Rosa Belmonte

Independentismo para aprendices

Pablo Iglesias, el lunes, en la conferencia de Puigdemont en Madrid EFE

Rosa Belmonte

Lluis Llach no llevaba gorro al llegar a Cibeles. Ver al cantante y diputado sin gorro es ya tan raro como ver al de Amaral sin gorro. Ayer en su calva independentista se habría podido freír un torrezno. Pero los que protestaban a la solanera en la puerta del Ayuntamiento de Madrid no llevaban. Sí llevaban pancartas y banderas. Con aguilucho, de la Falange o básica. Y octavillas con yugo y flechas. Los manifestantes pitaron a Tardá, que llegó con muchísima gente, parecía el séquito de Gengis Kan. A Tardá le pudieron llamar «hijo de puta». El resto de notables ya estaba dentro. También Karmele Marchante.

Los de la puerta gritaban mucho «Viva España», pero sin la alegría de Manolo Escobar. «Separatistas, terroristas» era otro de los mantras, aunque a veces lo decían al revés: «Terroristas, separatistas», como los niños que encadenan el monjamonjamón. En la puerta había un atasco para el acceso de invitados. José Manuel López, diputado en la Asamblea de Madrid, esperaba en la cola. De pronto lo colaron. «Es de Podemos», fue el salvoconducto soltado al policía municipal. Monedero pasó también saltándose la cola. Los otros seguían gritando «Arriba España». Un señor advertía a un policía nacional: «Estos os darían un tiro en la cabeza». Mientras, algunos invitados (Paloma Segrelles, Martín Pallín) iban entrando. A muchos, cuando el aforo se completó, no los dejaron. «Que somos diputados», se quejaban unos con un pelaje que parecían periodistas. Sin problema circulaba Gerardo Pisarello, teniente de alcalde de Barcelona, que se había reunido con Carmena. Llevaba pantalones largos (el otro día recibió a unos inversores en pantalón corto).

En el auditorio de lo que más se hablaba, atención, era de democracia. «España se juega su democracia en Cataluña» (Romeva). «El profundo sentido de democracia va unido a una urna»

(Puigdemont, el único con corbata). Aplaudió el auditorio cuando Puigdemont dijo que «el Estado español no tiene tanto poder para impedir tanta democracia». Puigdemont es de esas personas que usan el verbo implementar. También de los que sueltan: «Si no hay pacto con el Gobierno, celebraremos el referéndum y habrá un nuevo Estado catalán». Junqueras también había asegurado que Cataluña es una sociedad abierta que habla 300 lenguas.

Al acabar el acto, los manifestantes de la puerta eran muchos más, como los pájaros en los cables de la luz de Bodega Bay. En una de esas 300 lenguas, el español, dijeron de todo a los catalanes que vinieron con su circo a la capital.

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