Lecciones de interdependencia

«Las situaciones límite como el coronavirus deparan provechosas lecciones»

Sergi Doria

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Las situaciones límite como el coronavirus deparan provechosas lecciones. Ada Colau valora ahora el Mobile contra el que conspiraba; también ha descubierto que el descenso de circulación reduce el CO2… aunque la ciudad vacía no es la ansiada postal ecologista, sino la paz de los cementerios. Y como el confinamiento propicia la reflexión, la alcaldesa olvida cuando quería echar al Ejército del Saló de l'Ensenyament. ¿Quién no la recuerda, con su sonrisita de esfinge, espetando a los militares que no los quería en el certamen?

Con unas lecturas castrenses al estilo de las «Historias de la puta mili» del sargento Arensivia que creó Ivá, Colau ignoraba que la profesionalización de las Fuerzas Armadas constituye una atractiva opción para muchos jóvenes. En los cuerpos de Tierra, Mar y Aire se estudia ingeniería, telecomunicaciones, ciberdefensa, automoción, submarinismo…

Mientras el virus arrasaba vidas, Colau -seguro que aconsejada por Albert Batlle - pidió ayuda a la Unidad Militar de Emergencias (UME), que luego fue relevada por la Agrupación de Apoyo Logístico número 41 del Ejército de Tierra. Los militares convirtieron el pabellón ferial de Montjuïc en albergue para los «sin techo» con camas, baños y comedores.

Badalona, Hospitalet, Sabadell, Barberà del Vallés, Sant Boi, Badia, Sant Vicenç dels Horts (el pueblo de Junqueras), Constantí y Ager siguieron el ejemplo. La UME ha retornado a Cataluña para realizar desinfecciones en espacios públicos. Ignoradas por la Generalitat -de la cual dependen cuatro residencias (Barcelona, Badalona, Pobla de Segur y Olesa)- pidieron ayuda al Ejército.

Mientras Colau experimentaba -siempre a su tortuosa manera- el camino de Damasco, la Cuadrilla de la Deslealtad volvía a escamotear datos sobre las causas reales del contagio de Igualada, al tiempo que lanzaba venablos contra las Fuerzas Armadas.

La consejera de Salud que, para nuestra desgracia, sigue a estas horas en su cargo -aunque parece que ya se enteró de cuántas camas de UCI dispone Cataluña-, desestimó desde el minuto uno que la UME construyera un hospital de campaña similar al del Ifema. «Nosotros nos estamos preparando para el aumento de casos y el aumento de casos graves. No se trata de pedir el rescate a no sé qué ejército», respondió Alba Vergés.

«A no sé qué ejército». La -¿todavía?- consejera -¡de Salud!- no hacía otra cosa que regurgitar el argumentario separatista del menosprecio a la instituciones del Estado.

El verano de 2019, cuando el devastador incendio en la Ribera d'Ebre, el consejero de Interior Miquel Buch minimizó con el cinismo marca de la casa la colaboración de la UME en la extinción de las llamas: «Cuando un país tiene un fuego y se expande nos ayudamos mutuamente con los vecinos. Si estuviéramos en el Empordà lo haría Francia, pero ahora estamos en el lado del Estado español».

Verbigracia: España es un «país vecino» como Francia. La mente del exportero de la discoteca Titus -no olvidemos nunca tal currículo- funciona en modo «como si» Cataluña fuera una república independiente; esa Dinamarca del Sur que en las ensoñaciones de Mas estaría en la OTAN -aunque expulsada de la UE- y si vinieran mal dadas pediría ayuda a… ¿Francia? ¿Rusia? ¿mercenarios norteamericanos? (pregunten a Miquel Sellarés a ver qué se le ocurre).

Buch ya marcó paquete supremacista cuando dejó la ayuda de las Fuerzas Armadas para otros territorios más necesitados… Lo dice el consejero de la autonomía con la progresión más alarmante de coronavirus y con más muertes después de Madrid.

¡Pobrecitos los otros territorios! Carentes de la voluntad de autogobierno de Cataluña necesitan a los militares: «Nosotros podemos ir un paso adelante», fardó el consejero discotequero. Torra corroboró la chulería del subalterno: «Si necesitamos ayuda del Ejército, la pediremos. También lo paga Cataluña». Su jefe, el Fugado, se apuntó a la demagogia de instrumentalizar los muertos en beneficio del «procés». El organizador de aquel foco de virus que fue la romería de Perpignan debería estar calladito como Mas, responsable de la recortada sanidad catalana.

No hay mal que por bien no venga. Aunque la Cuadrilla Desleal reanude sus berridos cantonalistas, Colau ya ha aprendido que las Fuerzas Armadas sirven para mucho más que los malos chistes de Òmnium, Catalunya Ràdio y TV3. En Madrid construyeron un hospital de campaña para cinco mil camas y el Centro Militar de Farmacia de la Defensa elabora paracetamol, antivirales y desinfectantes para paliar el desabastecimiento farmacéutico… Y si la hidroxicloroquina resulta efectiva contra el coronavirus, también la producirán esos laboratorios militares.

Esta es una guerra por la salud. Una guerra que -a diferencia de lo que dijo el botarate Iglesias- no distingue clases sociales.

La Cuadrilla, siempre contra la Historia, se resiste a cambiar el mito de la Independencia por la realidad de la Interdependencia… El pasado sábado, a petición de una Generalitat desbordada, el Ejército acudió a desinfectar un centro de menores en Badalona.

¿Aprenderán esta nueva lección?

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