Historia de un divorcio exprés tras un año de rebeldía frente a Génova
Cayetana Álvarez de Toledo no engañó a nadie. Cuando fue nombrada portavoz, puso como condición mantener su discurso con libertad. Pero su desafío continuo frente al «argumentario» del PP solo podía acabar en divorcio
Pocos días después de su nombramiento como portavoz del PP en el Congreso, hace algo más de un año, Cayetana Álvarez de Toledo recibió a ABC en su despacho . Era su primera entrevista después de que Pablo Casado confiara en ella, con su perfil firme y duro contra el nacionalismo y el populismo, para poner voz a su proyecto en el Parlamento, frente a otras opciones más moderadas que se habían barajado y descartado, como la de Cuca Gamarra. Al inicio de la conversación, el periodista de ABC le pidió que hablase con sinceridad, más allá del argumentario del Partido Popular . Dio un respingo en su asiento, visiblemente ofendida por la sugerencia: «Ese comentario sobra por completo, está fuera de lugar, yo nunca hablo con argumentario». La respuesta fue tajante. Quedó claro que Cayetana Álvarez de Toledo no hablaría como portavoz del PP, sino como portavoz de sí misma.
Álvarez de Toledo niega tener un perfil duro . Cuando se define, pone ya un pie en pared ante la dictadura de los partidos: «Soy una española, militante de la democracia, que antepone la libertad al tribalismo. Lo del perfil duro es una invención periodística y política. En esto España sí que es diferente: aquí a los que proponemos una política basada en los hechos y no en el clientelismo caciquil de grupos ideológicos organizados nos llaman reaccionarios. Y a los reaccionarios los llaman moderados».
De Cayetana Álvarez de Toledo se podrán decir muchas cosas, buenas y malas, pero no engañó a nadie con su forma de hacer política y con su tendencia irremediable a mantener un discurso personal y libre dentro de su partido, a pesar de ser portavoz del Grupo Popular . Cuando Pablo Casado se reunió con ella para proponerle ese puesto, de un peso fundamental para un partido en la oposición que aspira a ser alternativa del Gobierno, Álvarez de Toledo le puso una condición, sin andarse por las ramas. «Puedo ser portavoz, pero no me pidas que deje de decir las cosas con libertad. No quiero estar sujeta a un argumentario, sino seguir dando mis opiniones, gusten o no», advirtió al presidente del PP, según fuentes que conocieron esa conversación.
Casado sabía lo que había. Y dijo que adelante. Era su gran apuesta, lo fue desde que contó con ella para sus primeras elecciones generales como candidato a la Presidencia del Gobierno , las del 28 de abril de 2019, en un momento en que Vox atacaba sin compasión a la «derechita cobarde» que, para ellos, representaba el PP. Fue uno de sus fichajes más llamativos. Álvarez de Toledo sustituyó a Jorge Fernández Díaz como número uno por Barcelona. La renovación interna estaba en marcha con un mensaje «valiente». Casado había doblado el pulso unos meses antes a Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias del PP, pasaba página del «marianismo» y el «sorayismo» y abanderaba un proyecto bendecido por José María Aznar . A Álvarez de Toledo, que había dado un sonoro portazo al PP y a Mariano Rajoy años atrás por su política en Cataluña, no le costó demasiado adherirse a él. El resultado en las urnas fue catastrófico para el PP, con solo 66 diputados. El intento de competir con Vox por la derecha había resultado un fracaso estrepitoso.
Álvarez de Toledo tuvo en frente desde el primer momento a los barones del PP. Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno recelaron de su forma de hacer política, que dejaba al PP, a su juicio, alejado de la moderación y el centro político. Pero no fueron las únicas voces discordantes. Dentro de Génova, Álvarez de Toledo chocó desde el principio con el número dos del partido, Teodoro García Egea . El secretario general del PP vio el problema que tendrían los populares con una persona «rebelde» al frente del Grupo parlamentario en el Congreso. La estrategia política fijada por Génova chocaría, de forma inevitable, con ese muro en el Parlamento.
García Egea y Álvarez de Toledo nunca se entendieron. Lo suyo fue un pulso permanente, entre lo que Génova decía que había que hacer y lo que la portavoz en el Congreso decidía por su propia cuenta. Pero cuando Casado debió elegir, tuvo muy claro a quién prefería en su equipo.
