Caso Nóos
Un juicio que transcurre a cámara lenta
La vista oral del caso Nóos acumula cada vez mayores retrasos, por la reiteración de preguntas y por la formulación de constantes quejas
En un principio, el juicio del caso Nóos debía celebrarse sólo en sesiones de mañana. Sin embargo, cuando la presidenta del tribunal, Samantha Romero , empezó a ver que el ritmo de declaraciones no era el inicialmente previsto ni deseado, decidió habilitar dos tardes a la semana, que luego han pasado a ser ya casi todas las tardes. Alguna sesión ha llegado a acabar, incluso, casi a la hora en que la Familia Telerín nos decía, muy amablemente, que nos teníamos que ir ya a la cama. Precisamente, eso es casi lo único que uno tiene ganas de hacer después de resistir estoicamente una media de diez horas diarias de juicio: acostarse y descansar. Para que, como nos decía la pequeña Cleo con una sonrisa, podamos así mañana madrugar.
La culpa del actual retraso no es, hasta ahora, de los acusados ni de los testigos, pues, salvo en el caso de Diego Torres , todos ellos han sido más bien breves y lacónicos en sus respuestas. En varias ocasiones, incluso se han negado directamente a responder. En cambio, las acusaciones y las defensas se han mostrado a menudo mucho más prolijas en sus argumentaciones y en las cuestiones que plantean. De ese modo, hemos podido descubrir, por ejemplo, que se puede formular una misma e idéntica pregunta a un acusado —o a un testigo— hasta de 25 maneras diferentes.
Debe de ser cierto que casi siempre llueve sobre mojado, pues la sesión de este viernes ha empezado con media hora de retraso y a los pocos minutos ha habido un receso que se ha prolongado a lo largo de casi cuatro horas. El inesperado parón se ha producido después de que el testigo Miguel Tejeiro hubiera dicho a la presidenta del tribunal que no estaba seguro de qué preguntas podía responder y cuáles no, después de que ayer el abogado de Diego Torres hubiera planteado que algunas de las respuestas de Tejeiro podrían vulnerar el obligado secreto profesional por su labor como asesor fiscal y jurídico. Justo antes del receso, se ha iniciado por esa cuestión un inesperado rifirrafe entre las acusaciones y las defensas, que no ha desmerecido en nada el nivel y el tono de las recientes broncas políticas en el Congreso.
En las cinco semanas que llevamos ya de juicio, los diferentes letrados habían perdido en algún momento los papeles en sentido literal, entre una maraña de folios, pósits, anotaciones y documentos. Pero este viernes la pérdida de papeles ha sido también en sentido figurado. En la sala donde se celebra la vista oral se han podido escuchar expresiones como «declaración coaccionada» , «fraude procesal», «proclama vacua», «grosero», «actitud torticera», «mala fe» o, en referencia a Tejeiro, «no es un testigo normal». Esto último lo ha dicho el abogado de Urdangarín , quien, por fortuna, ha aclarado inmediatamente que lo decía en el sentido de que este testigo habría facilitado asesoramiento de carácter jurídico a su cliente. Hecha esa aclaración, suponemos que Tejeiro se habrá quedado ya algo más tranquilo.
En realidad, este viernes casi todo han sido advertencias, quejas y protestas. El abogado de Torres, Manuel González Peeters , se ha quejado incluso de que recientemente se haya prohibido el uso de teléfonos móviles en la sala donde se celebra el juicio. El letrado considera que esa prohibición le impide poder comunicarse de forma adecuada con su cliente, por ejemplo, ha dicho, a través del sistema de «whatsapp». Desconocemos qué mensajes se habrán intercambiado estos días Torres y González Peeters a través de sus móviles, pero viendo cómo ha transcurrido esta última semana, yo no descartaría que Torres haya mandado varias veces a su letrado ese pequeño emoticono amarillo al que se le cae una lagrimita.
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