Salvador Sostres - Todo irá bien
Julio y la eternidad
Somos embajadores de nuestros amigos y ofenderles es ofendernos y es desesperante asistir a la pasividad de los supuestos demócratas e incansables defensores de la libertad de expresión ante el linchamiento al que es sometido cualquiera que exprese una opinión que no chapotee en la charca inmunda de la corrección política. Julio Iglesias sabe mejor que nadie lo que cada paso le ha costado y el precio que ha pagado para defender su extraordinaria carrera, la más brillante e internacional de cualquier artista de nuestro tiempo y la ingratitud con que tantas veces hemos despreciado su talento. Ahora ha sido brutalmente insultado por decir que Guardiola le parece un pedante.
Ésta es la España en que las minorías tienen impunidad para insultar a las mayorías: las feministas a los hombres y mujeres libres, los independentistas al sistema de libertades que les hace posibles, los vegetarianos a los que sabemos que para comer en serio antes hay que disparar, el izquierdismo que en todas sus versiones ha fracasado a los conservadores que sostenemos los muros de La Civilización con nuestras manos, la alcantarilla de Twitter al autor de nuestra escolástica sentimental resumida en «Hey», «La Carretera» y «La vida sigue igual».
Julio Iglesias ha dicho que Guardiola es un pedante que es lo menos que puede decirse de quien en cada rueda de prensa parece levitar hasta recostarse en su manto de estrellas. Ni «pedante» es un insulto ni se puede comparar a Pep con Julio, aunque sólo sea porque en la Alemania y la Inglaterra en que Guardiola ha fracasado, Iglesias sigue siendo un ídolo total, capaz de enamorar por igual a condesas y a secretarias.
Ésta es la Cataluña hipersensible cuando le rozan los símbolos, la Cataluña que dispara su más pesada artillería contra el Estado y su dignidad institucional y luego se hace la estrecha cuando uno de nuestros más sensacionales artistas -profundamente querido, por cierto, en la Cataluña real- tiene la ocurrencia de adjetivar al entrenador «nacional» en sus horas más bajas. Ésta es la Cataluña insegura, afectada, inmadura, de inflamada turba que en cada capítulo de este proceso acredita que no sabe qué cosa es la libertad que exige y resbala hacia el totalitarismo como cualquier populismo.
Ni «poner las urnas» al margen de la Ley es democracia ni los catalanes han votado claramente independencia en ninguna de las citas electorales a las que han sido convocados desde que este lío empezó.
En cambio Julio cuando canta «Me va» todavía levanta estadios y confirma la eternidad.
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