El primer gran encontronazo entre Génova y la portavoz parlamentaria se produjo dos días después de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019. Casado convocó al Comité Ejecutivo Nacional del PP para fijar la línea política tras un resultado electoral que mejoró de forma sustancial la situación del partido, al pasar de 66 a 89 diputados. En medio de la reunión se conoció el acuerdo entre Sánchez e Iglesias para ir juntos a La Moncloa, y la propuesta de Álvarez de Toledo para formar un Gobierno de concentración entre el PSOE, PP y Ciudadanos. Algunos de los presentes no salían de su asombro, pues la portavoz parlamentaria rompía por completo la línea fijada por el presidente Casado, mientras filtraba a los medios su propuesta con todo detalle. Desde aquel día, no dejó de defender ese Gobierno de concentración, pese al malestar evidente que causaba en Génova.
«Que no se lo tomen mal»
No fue su única iniciativa que puso sobre la mesa sin contar para nada con la dirección de su partido. En una entrevista en ABC, el pasado mes de abril, pidió a Sánchez que se sometiera a una cuestión de confianza . «Espero que no se lo tomen muy mal en el partido», comentó cuando acabó la conversación, a sabiendas de que alguno montaría en cólera. Como era de esperar, en Génova no tenían ni idea de esa propuesta, ni la compartían en absoluto.
Tampoco gustó nada que, cuando los populares tenían contra las cuerdas al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska , por la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, la portavoz cambiara por completo el foco de la polémica al llamar a Pablo Iglesias , desde la tribuna del Congreso, «hijo de terrorista». A partir de ese momento ya solo se habló de la pelea entre ella e Iglesias. Las diferencias entre la portavoz y Génova fueron mayores cuando anunció su decisión de recurrir ante el Tribunal Constitucional la retirada de sus palabras en el diario de sesiones. El PP le advirtió de que no contaba con su apoyo para poner un recurso en nombre del Grupo Popular.
La primera evidencia clara de que la confianza de Casado en su portavoz empezaba a tener grietas se produjo cuando se constituyó la Comisión de Reconstrucción en el Congreso , la más importante en esos momentos, que nacía además a propuesta del líder del PP con el objetivo de llegar a un gran acuerdo con el Gobierno para sacar adelante a una España sacudida por la pandemia. Todos los partidos situaron a sus portavoces titulares al frente de esa Comisión, menos el PP. Casado optó por Ana Pastor , con un perfil mucho más dialogante y negociador que Álvarez de Toledo. En el PP se estaba imponiendo una de las dos almas, la centrista, que triunfó después de manera rotunda el 12 de julio en Galicia.
La falta de entendimiento se había hecho patente en la campaña de las elecciones gallegas y vascas . Ninguno de los dos candidatos quisieron a la portavoz en sus actos electorales y así se lo hicieron saber al secretario general, quien mantuvo una reunión con Álvarez de Toledo, fuera de Génova y del Congreso, para tratar de encauzar la situación interna y hacerle ver que era imprescindible respetar la línea marcada por el presidente nacional.
Mientras tanto, en Génova crecía el recelo por el «grupo paralelo» que Álvarez Toledo estaba formando en el Congreso, con personas afines y con una agenda diferente a la marcada por la dirección nacional. Allí estaban Gabriel Elorriaga, Pilar Marcos, Carlos Aragonés o Alfredo Timermans . El secretario general del PP no podía permitir que en el Congreso hubiese un grupo que actuara de forma independiente de Génova y tuvo claro, desde antes del verano, que debía cortar de raíz esa situación. «El Grupo debe estar al servicio del partido y no al revés», advirtieron en la sede del PP.
Un divorcio anunciado
La situación se precipitó cuando Isabel García Tejerina renunció a su acta de diputada y su escaño lo ocupó Gabriel Elorriaga , que ya era coordinador parlamentario, uno de los apoyos fundamentales de Álvarez de Toledo. Génova no pasó por esa situación y situó al director adjunto de Casado, José Sánchez Arce , en el puesto de Elorriaga, en un movimiento que la portavoz interpretó como claramente hostil.
Sin informar a Génova, como es habitual entre los portavoces, Álvarez de Toledo concedió una entrevista a «El País», donde hizo alarde de un discurso totalmente alejado de la estrategia de Casado , con críticas al Rey incluidas que enojaron de forma especial al presidente del PP. Ese mismo domingo, Casado llamó a la portavoz para convocarla a su despacho al día siguiente, con la idea de dejar las cosas claras de una vez. Según fuentes populares, en la reunión, de casi tres horas, fue subiendo la tensión hasta que Álvarez de Toledo reconoció que eran incompatibles y ya solo quedó anunciar un divorcio, que estaba cantado desde el minuto uno.
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