Josep Borrell: «Es obvio que la sociedad catalana está fracturada»

El exministro es coautor del libro «Escucha, Cataluña. Escucha, España», que trata de aportar serenidad a la situación catalana

Josep Piqué, Josep Borrell, Francesc de Carreras y Juan José López Burniol EFE

ÀLEX GUBERN

El exministro socialista y expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell, el exministro con el PP Josep Piqué, el catedrático Francesc de Carreras y el jurista Juan-José López Burniol, son los autores de «Escucha, Cataluña. Escucha, España» (Ed. Península), un título que, tomando prestado el «Oda a España» del poeta Maragall, trata de aportar serenidad a la cuestión catalana. Borrell y Piqué analizan para ABC el momento político en Cataluña.

—¿En su trayectoria política recuerda haber vivido algo parecido a lo sucedido esta semana en el Parlamento catalán?

Nunca. Es inaudito. Imposible de imaginar. Si como presidente del Parlamento Europeo hubiese desoído al secretario general, el consejo europeo me hubiese suspendido del cargo. Europa es un estado de derecho, y el presidente del Parlamento europeo nos lo acaba de recordar: la violación de la Constitución española es una violación del ordenamiento jurídico comunitario.

—¿Con qué compararía lo que está sucediendo en Cataluña?

—La dinámica totalitaria es parecida a lo que se está viviendo en Polonia y Hungría. 

–¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Una parte importante de la población catalana aplaude, o justifica, lo que está sucediendo.

–Sí, y todo el mundo se pregunta por qué. Quizás nos lo hubiésemos tenido que preguntar antes. Hace mucho tiempo que esto se está incubando. Los consejeros de la Generalitat de ahora son los mismos chicos que en 1992 se paseaban por las playas olímpicas con el «Freedom for Catalonia». Llevamos por lo menos diez años con la historia del «España ens roba» y el mito de los 16.000 millones del déficit fiscal. Y nadie lo ha replicado: los gobiernos de España, socialistas y populares, no han dedicado tiempo a desmentir esto, a hacer una tarea de información y contrapropaganda a la altura de la ofensiva del independentismo. Entre el optimismo antropológico de uno, y el pasotismo del otro, ningún Gobierno se ha tomado esto en serio.

—¿Cuándo empieza esta deriva?

–El pujolismo ya tenía muy claro dónde quería ir a parar. Han actuado con una absoluta deslealtad institucional. Las circunstancias objetivas no permitían en ese momento reclamar la independencia, pero sí prepararon el terreno... En algunos argumentos pueden tener razón: las inversiones del corredor mediterráneo están muy retrasadas, como las del eje pirenaico. De acuerdo. Y hay cosas que se hubiesen podido arreglar, y deben arreglarse, pero en el fondo,  hemos dejado que su discurso se haya impuesto. Hace pocos días el Ministerio de Hacienda sacaba los datos de la financiación autonómica per cápita. Cataluña está al 98,5%, y todo la prensa catalana lo ha presentado como un gran agravio. Pues nadie se ha molestado en explicar que Andalucía está al 96%. Se explota como gran agravio, pero nadie explica que esto es un problema estructural del sistema de financiación. 

—¿Ha habido desidia?

–Sí, no se ha tomado consciencia del reto. Lo que pasa ahora estaba escrito desde el momento en que el Parlamento catalán aprobó la declaración de Cataluña como ente político soberano. Usted que se piensa que si hacen esa declaración es para no hacer nada. No se tomó consciencia de la importancia del reto. Habría que haber puesto sobre la mesa propuestas y acciones y no promesas incumplidas que han aumentado el sentimiento de agravio. Hay dos tipos de problemas: unos reales que se pueden resolver, y otros que son imaginarios, y como tales hay que desmontarlos. Esto es como el «trumpismo»: la gente sabe que dice mentiras, pero las asume. Es lo mismo. Junqueras miente a diario sobre la financiación autonómica, nadie lo desmiente y la gente se lo cree.

—¿Se llega tarde?

–Para el 1 de octubre está claro que no  llegamos. 

—¿Hay fractura en la sociedad catalana?

–Es obvio, la sociedad catalana está dividida en dos. Esto de la unidad del pueblo es otro mito del nacionalismo. Hay muchas brechas: el 75% de quienes tienen el catalán como lengua materna son independentistas, frente al 75% de contrarios entre quienes tienen el castellano. También hay una brecha territorial entre la Cataluña urbana y la de interior, hay otra brecha económica... incluso con lo que respecto al consumo de medios de comunicación. El 75% de quien se informa vía TV3 apoya el proceso, quien lo hace a través de otros medios es la proporción inversa.

—Pues hablar de fractura social es un tabú en Cataluña.

—¡Pues vaya sí hay fractura! Lo que se ha dado en Cataluña es una operación programada, concienzuda , del relato, usando los medios públicos y regando con subvenciones a los privados para crear un estado de opinión... Que alguien quiera convencer a otro de sus planteamientos pasa, lo peligroso es que el resto no hagamos nada para contrarrestarlo.

—Pedro Sánchez ha puesto sobre la mesa el debate territorial. Se ha cuestionado la oportunidad del momento.

—Pues nada, esperemos un poco más. Creo que es un lujo que no nos podemos permitir.

—Se cuestiona que plantear ahora ese debate, que impulsan el PSOE y el?PSC, es entrar en el juego del independentismo.

—Bueno, creo que hasta el PP?ha aceptado hablarlo. Está claro que de aquí al 1 de octubre no vamos a solucionar nada, pero también está claro que el 2 de octubre en Cataluña seguirá habiendo el mismo problema. Yo ya no estoy en política, pero como ciudadano creo que no hacer nada nunca no es una vía. Un país no puede vivir con más del 40% población que dice que estaría mejor fuera, y más cuando este porcentaje es muy activo, dinámico. ¿Que habrá siempre un 20/25% de independentistas en Cataluña? Pues de acuerdo, también existe ese porcentaje en Baviera, o en el Véneto... Con ese se puede vivir siempre y cuando el resto de población y de las instituciones no se queden cerrados en casa.

—Volviendo a la cuestión territorial. Hay quien sitúa el origen de todo en  el periodo Zapatero y el proceso de elaboración del Estatut.

—Zapatero quiso hacer muchas cosas, lo que no quiere decir que tuviese éxito. Buena voluntad no le faltó. El resultado no fue positivo, entre otras cosas por todo lo que sucedió con la tramitación del Estatut. Seguramente las cosas serían distintas si no hubiese habido el recurso de inconstitucionalidad que presentó el PP, aunque el texto que aprobó el Parlament estaba lleno de inconstitucionalidades, y quienes lo aprobaron en el Parlamento lo sabían y tiraron para adelante. Ese intento de reformar la Constitución por la puerta de atrás fue un fracaso. 

—¿Cómo se imagina Cataluña en 2027?

—Mire, en el Quebec han tardado 20 años en hacer desaparecer el independentismo como preocupación ciudadana. Ya no hay esa pulsión política. O quién nos tenía que decir en el País Vasco hace diez años que estaríamos como estamos. Lo que suceda en Cataluña dependerá de cómo se hagan las cosas. Lo que está claro es que sin hacer nada los problemas no se arreglan, se enquistan y se agravan. 

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