Manuel Marín
Hachazos de precampaña
La primera incógnita que deben despejar los partidos durante esta precampaña es a quién afectará o beneficiará la alianza entre Podemos e Izquierda Unida cuando consigan ponerse de acuerdo con el reparto de escaños asegurados en las listas. La estrategia de herir de muerte al PSOE está bien prediseñada, y la excusa de «confluir» en una «mayoría progresista» como alternativa real de poder para la extrema izquierda está cuajando gracias a la parálisis que mantiene noqueados a los socialistas. En el PSOE crece el temor a dejar de ser una versión creíble y fiable de la socialdemocracia en España con capacidad real para gobernar, y todo eso alimenta extrañas tesis -desmentidas en público, pero no descartadas en privado- sobre una futura abstención para permitir gobernar al PP como solución para rearmarse en la oposición y asegurar su supervivencia.
Sin embargo, la receta contra el sistema que plantea este neocomunismo obsesionado con la destrucción del PSOE tendrá efectos secundarios también para otros partidos. Según algunos cálculos, el pacto entre Pablo Iglesias y Garzón –casi seis millones de votos si se repitiesen los resultados del 20-D- «fundiría» a Ciudadanos porque se produciría un «efecto arrastre» en el votante centro-conservador. La expectativa de que esa coalición de intereses populistas llegue a superar al PSOE como segunda fuerza, y de que Pablo Iglesias salga de las urnas con opciones de presidir el Gobierno, puede crear irritación y miedo en el votante de la derecha. La traducción de esta tesis es que, en lugar de dividir su voto entre el PP y Ciudadanos, parte de ese electorado escarmentado optaría por el partido mayoritario como «opción útil» frente al «mal mayor» de un Ejecutivo de Podemos.
Quienes pronostican que los grandes perjudicados de los comicios serán Ciudadanos y el PSOE, añaden que también ayudará al PP la percepción de que Ciudadanos ya no es la marca blanca de una regeneración pendiente, sino la «cara B» del PSOE. Y que si Rivera fue artificialmente sobredimensionado por las encuestas antes del 20-D para apenas obtener 40 escaños, ahora es lógico que le pase factura un incipiente desgaste.
La segunda hipótesis sobre las consecuencias de la coalición Podemos-IU sigue siendo demoledora para el PSOE, pero es menos optimista para el PP. El motivo es la proporcionalidad de la Ley D´Hondt y el imprevisible reparto de los restos para la asignación de escaños. Antes, la mayor parte del voto de IU desaparecía por el desagüe de las urnas. Ahora, ese voto «residual» será aglutinado por una sola fuerza. Por tanto, la asignación de escaños que procedía de un voto de la extrema izquierda muy disperso –favoreciendo al clásico bipartidismo- se verá ahora alterada, perjudicando a PP y PSOE. Conviene no engañarse. Esta campaña ni será constructiva ni será «en positivo». Habrá hachazos.
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