Salvador Sostres
Héroes de propina
Mi abuela me enseñó a medir mi compromiso con cualquier idea con mi capacidad de sacrificarme por ella, de resistir sin dar explicaciones ni quejarme. Cuando quería contrariarla con mis alocados propósitos, ella me esperaba sin decir nada, donde yo sabía que podía encontrarla, con su sobre tentador y pletórico. Cuando acudía en busca de su auxilio, siempre me ayudaba, pero quedaba implícito en la benéfica que ella tenía razón y yo estaba equivocado.
Este independentismo de ahora, que gasta la pólvora en proclamas desafiantes y luego corre a pedir limosna, es de una falta de virilidad intolerable. ¿Qué Braveheart habría resultado creíble si hubiera ido a Londres a pasar el cepillo? ¿Qué épica es creíble si te quedas la propina? ¿Qué heroicidad puedes reclamar a quien le pides que te pague el frankfurt?
Puigdemont fue el miércoles a La Moncloa a pedir la mensualidad, pero sin la decencia de reconocer que ha perdido y queriéndose mantener en su épica de pacotilla. Mi abuela también me permitía escapar vivo de mis claudicaciones cuando iba a implorarle el sobre, pero los dos sabíamos lo que había pasado y yo no tardaba en administrar con prudencia el ineludible resultado.
El independentismo ha fallado democráticamente, porque en el último ciclo electoral ha demostrado que no es mayoritario; ha fallado políticamente porque ha sido incapaz de tejer una alianza razonable con la CUP; y han sido mediocres en la gestión hasta la exasperación con una Generalitat colapsada y arruinada.
El encuentro del miércoles en La Moncloa fue una rendición. Por decirlo como la CUP, es como si Braveheart hubiera ido a Londres a decirles que se va y antes de marcharse les hubiera pedido un támpax.