Primarias PSOE 2017
Dos largas semanas de traiciones, insultos y cintas de vídeo
La guerra fratricida de las primarias ha dejado tierra quemada y miedo a mañana, día 22
La guerra sin cuartel empezó oficialmente el 9 de mayo. Solo oficialmente porque es ese día cuando arrancó la campaña para las primarias. Pero las lenguas, las trampas, las difamaciones (o no) y las cintas de vídeo con contradicciones o anatemas en boca del adversario, estaban engrasadas desde mucho antes. Los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE (Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López), que hoy miden sus fuerzas para refundar su partido, no se han cruzado ni una sola palabra ni una inofensiva llamada durante los quince días que ha durado este insólito asalto a la yugular del contrario en que se ha convertido el PSOE, cuyo futuro está en manos de sus 187.949 afiliados.
Tanto es así, que a la luz del proceso actual los duelos González-Guerra, Almunia-Borrell o Rubalcaba-Chacón han acabado pareciendo un florentino intercambio de tarjetas de visita. Solo la Gestora que preside Javier Fernández ha ejercido de canal para las quejas de unos contra otros, fundamentalmente las de Sánchez contra Díaz. Porque la comunicación entre ellos es nula. Todo lo más que se dijeron los tres, obligados a verse hace unas semanas por la trágica muerte de Carme Chacón, fue un «¿cómo estás?» que, en el caso de Sánchez y su antiguo colaborador Patxi López, se transformó en un gélido abrazo a las puertas de la capilla ardiente. Y los saludos formales en el debate.
El papel de los teloneros
Lo peor, reconocen en las tres candidaturas, es «el trabajo sucio» hecho por los teloneros. La acusación procede de los equipos de la presidenta andaluza y del exlíder de Ferraz. Los teloneros a los que se refieren cantan más desafinados que los de los grandes conciertos pero cantan, al fin. Tras el golpe de efecto de Pedro Sánchez en la recogida de avales, al demostrar que pisaba los talones a Susana Díaz, la crispación ha sido irrespirable y los golpes al hígado constantes. El propio exsecretario general decía en sus mítines a quien le quisiera oír que «la veo muy nerviosa», en alusión al shock de su contrincante.
Lo cierto es que durante los quince días que más de un socialista querría olvidar, los colaboradores de Sánchez se fueron «envalentonando», en palabras de un barón socialista. Uno de esos afines al antiguo dirigente, el valenciano José Luis Ábalos, ha llegado a decir que el plan para «cargarse» a Sánchez y «colocar» a Díaz se acomete «a las órdenes de Rajoy». Cuesta abajo y sin frenos, otro de sus teloneros, el alcalde de la localidad murciana de Calasparra, José Vélez, acusó a la gestora de Ferraz de «prácticas mafiosas» y a Díaz de «ponerse de rodillas ante Rajoy».
La escalada verbal ha sido desautorizada públicamente por la Gestora pero internamente se daba por descontado que esa crispación era difícil de embridar desde que el pasado 1 de octubre Sánchez se convirtiera en exsecretario general tras un mandato de enfrentamiento abierto con gran parte del Comité Federal y referentes socialistas como los expresidentes González y Zapatero.
Desde los afines a Díaz, como Eduardo Madina y Elena Valenciano, se ha pedido que Sánchez no aliente las «barbaridades» con el argumento de que «no se puede aspirar a ser secretario general del PSOE y permitir que en tus mítines se insulte a compañeros». Y la propia Susana Díaz también ha reclamado desterrar «el odio y el rencor» del PSOE. Sin embargo, esa es hoy su argamasa letal. Solo públicamente se ha pedido rebajar la tensión, porque lo cierto es que el «guante blanco» que prometió el secretario general saliente se convirtió en «guantazo blanco» en el debate del pasado día de San Isidro. La guerra de dosieres, insultos y archivos de vídeo y audio, que han circulado como prueba de las incongruencias del contrario, han sido moneda de curso legal durante estos quince días.
Rastreo en las hemerotecas
La máquina de propaganda ha buscado en cada rincón de hemerotecas y videotecas los cambios de discurso de los aspirantes. Ejercicio nada complicado teniendo en cuenta que la presidenta andaluza fue la primera madrina que tuvo su hoy enemigo para acceder a la secretaría general socialista y que el propio Sánchez se ha distinguido durante su mandato de dos años en Ferraz por cambiar su opinión sobre el populismo, el concepto de nación e, incluso, su posición ante la abstención en la investidura de Rajoy, tal y como denunció Felipe González.
Dentro del partido, desde los barones a los diputados del Congreso, la división es manifiesta. Y lo que es peor, ni siquiera muchos de ellos saben si sobrevivirán a este verano. El primero que ya ha conocido de primera mano que si gana Pedro Sánchez será relevado de sus funciones es Antonio Hernando, portavoz parlamentario que curiosamente fue nombrado por quien hoy amenaza con destituirle, pero que es visto como un «traidor» por haberse mantenido con la Gestora, de la que llegó a ser abanderado en la abstención a Rajoy el pasado noviembre.
Dentro de la dirección interina hay temor también por la deserción de otros cargos si es el exdirigente el que se hace con el poder. Pero, por encima de las personas, la incertidumbre es todavía más profunda y atañe a la supervivencia del PSOE. De hecho, la socialdemocracia europea ha encadenado batacazos electorales que, en muchos casos, apuntan a la marginalidad o incluso a la desaparición. El laborismo británico de Corbyn o el socialismo de Hamon en Francia, ambos elegidos en primarias, se han dado de bruces con el rechazo de las urnas, más allá de las preferencias de los afiliados. Por no hablar de la ruina del socialismo griego o de la continua resurrección fallida de la socialdemocracia en Italia.
Fractura entre militantes
La actual dirección es consciente de que lo peor es «haber trasladado las diferencias entre los dirigentes a la calle, a las bases, lo que ha fracturado de una forma casi irreversible al partido». Y ahí se señala claramente a Sánchez que decidió resurgir tras su dimisión forzada del 1 de octubre, desafiando de esta manera a los compañeros que identificó como sus verdugos.
Sin embargo, los socialistas siguen apuntando a Podemos , la fuerza que ha mordido buena parte de la tarta electoral socialista, como el gran enemigo a batir. Esta fuerza de extrema izquierda, nacida de las ruinas del comunismo, sigue siendo un convidado no tan de piedra al vía crucis socialista. Su último movimiento ha sido registrar una moción de censura contra Mariano Rajoy con la intención de obligar al nuevo líder que sea elegido hoy a mover ficha.
En una guerra donde todo vale , Sánchez ha defendido entre sus afines que su caída en desgracia ante el organigrama socialista, y especialmente ante Susana Díaz, está fechado hace algo más de un año cuando se negó a sufragar con dinero del partido la defensa jurídica de los expresidentes andaluces, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, investigados en el fraude de los ERE. La estrategia «sanchista» de trazar una línea imaginaria entre la oficialidad socialista, que exige amparar a quienes están manchados por la corrupción, y su «pureza» política en defensa de los militantes, es la que hoy se confronta con el PSOE de siempre de Díaz. Lo consiga uno u otro es importante pero lo es mucho más la gravedad de las heridas que mantienen al PSOE en estado de coma.