La madre de Laia, asesinada hace un año: «No entiendo cómo no se para el mundo»

La niña, de 13 años, fue asesinada por un vecino. Su madre solo pide que pase muchos años en prisión

Sonia, junto a su hija Laia Vídeo: La autopsia de Laia confirmó que no fue violada y que murió por asfixia

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«Dios no puede estar en todos los sitios, mamá. No llega a todo». Ese era el razonamiento infantil, pero rotundo que Laia hacía a su madre cuando hablaban alguna vez sobre por qué morían niños en el mundo. Sonia no podía imaginar ni en su peor sueño que la muerte y el mal rondaban sus vidas. El 4 de junio de hace un año, Juan Francisco López Ortiz, de 42 años, el vecino de los abuelos de Laia, acechó a la niña de 13 años en la escalera, la metió en su casa (la de sus padres), intentó violarla, la mató y la escondió detrás de un colchón de la vivienda en Vilanova i la Geltrú. Jordi, el padre de la cría, esperaba abajo para recogerla sin entender dónde se había podido meter su hija.

«Era lunes. Jordi la tenía que ir a buscar a las cinco al colegio. Estaba de viaje y como no llegaba avisó a sus padres para que la recogieran ellos. Por las tardes solía estar conmigo porque yo a las tres acabo de trabajar. Cuando Jordi estaba llegando llamó para que bajara ya la niña y él aparcó unos metros más adelante esperándola. Como tardaba, picó en el telefonillo. Mi suegra le dijo que ya había bajado, pero nadie la había visto». Sonia rememora con precisión el día que murió la mujer que había sido hasta entonces.

El recuerdo grabado

Su exmarido con el que mantiene una excelente relación -tenían la custodia compartida de Laia y tienen la de su hermano mayor, Guillem- la avisó una hora después. « Yo sabía que algo grave pasaba porque si no no me hubiera llamado. Tuve un mal presentemiento. Vivo a diez minutos en coche, pero no podía conducir. Me temblaban las piernas», continúa Sonia. «Jordi cogió la bicicleta, buscando por todo el pueblo; ya había alertado a los Mossos. Yo me fui a los sitios con más gente. Fui a Zara y me puse detrás de las cajas con la foto de Laia preguntando si la habían visto. Nos dijeron que teníamos que ir a la comisaría a denunciar».

Cuando estaban allí, un mosso les dijo que la niña había aparecido y que estaba en casa de los abuelos. Esa fue la noticia que corrió a través de los grupos de whatsapp de padres. «Nos llamó mi suegro: Venid corriendo». Sonia tiene grabado un recuerdo que hiela del momento en el que llegó a la puerta del bloque. «Había mucha gente y un gran silencio. ¿Dónde está mi hija? Dejadme verla. Mis amigas me taparon la cara, oí patadas y gritos. Jordi entró y me lo dijo. Me dijo que habían matado a nuestra hija».

Mientras la pareja estaba en la comisaría, los hermanos de ambos con una pareja de Mossos aporrearon la puerta del primer piso. Laia había bajado desde el segundo por las escaleras. En el primero vivían Antonio e Isabel, los padres del asesino. Isabel llevaba semanas en el hospital (murió esa misma madrugada). Su marido había ido a cuidarla. Juan Francisco López Ortiz, el hijo, había vuelto de China donde había trabajado como cocinero, pero casi nadie lo sabía. Sonia no lo había visto jamás y Jordi, vecino de toda la vida, nunca lo frecuentó. Vidas distintas, que nunca debían haberse cruzado.

Los tíos de Laia sospecharon de ese individuo, recién duchado, que les abrió la puerta de mala gana y contestó con evasivas. Estranguló y apuñaló a la niña muy poco después de raptarla. «Yo no podía andar, no me iban las piernas. Ayer y hoy me ha vuelto a pasar», cuenta Sonia a ABC pasado un año. El martes, 4 de junio, a la pequeña le hicieron un sencillo homenaje en su colegio, la Escuela Pía de Vilanova. Su madre cuenta que fue un día bonito, pese a todo.

Una superviviente

Hace solo un mes que ha podido volver a su trabajo en un banco. «Yo me quería morir, quería estar con ella. No entiendo cómo no se para el mundo; han matado a mi hija, me decía, y me hablaban de buscar un abogado, de ir al notario. Yo quería estar allí con ella, en la Ciudad de la Justicia donde la tuvieron mucho tiempo».

Esta madre que tiene dudas sobre si es «más bonito parir o adoptar» ha elegido seguir por su hijo, de 15 años, y para luchar por la hija que le arrebataron. «Laia era una superviviente. La trajimos de China con 14 meses y pesaba cinco kilos. Siempre encontraba el lado bueno, todo lo vivía con alegría y paseaba con su enorme sonrisa». Sabe que nada les va a curar pero dice que quizá el único alivio es que el monstruo pase muchos años entre rejas (piden prisión permanente revisable) y que antes de que salga revisen «con responsabilidad» si puede volver a la libertad.

«A Laia le quedaba enamorarse, pelearse por la hora de volver a casa, recorrer el mundo, estudiar, vivir… Lo malo lo pasó ella. Para mí es el tiempo y el dolor. El día que Dios quiera me la encontraré otra vez».

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