Generalitat, Estatuto, elecciones y una misma visión de España

Josep Tarradellas y Suárez coincidían en el encaje de Cataluña en el Estado

Jordi Pujol junto a Leopoldo Calvo Sotelo y Adolfo Suárez EFE

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

La mejor descripción de la ingeniería política que Adolfo Suárez, bajo la tutela de Torcuato Fernández-Miranda , tuvo que emprender para cumplir el papel que el Rey, la ciudadanía y el momento histórico le habían encargado fue la que hablaba de «rehabilitar una casa con las cañerías al aire». Los riesgos eran muchos, y los problemas (los partidos políticos, el Ejército, la economía), aún más. Entre ellos, Cataluña no era el principal.

Adolfo Suárez tenía dos hombres, Martín Villa y Sánchez Terán, ambos exgobernadores de Barcelona, que según pensaba podrían repetir en Cataluña el éxito que UCD había tenido en el resto de España como centro renovador sin complejos. Pero de entrada se encontró con que el PSOE y su filial PSC le adelantaban y que los nacionalistas tenían más fuerza de lo que había creído. Ante lo que, fiel a su norma de coger el toro por los cuernos, reinstauró la Generalitat y, además, poniendo a su frente a Josep Tarradellas , que había formado parte de ella en la Segunda República.

Fue, sin duda, uno de sus movimientos más espectaculares y efectivos, ya que Tarradellas, como tantos otros exilados españoles, había aprendido de los errores cometidos en la República y estaba dispuesto a colaborar en la construcción de una España democrática, unida y plural. Para ello, tras su regreso triunfal a Barcelona, fue a Madrid, donde tuvo que esperar a que Suaréz, con mil asuntos pendientes, lo recibiera. Pero, en cuanto se vieron, el encaje fue perfecto, y la visión de España, coincidente.

Tema del día era la nueva Constitución . Se resolvió a base de bolillos y equívocos: crear un Estado de las Autonomías, diferenciando las históricas, que podrían tener estatuto, con derecho el resto de pedirlo en referéndum. Nadie quedó del todo satisfecho, pero nadie le puso la proa. Los nacionalistas llevaban ventaja, al tener su objetivo muy claro: conseguir el máximo de autonomía. Su representante entre los «padres de la Constitución», Miquel Roca, lo cumplió a la perfección logrando transferencias vitales, entre ellas las de Educación.

La ruptura de UCD, junto con la aparición de una fuerza política en Cataluña, CiU, que iba a convertirse en hegemónica bajo un Jordi Pujol, hizo el resto. Fue como la autonomía empezó a convertirse en soberanía y la Generalitat en la verdadera, por no decir única, fuerza política en Cataluña, a medida que los socialistas iban perdiendo fuerza, votos y españolismo, a consecuencia de una campaña en toda regla contra España en centros de enseñanza y medios de comunicación. Apartar a Tarradellas de la política catalana era condición indispensable, y se hizo en cuanto se pudo.

El corto mandato de Leopoldo Calvo-Sotelo fue sólo el epílogo del agitado de Suárez, con la aparición de Pujol como factótum en Madrid, que nos ha llevado a lo que hoy tenemos. Ya decían los griegos que cuando los dioses quieren hundir a algún humano le dan triunfos.

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