Emilio Alonso Manglano, el padre de la inteligencia moderna en España
Con él el Cesid entró en Iberoamérica, el norte de África y Europa del Este. Llegó a ser el decano del espionaje europeo y fue el primer director occidental en visitar la sede de la KGB en Moscú.
Profesionalizó el Centro abriéndolo a mujeres y civiles
Qué son los 'papeles de Manglano'
Emilio Alonso Manglano jamás imaginó que se convertiría en la tercera persona con mayor influencia del Estado. Todo empezó en mayo de 1981, cuando el primer ministro de Defensa tras el 23-F, Alberto Oliart , realizó su primera visita a las tropas. Acudió a los acuartelamientos de la Brigada paracaidista (Bripac) en Alcalá de Henares, y le acompañó el capitán general de Madrid, Guillermo Quintana Lacaci, que jugó un papel esencial en la contención del golpe de Estado y que pocos años después sería brutalmente asesinado por ETA:
- ¿Ves a este teniente coronel? -preguntó al ministro.
- Sí -respondió Oliart.
- Es una de las glorias del Ejército español .
- ¿Y cómo se llama?
- Emilio Alonso Manglano.
Oliart se acercó al oficial y quedó gratamente sorprendido: le impactó su manera de hablar, pues se expresaba de un modo distinto a sus compañeros, con mucha precisión en el lenguaje y mostrando una vasta cultura . Tenía una voz poderosa y una fuerte determinación. Mientras el teniente coronel le hablaba de la brigada, de las tropas, de los saltos en paracaídas y de las incertidumbres generadas por el 23-F, el ministro escuchaba atentamente con el pensamiento puesto en una de las decisiones más relevantes de las que debía tomar en esos primeros meses.
- Teniente coronel -le dijo-, me gustaría hablar con usted en mi despacho.
Ahí empieza la historia. Oliart va a hacer todo lo posible para convencer al presidente del Gobierno y al Rey de que debe ser el director del Cesid, un servicio de inteligencia anquilosado que no sólo no se ha enterado del 23-F, sino que de alguna manera ha formado parte de él . Lo que no sabe Oliart es que ambos le conocen bien: en su juventud, Manglano ha sido un destacado juanista, ha viajado con Calvo-Sotelo a Estoril y conoce perfectamente al Rey. No en vano, cuando Don Juan Carlos fue proclamado, Don Juan le pidió un favor: «Ahora tienes que ocuparte de Don Juanito».
- Ya he hablado con el Rey y el presidente y les parece muy bien tu próximo nombramiento-informa Oliart a Manglano unas semanas después.
- Lo acepto como un acto de servicio.
Revolución en el Cesid
Con Manglano al frente, el Cesid vivió una auténtica revolución. Primero porque desde su llegada apostó por la profesionalización de la inteligencia. Segundo porque incorporó a civiles, mujeres y jóvenes. Tercero, porque centralizó un servicio desperdigado en un único edificio en las afueras de Madrid. Y cuarto, y más importante, porque situó a la inteligencia española al nivel de las más importantes del mundo , entablando relaciones de tú a tú con la CIA o los servicios británico, francés, israelí y soviético. Con el paso del tiempo, consiguió entrar en los clubes internacionales de inteligencia, como Berna o Medi, y tras catorce años en el Centro llegó a convertirse en el decano de los servicios europeos.
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El mandato de Oliart fue claro: modernizar el Cesid, atención al terrorismo y mucha información sobre los movimientos involucionistas en el Ejército y la Guardia Civil, que son el germen de eventuales intentonas golpistas. Durante los años 80, esos son los ejes de su trabajo, y la profesionalización y expansión internacional del Centro son paralelas al crecimiento de la imagen de España y del Rey en el mundo: el punto culmen es la Cumbre de Madrid de 1991 , en cuya organización fue clave el trabajo de Manglano como nexo entre los servicios de inteligencia occidentales y árabes. El director del Cesid entabló una relación personal con Hassan II, Yaser Arafat o Muamar el Gadafi, entre otros líderes internacionales, y tejió estrechos vínculos con los servicios de Iberoamérica, del norte de África y de Europa del este: él fue el primer director occidental en pisar la sede de la KGB en Moscú.
