Las hermanas tacañonas

El problema de Torra no es que Sánchez no se le ponga, es que no se le pone ni Puigdemont

Quim Torra recibió ayer a Francesc Homs, Joana Ortega, Artur Mas e Irene Rigau, por el quinto aniversario de la consulta soberanista del 9N, por la que todos ellos fueron condenados EFE
Salvador Sostres

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Quim Torra se ha quejado de que ha vuelto a llamar a Pedro Sánchez y le han vuelto a decir que está ocupado. El problema de Torra no es que Sánchez no se le ponga, es que no se le pone ni Puigdemont. Es cierto que el independentismo mejoró ayer sus resultados, pero aunque todavía lenta, la derrota es lo que subyace.

El corte ayer de la frontera con Francia fue la octava noticia de los digitales catalanes medianamente sensatos. El president llevaba meses explicando que esperaba su «momentum» con la sentencia del Supremo, para darle a su causa el definitivo empuje que necesitaba, pero ni en su máxima agitación ha conseguido subvertir el orden ni superar la frontera del 50 por ciento de los votos.

El independentismo ya no no es un problema político, sino un problema doméstico. Su debate ya no es sobre la independencia sino sobre cómo queremos vivir. ¿Bloquear la frontera, para qué? Han anunciado tres días de bloqueo. Tres días más que Cataluña habrá perdido, y acaba siendo muy triste la historia -y muy pobre su gente- que se escribe sobre lo extraviado.

El independentismo perdió en su golpe el 1 de octubre, perdió en su alboroto, quemando para nada las calles de Barcelona, y cuando quiso ponerse malote, hizo el ridículo con sus apodos de la señorita Pepis, sus bombitas de ir por casa y sus asaltos de pacotilla al aeropuerto, jugando sólo a molestar, sin arriesgarse a tener que pagar el precio de absolutamente nada.

Ayer lo certificaron huyendo como las hermanas tacañonas cuando la policía francesa les dio una hora para retirar los coches que habían cruzado en Le Perthus, bajo la amenaza de multarles por mal estacionamiento, a razón de 650 euros por vehículo. Si no estás dispuesto a pagar por tu república catalana ni la mitad de lo que yo pago por mi trufa blanca, tú no eres un soldado: ¡eres un tunante! Triste quien por amor no ha perdido una casa.

Tanto Junqueras como Puigdemont están aún a tiempo de negociar una solución personal con Pedro Sánchez, pero tanto griterío estéril, si no lo rebajan, les perjudicará todavía más de lo que su escasa audacia ya les ha perjudicado. Es lo último que podrán negociar, y los únicos muebles que podrán salvar de su aventura infortunada. Porque como todo lo que se banaliza, el independentismo se ha vuelto simplemente endogámico, y es sólo cuestión de tiempo que los catalanes quieran volver a vivir como ciudadanos libres, prósperos y aseados.

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