente a la maquinaria engrasada por La Moncloa para presentar la «mesa de negociación» con el separatismo como un idílico lugar de encuentro donde entablar ese «diálogo» que la derecha rechazaba, la realidad demuestra que se trata de una mesa extraparlamentaria en la que solo el soberanismo y la izquierda dependiente de él tendrán voz y voto . La «mesa» excluirá a más de la mitad de españoles, creará un cordón sanitario en torno al constitucionalismo, sacrificará la independencia del poder judicial y suplantará el papel del Parlamento, porque de facto impedirá que los once millones de votantes de PP, Ciudadanos y Vox puedan condicionar cualquier decisión que se adopte, o impedir cualquier cesión a una extorsión política. Con la «mesa», Sánchez se ha arrogado la competencia exclusiva de representar a la soberanía nacional sin contar con más de la mitad de ella . No solo queda marginada esa mitad más uno de catalanes incapaz de comulgar con la secesión, sino el amplísimo porcentaje de españoles, incluso no votantes de ninguno de esos tres partidos, que cree en la Constitución como argamasa esencial para garantizar la unidad nacional.
La «mesa» se va a configurar así como un «parlamentito» paralelo, como una diputación permanente virtual y expresamente diseñada por la Generalitat contra la derecha constitucional al margen de las Cortes, pero con prerrogativas que ni el Congreso y el Senado le han atribuido. Será incluso un remedo de órgano suprapolítico al que Sánchez pretende dotar de una autoridad superior a la del Tribunal Supremo o el Constitucional… Será un sucedáneo de Senado en miniatura, sin margen de maniobra, amputado en sus previsiones constitucionales , y capado para aplicar el artículo 155 de la Constitución.
Ya avisó Junqueras desde prisión: es una «puta mierda» creer que la independencia de Cataluña es una ensoñación , o que el separatismo va a renunciar a ella en algún momento. Y si esta es la premisa creíble desde la que arrancará la mesa con el visto bueno de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias en su papel de asilado consorte, parece razonable concluir que cualquier decisión que se adopte en la «negociación» irá contra el criterio de, al menos, la mitad de españoles que no están allí representados . En cierto modo, la «mesa» será un órgano usurpador de legitimidades parlamentarias, edulcorada con el espíritu siempre biensonante del «diálogo». Sin embargo, ese «diálogo» impostado por Sánchez excluye a más de once millones de votantes, más por cierto de los que suman PSOE y Podemos.
El PSOE cederá al final de este proceso improvisado, que Sánchez revocó durante unas horas antes del aviso de clarines que le dio Junqueras desde prisión. O no. El tiempo lo dirá. Pero la «mesa» más parece diseñada por Joaquim Torra y Carles Puigdemont para romperla de un puñetazo cuando electoralmente les convenga , que para que Sánchez asuma postulados próximos a la autodeterminación. A Sánchez -es indescifrable su grado de fingimiento- le basta con aprobar los presupuestos generales de la mano de ERC. Pero si Torra no vuelca la mesa a tiempo, no solo será Sánchez quien tenga un problema: será ese PSOE oculto, sometido y discrepante que empieza a alertar de un error irreversible.
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