El chantaje
No obstante, el jefe de la inteligencia de un Estado moderno también asiste a operaciones inconfesables, y España no es distinta. A partir de los años 90, Manglano fue testigo destacado del desmoronamiento del felipismo , de sus estrategias por ocultar sus escándalos y de la campaña de acoso lanzada por tierra, mar y aire para derribar a un presidente del Gobierno que en aquel tiempo parecía eterno. La actitud de Manglano en esos años fue la de preocuparse por todos los asuntos que supusieran una amenaza para la estabilidad del Estado: desde el caso Guerra, el escándalo de Ibercorp, la fuga de Roldán , los fondos reservados o la guerra sucia. En esos años, frente al Estado que Manglano se ha jurado proteger se alza una amenaza poderosa y creciente con el banquero Mario Conde , el financiero Javier de la Rosa, el espía Alberto Perote, el periodista Pedro J. Ramírez y toda una serie de personajes influyentes de la sociedad española. Hay una guerra fría y España es el tablero, por lo que Manglano hace todo lo que está en su mano para proteger al Estado de una amenaza que alcanza al presidente del Gobierno y también al Rey, y que por momentos parece capaz de derribarlos. Su papel es el de conseguir información y neutralizar ataques, aunque a veces eso le suscite dudas morales ante hechos protagonizados por terceros vinculados a la corrupción, a la poca o nula ejemplaridad, al uso fraudulento de recursos públicos o, incluso, a la guerra sucia.
De profundas creencias religiosas , el hombre que fue Manglano siempre caminó sobre sólidas -y exigentes- convicciones morales. Hijo de un general, el militar que fue siempre cumplió su misión con talento, esfuerzo y disciplina. Así, la trayectoria que arrojó su vida ofrece una doble constante: hacer lo correcto y cumplir con el deber.
El archivo
A lo largo de toda su vida, Manglano fue conformando un gran archivo personal con sus agendas personales, cuadernos de notas, documentos confidenciales, fotografías, distinciones, correspondencia, etc . Es especialmente relevante las notas que tomó a mano cada día durante los catorce años que dirigió el Cesid: sus audiencias con el Rey, las reuniones con los presidentes del Gobierno, vicepresidentes y ministros, los gabinetes de crisis y los encuentros con sus espías y confidentes. Del estudio de toda esa documentación nace 'El jefe de los espías' (Editorial Roca), una biografía del general Manglano que se publicará el próximo 14 de octubre, de la que ABC publica desde hoy una serie de adelantos.
En el libro se recogen dos citas que gustaba utilizar al director del Cesid y que él mismo anotó cuando dimitió como director del Centro tras el escándalo de las escuchas. La primera reflexión es una convicción propia de quien no puede fiarse de casi nadie: «No aceptar ninguna cosa por verdadera que él no la conozca en forma evidente como tal». Si todo el mundo comete un gran error en su vida, el de Manglano fue confiar ciegamente en Perote, jefe de la AOME y muchos años uno de sus número dos.
La segunda cita pertenece a las epístolas de Séneca: «Recte facti fecisse merces est. Séneca, Ep. 81,19», «la recompensa de una buena acción es haberla hecho» . A sus 69 años, Manglano se resignó y aceptó no recibir recompensa por sus acciones, pero no dudó de su comportamiento. Desde el punto de vista moral estaba tranquilo, pero nadie, o muy pocos, le reconocieron su labor.
Transcurridos ocho años desde su muerte, es el momento de destacar el perfil de Manglano como hombre de Estado y su legado: fue el padre de la inteligencia moderna en España.