Una Infanta abierta y generosa

Supo renunciar a sus derechos dinásticos por casarse con la persona a la que amaba, Luis Gómez-Acebo y Duque de Estrada, un hombre encantador del que se enamoró perdidamente

Doña Pilar, en una imagen de archivo JOSÉ RAMÓN LADRA

Isabel Gómez-Acebo y Duque de Estrada

Hay una tradición en la Familia Real española de Infantas campechanas y cercanas al pueblo, una lista en la que merece entrar Doña Pilar por la puerta grande. No fue una princesa de cuento de hadas pues conoció el exilio, primero en Suiza, luego Italia y finalmente Portugal; no fue ajena a los problemas políticos en el seno de su familia; ni a la separación que conllevó la marcha de su hermano Don Juan Carlos para estudiar en España y tampoco al sufrimiento que supone la pérdida de un hermano pequeño. Creo que esta biografía, llena de páginas de dolor que supo asumir con entereza, es la que generó su personalidad, abierta a todos los frentes y generosa con todas las personas que frecuentaba.

Era gran amante de la lectura, de libros en francés, en inglés, lenguas que dominaba; de los grandes clásicos de la literatura universal al lado de los grandes novelones policíacos o de amor, lo que le daba una cultura diversa pues abarcaba muchos frentes. Hablaba de todo y con todos . Le gustaba la música que disfrutaba escuchar y las corridas de toros a las que asistía encantada. Practicó pocos deportes en su vida, pero era una apasionada de la hípica y del tenis asistiendo asiduamente a los partidos que se celebraban en la Caja Mágica madrileña. Fue presidente de la Federación Ecuestre Internacional y miembro del COI lo que da fe de su interés por el deporte que siguió muy de cerca.

Supo renunciar a sus derechos dinásticos por casarse con la persona a la que amaba, Luis Gómez-Acebo y Duque de Estrada, un hombre encantador del que se enamoró perdidamente. Vivieron felices y tuvieron cinco hijos, una historia de éxito matrimonial que de alguna manera se truncó con el cáncer que, tras 10 años de lucha, consiguió llevarse a su marido. Supo granjearse a su familia política en la que quiso entrar como una nuera más, sin títulos ni ostentaciones, lo que facilitó que, a la muerte de su marido, no se extinguieran esas relaciones familiares tan cercanas que se habían establecido. Su hogar estaba abierto a todas las personas necesitadas de cariño o de atención pero su generosidad no se limitó al entorno familiar sino que colaboró con distintas asociaciones benéficas , sobre todo con Nuevo Futuro, donde trabajó incluso cuando la quimioterapia hacia mella en su físico

Fue una viuda ejemplar que supo educar a sus hijos y mimar a sus nietos que la adoraban y cuidaron hasta el final ya que murió rodeada de todos los suyos y cercana a Dios , como se merecía. No ha querido ser enterrada en el panteón real de El Escorial, que le correspondía, sino al lado de su marido. Una bella historia de amor y de vida con un precioso final.

*Isabel Gómez-Acebo y Duque de Estrada es CUÑADA DE DOÑA PILAR

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