El «Majestic» que llevó a Aznar a La Moncloa y hoy incomoda al PP
Para el expresidente fue positivo y no otorgó privilegios, pero Génova lo discute
Del «Pujol, enano, aprende castellano» gritado, garganta en mano, a las puertas del PP en la noche electoral del 3 de marzo de 1996, al apretón de manos entre Rodrigo Rato y Joaquim Molins en el hotel Majestic, de Barcelona, el 28 de abril, mediaron 55 días, 500 noches y 400.000 millones de pesetas transferidas a Cataluña a cambio de investir a José María Aznar como cuarto presidente del Gobierno de la España democrática. Y el primero de centro-derecha.
Entonces nadie en el PP osó poner en público un solo pero a la letra pequeña, o quizá grande, del pacto: ni al nuevo sistema de financiación que profundizaba en la responsabilidad fiscal de las autonomías; ni a que las comunidades participaran en la Agencia Tributaria y tuvieran capacidad normativa sobre impuestos cedidos y compartidos, hasta alcanzar la cesión del 30% del IRPF ; ni a suprimir el servicio militar obligatorio en el plazo de seis años; ni a que los gobernadores civiles desaparecieran y fueran sustituidos por subdelegados provinciales; ni a que la Generalitat asumiera las políticas del INEM; ni a que los puertos fueran transferidos a Cataluña; ni a que las políticas de tráfico pasaran a depender del Gobierno catalán... Sin embargo, los que ayer callaron hoy lo critican .
Catalán en la intimidad
Es más, a los que carraspeaban nerviosos en privado por lo insólito de la alianza, que sumaba los 16 escaños de CiU a los insuficientes 156 del PP , Aznar los frenó con la contestación a una pregunta periodística que se convirtió en el mejor argumentario:
-¿Habla usted catalán?
-Cuando estoy en círculos reducidos, no muy amplios, en la intimidad, lo hablo también.
Es un periodista de TV3 quien le interroga, unos días después de las elecciones, por sus conocimientos de la lengua de Pla. A partir de ahí, esa aparentemente inocente respuesta se convierte en todo un alegato usado por sus enemigos (curiosamente, muchos de ellos compañeros de filas) del doble lenguaje del PP con el nacionalismo.
El expresidente reivindica así aquel acuerdo , espoleado por las críticas vertidas ahora desde el equipo de Mariano Rajoy: «Fue un acuerdo muy positivo para toda España y muy bueno para Cataluña». Fundamentalmente, añade, porque «con él se logró un mandato en el que se asentaron la recuperación, el crecimiento y el empleo, y se consiguió que España adquiriera credibilidad». Curiosamente, Pujol, en sus memorias, también lo elogió vivamente.
Sin embargo, el análisis hecho ahora, con la perspectiva de los acontecimientos que están sucediendo en Cataluña y la devastadora corrupción, arroja un resultado sangrante: tres de las figuras más relevantes de aquella negociación -Jordi Pujol, Rodrigo Rato y Macià Alavedra- están acusadas de gravísimos delitos económicos, y la falta de contradiscurso del Estado en Cataluña ha colocado a España ante el mayor ataque contra nuestro ordenamiento constitucional. Por eso, en el PP se avergüenzan de él .