Salvador Sostres - DIARIO DE LA CUENTA ATRÁS

Un hombre recto

Salvador Sostres

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Germà Gordó i Aubarell es probablemente la persona más recta y sólida de la política catalana. Católico y autoexigente, no ha buscado nunca la comodidad del cargo ni las tareas que le han encargado han sido fáciles. Artur Mas, asustado por las fechorías de Júnior -el primogénito del presidente Pujol- le confió la gerencia de Convergència cuando el partido tuvo que afrontar la travesía del desierto del tripartito. Gordó fue el camión de la basura de un partido convertido en una central de cobro sin el menor escrúpulo . Júnior decía hacerlo por Cataluña, «para cuando llegara la hora», pero sólo se enriqueció su familia.

Aunque parezca un argumento impropio de un artículo como éste yo creo a Germà cuando me jura que ha bordeado la legalidad pero sin cruzar jamás la fina línea. Le creo porque es mi amigo y le conozco lo suficiente para saber el valor que da a su palabra y que cuando jura lo hace ante Dios. No vivimos tiempos sensibles a esta clase de razones pero siempre he pensado que los pueblos más grandes no se levantaron sin una Iglesia Nacional y que la creación política es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben los hombres. Germà Gordó desmanteló la trama Pujol en Convergència aunque tal vez no pudo hacerlo de golpe. Si todavía bajo su gerencia se cometió alguna irregularidad fue contra su voluntad y hasta sin su conocimiento.

Que Mas mantuviera abiertas vías de financiación dudosa cuadra perfectamente con su carácter. El apego que Gordó siente por la verdad es el exactamente el mismo que el expresidente de la Generalitat siente por el cinismo, el oportunismo y la mentira . Y cuando digo mentira no es una forma de hablar ni de exagerar un opinable «faltar a la verdad». No. Digo mentira con todo su aprovechamiento y toda su profundidad. También conozco a Mas y hace muchos años -en 2012- vaticiné que destruiría todo lo que tocara: y así ha sido, desde Convergència, que ya ni existe, hasta su propia presidencia.

Germà Gordó no es perfecto y puede haber cometido errores. Pero no es un ladrón, ni un corrupto, ni se toma a la ligera los asuntos morales. Tiene la profunda convicción, auspiciada por su fe, de que existen los absolutos y que evidentemente hay que observarlos. No siempre ha trabajado para personas tan íntegras como él aunque por su sentido de la lealtad y la amistad cargará -si llega el caso- con una culpa ajena antes que delatar a nadie: la Cruz para nosotros nunca fue una nostalgia.

Un hombre recto

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