Curri Valenzuela

El Gobierno gana, el PP pierde

La aritmética parlamentaria está obligando a Rajoy a repetir el acercamiento a vascos y catalanes que Aznar llevó a cabo en 1996

Rajoy y Aznar en un evento de Faes en 2015 Óscar del Pozo

Curri Valenzuela

El Gobierno se ha cruzado de brazos ante el desafío de los nacionalistas catalanes de seguir trabajando en los ayuntamientos que gobiernan el día de la Constitución porque, dice, quiere evitar el choque con los rupturistas. Un día antes, el ministro de Hacienda desbloqueó las negociaciones sobre el Cupo vasco con el Ejecutivo del PNV. La aritmética parlamentaria de esta Legislatura está obligando a Mariano Rajoy a repetir la jugada de acercamiento a vascos y catalanes que Aznar llevó a cabo en 1996, cuyo principal perjudicado fue su propio partido en las dos comunidades autónomas.

Rajoy, que entonces era ministro de Administraciones Públicas y vicesecretario de Organización de su partido, tiene motivos para recordar mejor que nadie como Aznar apartó a Alejo Vidal Cuadras de la presidencia del PP catalán cuando decidió pactar con Jordi Pujol. Le hacía falta para ser investido presidente del Gobierno, pero, además, se creía por entonces que la política de evitar el enfrentamiento con los nacionalistas acabaría por impedir su radicalización. Veinte años más tarde, el nacionalismo se ha radicalizado hasta el infinito, los populares se han convertido en un partido marginal en esa comunidad y la corrupción de Pujol que el PP tapó ha terminado explotando. Pero volvemos a las mismas.

Otra vez se ha convertido en lo políticamente correcto hablar de «diálogo», «tender la mano» y «evitar la crispación» con el nacionalismo catalán mas extremista. Ahora es Soraya Sáenz de Santamaría quien, por encargo de Rajoy, trata de hablar catalán en la intimidad, aunque sus primeros intentos de acercamiento han resultado un absoluto fracaso. Por mucho que Montoro esté dispuesto a soltar la pasta, Puigdemont insiste en gastársela en financiar su independencia, mientras el paganini de todo el asunto resulta ser el líder popular Xavier Albiol, defenestrado de hecho al ser descalificado como interlocutor con la Generalitat para que ese papel lo desempeñe Enric Millo, el delegado del Gobierno designado por la vicepresidenta.

La jugada se repite en el País Vasco, donde el PP acaba de perdonar a Urkullu que le pusiera los cuernos al maridarse con los socialistas, no con ellos, para formar Gobierno. Hubiera sido un intercambio de apoyos en Vitoria y Madrid del que el PNV no habría sacado tajada alguna. Una subida sustancial del Cupo y el permiso para que ellos financien el AVE vasco a su gusto será el precio final de su «sí» a los Presupuestos. Aunque Alfonso Alonso, el líder popular allí, se haya quedado sin ni siquiera una silla en la mesa del Parlamento vasco.

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