Manuel Marín
Da igual
Para no confundir el dedo con la luna a la hora de señalar, da igual si fue delito. Da igual si hubo violencia. Da igual si el asalto a la capilla fue organizado o no. Da igual si hay condena o absolución. Lo concluyente es aclarar si alguien como Rita Maestre puede seguir al frente de una institución democrática una vez que admite haber violentado derechos ajenos. Si es legítimo o no que cobre un sueldo público alguien que ayer atacó las libertades de otros, y hoy aplica un programa diseñado para conculcar más derechos en el futuro, poniendo como excusa al pueblo que representa y repartiendo credenciales de democracia real con criterios de sectarismo y doble rasero ideológico.
En los modos y maneras de la nueva política, el escarmiento solo es exigible a los demás . Nunca a uno mismo. Si Maestre es absuelta, retiene su cargo, y si es condenada… se queda también. No porque la sentencia llegue a revelar que fue delito, sino porque nunca estuvo en su ánimo que lo fuera. Como el penalti involuntario. Un argumento falaz y peligrosamente reversible.
La democracia no se basa solo en el escrupuloso cumplimiento de la ley. También, y como base primordial, en el respeto a los demás . Rita Maestre no lo tuvo entonces, y no lo tiene ahora, cuando toma decisiones basadas en un programa que desprecia ese respeto. Pedir perdón es loable, y muy católico, por cierto. Pero, ¿no accedió al cargo a lomos de la indignación ciudadana por la falta de ejemplaridad política? Ofender y crispar forzando los derechos y libertades no es ejemplar. Visto para sentencia.