Curri Valenzuela - CHISPAS
El hombre que iba a morir
Cómo se explica a una familia que su hijo de 29 años, en perfecto estado de salud, va a morir 48 horas después. Cómo se prepara a un país para asumir el asesinato en diferido de un concejal que sólo pretendía trabajar por su pueblo en paz. El Gobierno de Aznar superó la doble prueba de aquellas 48 horas mientras esperaba la segura ejecución de Miguel Angel Blanco , pero quienes vivieron de cerca el drama aún hoy lo recuerdan con lagrimas en los ojos. Carlos Iturgaiz, entonces presidente del PP vasco, revive así el momento en el que tuvo que llamar a la puerta de la modesta vivienda en Ermua de los padres del concejal para darles la noticia de que su hijo había sido apresado por ETA : El llanto de la madre, los cabezazos del padre contra la pared del pasillo, los esfuerzos de los amigos para localizar a su otra hija, Marimar, que estudiaba en Inglaterra.
Tan seguro estuvo el Gobierno de que los terroristas le iban a ejecutar cuando expirara el plazo fijado, que en el momento en el que el cuerpo moribundo de Miguel Ángel ingresó en la residencia sanitaria de San Sebastián ya estaban en su interior Francisco Álvarez Cascos y Ángel Acebes y a los pocos minutos llegaron Margarita Mariscal, Loyola de Palacio y Federico Trillo. Todos ellos habían participado, junto a representantes de los partidos democráticos, en una manifestación multitudinaria celebrada horas antes de Bilbao para pedir la liberación del secuestrado.
Fue una pantomima. Ya se mascaba la tragedia. Los dirigentes populares se habían reunido a comer después de la manifestación, pero no pudieron probar bocado, pendientes de que les sonara el teléfono. Fue Jaime Mayor quien les llamó. El ministro de Interior no había abandonado su despacho en las 48 horas anteriores. Estaba pendiente de las noticias que le proporcionaban las fuerzas de seguridad . Mientras, había ido llamando a los responsables de todos los medios de comunicación y a muchos periodistas para informarles de que el asesinato de Miguel Ángel era inevitable y rogarles su colaboración para no dar la impresión de que era posible un desenlace con final feliz. Los periodistas colaboraron totalmente, algo que sería imposible en circunstancias similares a día de hoy. Ninguno dejó de comprender los argumentos de Mayor Oreja: La certeza de que el secuestro era la venganza de ETA a la liberación de Ortega Lara once días antes y que por eso el joven concejal estaba condenado a muerte antes de ser secuestrado.
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