Jugando con fuego en el escenario belga

La realidad demuestra que los únicos aliados del separatismo catalán son los correosos independentistas flamencos

Carles Puigdemont ABC
Enrique Serbeto

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El primer ministro belga, el liberal Charles Michel , reiteró ayer en la cumbre de Sofía que la justicia «en mi país es independiente», lo que es cierto si se habla de su capacidad directa de intervenir ante la decisión de un tribunal. Pero no lo es tanto si de lo que se trata es de evaluar la atmósfera que pesa en esas decisiones de ciertos jueces, en un país donde el factor separatista flamenco tiene más poder que nunca.

No es irrelevante que el único aliado verdadero del independentismo catalán sea el partido flamenco que gobierna en esta región y que es el elemento clave del ejecutivo federal. El trabajo lo hace el equipo de abogados dirigido por Paul Bekaert , especializado en defender a terroristas, y Gonzalo Boyé, condenado a su vez por terrorismo. Mientras, la NV-A, Nueva Alianza Flamenca, un partido con simpatías hacia el nazismo, trabaja sin descanso para favorecer a sus aliados catalanes, con la esperanza de que estos sienten un precedente que les permitiría a ellos hacer lo que hasta ahora no se han atrevido, proclamar unilateralmente la independencia de Flandes, para lo que tienen mayoría de sobra.

Lo hacen donde pueden, por ejemplo, forzando todos los resquicios reglamentarios en el Comité de las Regiones para promover un segundo debate sobre la independencia de Cataluña. Y no es casualidad que cuando estaba en Bélgica Puigdemont optase por pedir el uso del neerlandés en los tribunales, porque así existen muchas más posibilidades de encontrar a un magistrado más comprensivo con sus tesis nacionalistas . Los ministros de Interior y Justicia son flamencos y el primero abiertamente independentista. Michel, que es liberal y francófono, no puede hacer nada, no solo por que existe separación de poderes, sino sobre todo porque sus aliados nacionalistas no se lo permitirían.

Ya hay rumores sobre un adelanto electoral; un gesto demasiado expresivo contra el separatismo catalán sería fatal para el Gobierno. Pero dejar maniobrar así a los nacionalpopulistas flamencos puede ser fatal para Bélgica.

Jugando con fuego en el escenario belga

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