El jurado condena a Basterra pero complica la sentencia

Desecha la opción que dio el fiscal para fijar la coautoría del padre sin situarlo en el lugar del crimen

Rosario Porto y Alfonso Basterra, durante el juicio

CRUZ MORCILLO

El «común acuerdo» para matar y el «plan acordado» están presentes en las respuestas del jurado que ha declarado a Rosario Porto y Alfonso Basterra culpables por unanimidad del asesinato de su hija Asunta. En los dos años y un mes transcurridos, ese concierto o acuerdo ha sobrevolado la investigación desde la misma madrugada en que apareció el cadáver de la pequeña en una cuneta de Teo y ambos relataron hechos similares que no creyeron los agentes ni el juez. De «común acuerdo» le dieron Orfidal desde tres meses antes; siguiendo el «plan acordado» el padre compró al menos 125 pastillas; de «común acuerdo» aseguraron que le habían dado a la niña antihistamínico para la alergia (que nadie conocía); de «comun acuerdo» para acabar con la vida de su hija comieron con ella aquel lejano 21 de septiembre de 2013 y le suministraron el medicamento para asfixiarla cuando le hiciera efecto...

Son las conclusiones del jurado, preguntado por ese acuerdo previo que los ahora declarados culpables traslucieron en sus primeras declaraciones con mentiras, evasivas y cambios de versiones que han sido tenidas en cuenta. Los nueve miembros del tribunal popular han razonado sus respuestas y se han basado tanto en pruebas científicas claras ( autopsia o informes toxicológicos ) como en las palabras de los testigos y los peritos, sobre todo el entorno más cercano a la pequeña (su cuidadora, su madrina, sus profesoras). También en algunas pruebas documentales mucho más rotundas sobre el papel que en boca de los técnicos (léase el informe de las cuerdas con las que según el jurado ataron a Asunta). Y han prestado atención a imágenes de cámaras, informes de alarmas, compras de Orfidal, fechas clave, respuestas imposibles...

El jurado ha hecho los deberes. El veredicto indica que sus miembros tomaron nota de las instrucciones del magistrado-presidente cuando les insistió en que ese acuerdo previo y la aportación a un hecho esencial para que se cometa el delito son condiciones de que se puede ser autor de un crimen sin consumarlo materialmente. El fiscal había sido más gráfico con su ejemplo de que tan asesino es el que compra el rifle como el que aprieta el gatillo. Pero al final de su exposición abrió la puerta a que solo Porto hubiera asfixiado a la niña , ante la falta de evidencias rotundas de que Basterra estuvo en la finca donde la mataron. Fue a todas luces un intento del Ministerio Público de garantizar esa coautoría con el acuerdo previo, entre otros elementos.

El Tribunal popular, en cambio, ha desechado esa opción y ha decidido ir más allá y situar al padre en el lugar del crimen: «No podemos descartar» que Basterra fuera en el coche puesto que no se ve con claridad la parte trasera del vehículo en ninguna cámara. Dan por probado que minutos antes la testigo Clara B. vio a la niña y al padre caminando y añaden otra explicación que tampoco había aparecido en la instrucción: Alfonso regresó de la finca antes que Rosario e hizo repetidas llamadas desde su casa o muy cerca de ella («tres a cada uno de los tres escenarios», según declaró él sin dudar la primera vez).

Atada y dosil mortal

Con este argumento inesperado, el jurado acota la participación de Basterra en las horas clave, pero a la vez complica al juez la redacción de la sentencia ante esa ausencia de evidencias claras más allá de inferencias aparentemente razonables.

En el veredicto, con un núcleo de seis preguntas centrales más variables y circunstancias modificativas de la responsabilidad, es llamativa la ausencia de una pregunta que sí formaba parte de los siete hechos justiciables: quién y cómo se trasladó el cadáver de la niña desde la casa familiar de Teo donde la mataron hasta la cuneta en la que fue hallado.

El relato de hechos del jurado acaba en que ambos ataron a Asunta de manos y piernas y bajos los efectos de una «dosis mortal» de Lorazepam «no tuvo posibilidad de defenderse» cuando la asfixiaron. Ahora el juez Jorge Cid tiene ante sí el reto de redactar una sentencia que se ajuste a los hechos probados y a Derecho. Alfonso y Charo la conocerán en prisión.

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