El juicio sobre el «pendrive» de Pujol no aclara de dónde salieron los documentos
Fiscalía pide la libre absolución y la acusación popular que ejerce Podemos rebaja de 10 a 6 años y medio su petición de cárcel para Eugenio Pino
La sección 23 de la Audiencia Provincial de Madrid contra el ex número 2 de la Policía Eugenio Pino y su otrora subordinado Bonifacio Díez Sevillano entonó este viernes el «visto para sentencia» sin que durante la declaración de los investigados, las testificales ni la prueba documental se haya podido esclarecer de dónde salió el material personal de Jordi Pujol Ferrusola que acabó convertido en un informe de la Udef y aportado a la Audiencia Nacional en plena investigación sobre la fortuna del clan.
Pino y Díez Sevillano se sientan en el banquillo acusados de haber introducido en la Udef en 2012 o 2013 un «pendrive» de origen desconocido que a punto estuvo de contaminar toda la causa que seguía el Juzgado Central de Instrucción número 5 cuando en 2015, uno de los investigadores presentó informe analizando el material.
Ambos se desmarcaron en sus declaraciones de este asunto. Pino, para quien la acusación que ejerce Podemos ha rebajado a seis años y medio su petición de pena de cárcel, afirmó que el lápiz de memoria le había llegado del comisario jefe de la Unidad de Asuntos Internos, Marcelino Martín Blas, procedente de la colaboración de dos detectives de Método3. El comisario Villarejo, que testificó desde prisión, dijo que así había sido, solo que el origen era otro detective de esa misma agencia y que además, cuando Martín Blas se lo dio a Pino, él estaba delante. El propio Martín Blas, un inspector que trabajaba a sus órdenes en aquella época, los dos detectives de Método3 y el director de la agencia negaron todas y cada una de estas afirmaciones .
Mientras, Bonifacio Díez Sevillano, que se juega hasta cinco años de prisión, alegó absoluto desconocimiento de toda esta historia , pero Manuel Vázquez, en tiempos comisario jefe de la Udef, le dejó a los pies de los caballos cuando aseguró ante la Sala que fue él, siendo mano derecha de Pino, quien le entregó aquel «pendrive».
Como decía el viernes en su informe final la abogada de este policía retirado intentando quitar hierro al asunto, «pareciera el ''pendrive'' más importante de la Historia de España».
Lo cierto es que para Pujol Ferrusola sí era relevante, porque no sólo contenía extractos de sus cuentas en Andorra, sino también los deberes de sus hijos, las notas de pésame que había enviado o los regalos de Navidad que le había tocado comprar durante años. «Toda una vida informática», diría su letrado, cuya mera tenencia por parte de Pino y Díez Sevillano constituyen a su juicio, un delito de revelación de secretos. Pide dos años y medio de prisión para cada uno.
Pero más allá de esa trascendencia subjetiva, lo que muestra este juicio es la fotografía de lo que se ha denominado la «policía patriótica», un grupo de viejos mandos con sus propias intrigas cuyos medios y maneras van apareciendo a golpe de escándalo judicial. Basta asomarse a «la cloaca» del caso Villarejo.
De cualquier forma, tanto si la Sala da la razón a la Fiscalía, que pide la libre absolución porque no ve delito alguno, como si acepta condenar a Pino y Díez Sevillano por la entrega de aquel «pendrive», quedará siempre la incógnita del origen de la información que contenía. Jordi Pujol Ferrusola, reconociendo que todo era suyo, no era consciente de que le hubiesen robado. No sabe quién ni cómo se hizo con tanto documento. Metodo3 niega haberlos tenido nunca en su poder . Este juicio no arrojará más luz en este sentido.
El informe Udef/BLA
Mención aparte merece la gestión en la propia Udef que han evidenciado los testimonios de los policías que de un modo u otro, se cruzaron con el pendrive. Para empezar, porque el lápiz de memoria se entrega a esta unidad de élite entre 2012 y 2013 como si tuviese origen en una investigación judicial que se desarrollaba en Cataluña -cosa que resultó no ser cierta- y pese a ello, el inspector al que le cae vuelca el contenido y mete el soporte en un cajón. Allí pasó casi tres años esta supuesta prueba, hasta que el juez de la Audiencia Nacional, al ver el informe, preguntó y acabaron encontrándolo. Ni siquiera el agente que hizo aquel atestado le dio importancia. Le parecía «veraz» la información, estaba publicada en un libro.
Reveló Eugenio Pino, quizá en un lapsus, durante su declaración, que algo conseguido así, si se puede, se judicializa y si no, «se mete como inteligencia». Villarejo apostillaría, con su sorna habitual, que aquí ni lo uno ni lo otro : «El de Pino no era un equipo, digamos, especialmente muy brillante».