«El Haski» saldrá de prisión el 3 de junio tras cumplir 14 años
El dirigente del GICM y captador de fieles en la cárcel tiene pendientes otros 10 años en Rabat
Hassan el Haski, uno de los investigados como líder del incipiente «frente carcelario» de Daesh desmantelado por la Guardia Civil, tiene prevista su salida de prisión el 3 de junio del próximo año. Condenado, al igual que Jamal Zougam, por los atentados del 11-M en Madrid, el Haski terminará de cumplir en esa fecha la condena que el Tribunal Supremo rebajó de 15 a 14 años como dirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM). La Fiscalía había pedido para él 38.962 años como inductor de los atentados de los trenes junto con Youseff Belhadj y «El Egipcio» -ambos absueltos por el Alto Tribunal-, pero la Audiencia Nacional consideró en su sentencia que «su pertenencia al GICM no le hace responsable de todos los atentados que cometa la organización terrorista». Durante el juicio, Hassan el Haski había negado hasta la propia existencia de este grupo terrorista, que llegó a calificar de «invención».
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No obstante, cuando El Haski salga a la calle dentro de unos meses lo previsible es que sea trasladado a Rabat para cumplir la condena que los tribunales marroquíes le impusieron por su participación en los atentados de Casablanca en 2003, en los que murieron 45 personas. Aunque en primera instancia fue absuelto, en apelación los magistrados consideraron que el dirigente islamista había creado una «banda criminal para llevar a cabo ataques terroristas».
Zougam saldrá en 2044
La situación de Jamal Zougam, el otro investigado por la captación de adeptos y el proselitismo dentro de prisión , es distinta: él sí fue condenado a más de 40.000 años de cárcel como autor material de la matanza de Madrid, y su salida no está prevista hasta 2044, cuando habrá pasado entre rejas el máximo de 40 años de cumplimiento efectivo previsto en la ley para casos de terrorismo.
Como informó ayer ABC, tanto Zougam como el Haski lideraban, junto el también condenado Mohamed Achraf -en su caso, responsable de la célula que quería volar la Audiencia Nacional-un grupo dedicado a la captación de fieles y suministro de material de Daesh para su sustento ideológico.
En el caso de El Haski no sería la primera vez que asume el liderazgo respecto a otros reclusos en prisión. En mayo de 2007, en pleno juicio del 11-M, fue el promotor de una huelga de hambre «indefinida» para protestar por las «injustas» acusaciones de la Fiscalía . El dirigente del GICM llevaba tres semanas intentado convencer a los 17 presos de que secundara la protesta. Al final su iniciativa tuvo un éxito relativo, pues sólo cuatro hicieron la huelga durante un par de días.
Según informó el martes el Ministerio del Interior, el proceso de adoctrinamiento dentro de la cárcel que ha desmantelado la Guardia Civil se producía tanto cara a cara, mediante interacciones con otros presos, como por carta, como ha puesto de manifiesto la documentación incautada a los reclusos y que está siendo estudiada para su remisión al Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional.
Los investigados recurrieron, además, a «vías alternativas», como utilizar a presos comunes no sujetos a especial vigilancia para eludir los sistemas de control de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, los mismos que alertaron de esta radicalización. Además de aunar internos en la órbita del Daesh, el objetivo de los líderes islamistas era cohesionar a los condenados por terrorismo para fraguar «el embrión» de un «frente de cárceles».
Ataques a funcionarios
No obstante, la Guardia Civil sospecha que podrían haber intentado ir más allá del proselitismo, como ya ocurrió en la prisión francesa de Osny en 2016, cuando un interno atacó a varios funcionarios de prisiones, o en la belga de Lieja este año, cuando un reo radicalizado asesinó a tres personas en un permiso penitenciario. Por ello, el hecho de que en los registros de las celdas se encontraran dos pinchos carcelarios ha encendido todas las alarmas, aunque no se han encontrado indicios de que fuera a producirse un ataque inminente contra los trabajadores, considerados por ellos «perros carceleros, enemigos y torturadores».